No todos los poemas persiguen esta indagación, sino que viajan por diferentes senderos, algunos buscan una paz interior que parece posible a pesar de las turbulencias de la vida. Sobre esto el autor tiene mucho que decir, aunque se exprese por momentos con cierto fatalismo. No es para menos. Intuye el advenimiento de un nuevo orden mundial autoritario, sin disfraz, alimentado por la barbarie de la época en que vivimos y la ignorancia y sumisión que la define. La capacidad destructiva humana le sobrecoge, con su máxima representación sangrienta en el genocidio palestino por parte del estado de Israel. A pesar de este inmenso dolor y rabia impotente, no existe resignación en Ángel, más bien al contrario, impera un espíritu de rebelión ante la injusticia y de añoranza de los elevados ideales que hicieron creer a muchas generaciones durante el siglo XIX y XX que un mundo solidario estaba por llegar.
El viaje poético no concluye ahí, en el libro se manifiestan los ecos de personajes que en un momento dado han impactado al autor como Pablo Picasso, Alejandra Pizarnik, Putin o Hafsa Bint al-Hayy.
Al final, se repliega sobre sí mismo, se refugia en ese mentado universo de los sueños, para desde él cantar a la vida, a la voluptuosidad de la noche, al deseo de una eterna primavera, a la exaltación del amor universal, y todavía tiene fuerzas para recordar a las compañeras que ya no están.
El recorrido por este poemario no es alegre, tal vez resulte descarnado por momentos, mas en cualquier caso, supone una «recapitulación» de un recorrido existencial vivido con intensidad.
En el anexo final hay cuatro poemas y un dibujo realizados por Ángel Lejarriaga Peña, padre de Ángel, encontrados entre sus papeles después de su muerte acaecida en el mes de julio de 2015. También se incluyen 3 poemas fechados en el año 1978, escritos durante el servicio militar del autor.
Maimouna León
EL VIAJERO DE ORIÓN (2011)
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