16 ago 2019

Doctor Zhivago


Por Ángel E. Lejarriaga



En 1957 se publicaba en Italia esta novela del soviético (URSS) Boris Pasternak (1890-1960). Tendrían que pasar treinta y un años para que el pueblo ruso pudiera gozar de su lectura; la Perestroika se encontraba en todo su apogeo. Así estaban las cosas en los años cincuenta en la patria de los soviets; y eso que a su autor le habían concedido el Premio Nobel de Literatura en 1958, premio que rechazó debido a las presiones de su gobierno.
 
Gran parte de mi generación tuvo contacto con Pasternak y su novela a través de la película de David Lean que se estrenó en 1965. No podemos justificarnos de no haberla leído entonces porque en 1959 la editorial Noguer de Barcelona se atrevió con su traducción (Fernando Gutiérrez) y publicación.

Esta novela, aparte de su excepcional contenido narrativo, tiene su relevancia tanto por cómo fue concebida como por las dificultades que pasó su autor para que trascendiera el estrecho y represivo marco de su país. Pasternak empieza a tomar notas entre el período 1910 y 1920. Pero no comienza su escritura definitiva hasta 1945. Mas ahí no termina su periplo, la completó en diciembre de 1955. Evidentemente, es innegable que era la obra de su vida. Hubo algunos anticipos de la novela de manera breve y aislada, en concreto en la revista Znamyahabia en el año 1954, en esta se publicaron una decena de poemas que estaban incluidos en ella. Cuando la dio por terminada, ya en el año 1956, se decidió a mandar el manuscrito a diversas revistas soviéticas sin ningún éxito. A pesar de los riesgos que corría por sacar la obra al exterior sin el permiso de la jerarquía política de su país, se puso en contacto con el corresponsal italiano de Radio Moscú, a la sazón afiliado al Partido Comunista Italiano, al que le entregó la obra. A partir de ese instante se produjo un aumento significativo de la tensión. Todas las revistas a las que había mandado el texto lo habían rechazado menos una, Goslitizdat. Cuando esta le contestó, le dijo que la publicarían bajo la condición de hacer algunos cambios; al mismo tiempo le exigían que reclamara el manuscrito al editor italiano que lo tenía, Giangiacomo Feltrinelli, también del PCI. Pero el control de la situación se le escapó a Pasternak, Feltrinelli publicó la novela sin más dilaciones en noviembre de 1957 porque temía que se le adelantara alguna otra editorial. Efectivamente, al año siguiente la novela comenzó a publicarse también en francés e inglés, así hasta sumar dieciocho idiomas. Él éxito de la obra fue rotundo, aparte de su calidad, porque el mundo estaba en plena “guerra fría” y publicar a un soviético fuera de la URRS era de alguna manera tocarle las narices al Soviet Supremo. La concesión del Nobel a un desconocido como era Pasternak se produjo en esa línea de provocación política. Aunque, ciertamente, no era la primera vez que se proponía a Pasternak para el mismo, entre 1945 y 1958 el comité que otorgaba el galardón en lo que se refiere a literatura había discutido su nombre en seis ocasiones. Como curiosidad, cuando se editó la novela por fin en la URSS, lo hizo una de las revistas que en un primer momento la había rechazado, Novy Mir.

Las razones por la que la novela fue vetada y silenciada se debieron al enfoque que Pasternak dio al protagonista, al doctor Zhivago. Los censores consideraron que la obra no era políticamente correcta porque daba una visión individualista de la vida, descartando la responsabilidad que cada ciudadano soviético tenía con el pueblo y con el Estado. Zhivago intentaba sobrevivir y amar, por encima de todo amar, y le preocupaban menos las circunstancias históricas que se sucedían a su alrededor, no le interesaba demasiado el régimen, solo deseaba ser moderadamente feliz con lo que tenía a mano. El hombre nuevo soviético era incompatible con el individualista Zhivago. Nikita Jruschov, que se suponía iba a renovar el partido y su política interior, sin haber leído la novela la condenó y ordenó que la persiguieran. El diario Pravda la acusó de poseer escasa calidad. Las presiones sobre Pasternak fueron difícilmente soportables, fue expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos y condenado al ostracismo más absoluto, hasta tal punto que se vio obligado a rechazar el Premio Nobel de Literatura. Otra curiosidad interesante es que el editor italiano, Feltrinelli, fue expulsado del PCI debido a su ligereza a la hora de decidir la edición de la novela sin contar con el visto bueno de los próceres del Partido Comunista de la URSS. Por lo que se sabe hoy en día, entre otras cosas a través de las memorias del propio Jruschov, años después este llegó a leer la novela y afirmó que no existía en ella ningún contenido antisoviético. En cualquier caso, no ordenó que la publicaran.
 

Este debate es muy sugerente. Quien husmee en todo lo que se ha escrito sobre la novela y su autor, descubrirá con estupor, que esta fue condenada en su tiempo por todo tipo de intelectuales tanto de izquierdas como de derechas; exceptuando a los que apoyaban al PCUS, la consideraban una novela que defendía la Revolución bolchevique. Yo no he captado precisamente eso en absoluto. Pasternak expone lo que ve, lo que vive o lo que ha vivido. Más bien diría que no se mancha las manos a la hora de calificar al régimen e incluso, al margen de la novela, en algún momento de su vida, da una de cal y otra de arena. Por ejemplo, en 1935 Stalin lo envió al Congreso antifascista en defensa de la cultura que se celebró en París; se podría decir que fue la “estrella soviética” según se recogió en la prensa. Sin embargo, en 1937 Pasternak se negó a rubricar un manifiesto que apoyaba la ejecución del mariscal Tujachevski, e incluso escribió a Stalin una carta explicándole por qué: era opuesto a la pena de muerte.
 
Pasando a los entresijos de la novela, lo que esta nos cuenta es la vida misma, sobre todo para alguien al que la suerte parece haberle abandonado. Zhivago tiene un tipo de vida burguesa que le gusta, es médico y disfruta, además, ejerciendo su profesión pero los tiempos que le han tocado vivir son convulsos y aunque siempre intenta hacer lo correcto, según sus posibilidades, quizá la fuerza que domina los escenarios en que se desarrolla su existencia es el descontrol. Zhivago es un enamorado de la vida, hace lo que le gusta; al igual que Lara pero desde posiciones sociales diferentes. Cuando llega el momento se casa con Antonina con la que tiene hijos. Su primer choque con la existencia viene de la mano de la Primera Guerra Mundial en la que participa como médico militar. Durante este periodo se encuentra en Meliuzéyec, en un hotel destartalado, con Lara que ejerce de enfermera. La vida de Lara ha sido dura, se casó con Pavel, un revolucionario, que está desaparecido, con el que ha tenido una hija. De hecho va al frente como voluntaria para buscarle, infructuosamente. Sus caminos se separan pronto. Zhivago vuelve con su esposa. Entonces estalla la Revolución bolchevique y deciden marcharse al campo donde parece que la vida es más fácil. Pero no hay tregua, en esta novela no paras de llevarte sobresaltos. Se acomodan más o menos y en una de sus visitas a la ciudad de Yuriatin, que se encuentra cerca de donde ellos viven, ve a Lara y la pasión se descontrola, hasta el punto que está dispuesto a abandonar a esposa e hijos. En ese momento se produce otra vuelta de tuerca, los partisanos, de regreso a casa, lo capturan y le obligan a hacer de médico para ellos. Se escapa y acude a Lara para que le esconda pues se ha convertido en un proscrito. Ahí no acaban sus peripecias y no las voy a contar para dejar algo de emoción al lector. No obstante, anticipo que el último capítulo contiene veinticinco poemas muy hermosos que Pasternak atribuye a Zhivago.

Precisamente de esto –de su poesía- hay que hablar antes de terminar esta reseña. Aunque la fama universal de Pasternak le llegó a través de Doctor Zhivago, él ya era muy conocido como poeta, veinte años antes de la aparición de la novela. De hecho existe una leyenda que nos llega desde los años treinta según la cual, Pasternak sobrevivió a las purgas de Stalin debido a que este era un gran admirador de su poesía. A Boris Pasternak se le ha considerado como “un poderoso lírico” calificativo nada exagerado si se leen dos de sus libros más tempranos: Mi hermana la vida (1922) y El segundo nacimiento (1932).

Evidentemente, Doctor Zhivago es una novela que está cargada de poesía, en sus descripciones de la naturaleza y en su exaltación del amor. Después de leerla por segunda vez, y haber visto la película unas cuantas ocasiones, he de reconocer que me ha vuelto a cautivar. 



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