Este poema forma parte del libro La segunda Transición (2017)
Por Ángel E. Lejarriaga
Por Ángel E. Lejarriaga
Quisiera plantar hermosas ideas,
una bella intención llena de sentido,
para así inspirar al futuro
la posibilidad de que crezca una comunidad
que atraiga una vida multicolor y polivalente
pletórica de canciones.
Semillas e ideas, fértiles,
un paralelismo tan próximo que sobrecoge;
ambas exigen premura,
la ecología del planeta así lo pide.
Cada árbol plantado
es un horizonte de esperanza y regeneración,
cada persona sometida que se libera
es un sumar de brazos,
de bocas e inteligencias y energía
que impulsará un renacimiento,
hasta que la cuantía de lo acumulado sea suficiente
para destruir el edificio siniestro
que mantenemos irresponsables;
en ese instante sublime se desmoronará frágil
en medio de un crujir de huidas
y abandonos cobardes.
Todavía no es el tiempo de la cosecha;
ahora, aquellas personas que siembran,
ejercen un saludable oficio,
en tanto reparten un germen
que gestará el nuevo mundo
cuando nuestros huesos se blanqueen
en el albur de la Historia.
Pisarán nuestras olvidadas cenizas,
abonaremos la ávida tierra con ellas
y empujaremos la unión irrefrenable
entre todo lo que existe
con un aullido de acero
porque sabemos que nos aguarda
el final de toda la tortura
que nuestros amos y dioses
han ejercido sobre nuestras cabezas.
No olvidamos,
no perdonamos,
no ponemos la otra mejilla,
solo aguardamos que llegue nuestra hora.
20-2-2017
pletórica de canciones.
Semillas e ideas, fértiles,
un paralelismo tan próximo que sobrecoge;
ambas exigen premura,
la ecología del planeta así lo pide.
Cada árbol plantado
es un horizonte de esperanza y regeneración,
cada persona sometida que se libera
es un sumar de brazos,
de bocas e inteligencias y energía
que impulsará un renacimiento,
hasta que la cuantía de lo acumulado sea suficiente
para destruir el edificio siniestro
que mantenemos irresponsables;
en ese instante sublime se desmoronará frágil
en medio de un crujir de huidas
y abandonos cobardes.
Todavía no es el tiempo de la cosecha;
ahora, aquellas personas que siembran,
ejercen un saludable oficio,
en tanto reparten un germen
que gestará el nuevo mundo
cuando nuestros huesos se blanqueen
en el albur de la Historia.
Pisarán nuestras olvidadas cenizas,
abonaremos la ávida tierra con ellas
y empujaremos la unión irrefrenable
entre todo lo que existe
con un aullido de acero
porque sabemos que nos aguarda
el final de toda la tortura
que nuestros amos y dioses
han ejercido sobre nuestras cabezas.
No olvidamos,
no perdonamos,
no ponemos la otra mejilla,
solo aguardamos que llegue nuestra hora.
20-2-2017
Ojalá llegue esa hora. Mucho optimismo y esperanza siento en este poema en un momento negro de la existencia del planeta, donde asesinan niños mientras se mira para otro lado.
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