14 ene 2016

La dama errante

Por Ángel E. Lejarriaga


La obra vio la luz editorial en 1908. La sucedería, en 1909, La ciudad de la niebla y dos años después, en 1911, El árbol de la ciencia. Pío Baroja las agrupó en una trilogía a la que denominó «La raza».

Siguiendo su estilo particular, Baroja pinta cuadros sobre la realidad española de su tiempo, sin obviar lo grotesco de nuestra sociedad, que expresa de una manera descarnada y poco piadosa. Muchas de sus obras están inspiradas directamente en sucesos documentados, como en esta, La dama errante. En ellas habla del «carácter» del pueblo español, con toda su diversidad plurinacional. Según palabras del propio Baroja no pretendía crear una obra «de gran calidad literaria o filosófica sino, más bien, algo más psicológico y documental».

En esta novela construye toda una trama dramática alrededor del atentado que se produjo el 31 de mayo de 1906 en Madrid contra el cortejo nupcial del rey Alfonso XIII. El autor de los hechos fue Mateo Morral Roca, nacido en Sabadell en 1880, que procedía de una adinerada familia catalana de padre republicano y madre ultra católica. Tras una etapa de formación fuera de España, en 1899 regresó para dirigir la industria textil propiedad de su familia. Según parece, cuando regresa de Leipzig no solo trae el conocimiento de varios idiomas sino que le acompañan las ideas anarquistas con las que había entrado en contacto. Las relaciones con sus padres se complicaron debido a su compromiso social y en 1901 puso distancia con ellos, visitando Alemania, París y Londres. Es en esta última ciudad entró en contacto con Errico Malatesta, célebre anarquista italiano.

A su vuelta rompió definitivamente con su actividad laboral, y comenzó a trabajar de bibliotecario con Franciso Ferrer Guardia, fundador de la Escuela Moderna. En 1905 pretendió atentar en París contra Alfonso XIII sin éxito por lo que decidió intentarlo de nuevo un año después, esta vez en Madrid, utilizando una «bomba Orsini». El día de la boda del rey, cerca de las dos de la tarde, cuando la comitiva se dirigía al Palacio Real procedente de la iglesia de los Jerónimos, Mateo Morral arrojó una bomba en un ramo de flores desde el balcón del tercer piso de la pensión en la que estaba hospedado, en el número 88 de la calle Mayor (hoy número 84). En su vuelo hacia el objetivo el artefacto tropezó con los cables del tranvía y se desvió hacia la multitud que rodeaba a los reyes. El desastre fue mayúsculo: más de cien heridos y veinticinco muertos. Los hechos que sucedieron a continuación es sobre los que Baroja construye la trama: la fuga de Mateo Morral. La calle Mayor llegó a llamarse durante la Guerra Civil calle de Mateo Morral.

Baroja conocía a Mateo Morral, y a varios compañeros de este (un empleado de los tranvías llamado Ibarra, que acabó en la cárcel, y un polaco que era viajante de comercio), porque el autor del atentado frecuentaba una tertulia literaria del Café Candelas de la calle de Alcalá, en la que él participaba con otros escritores del momento.

En la novela hay cuatro personajes centrales que representan diversos aspectos de la vida española. Bruell (Mateo Morral). El Doctor Aracil, María Aracil, su hija; y un amigo íntimo del doctor, Iturrioz. María Aracil volverá a aparecer como protagonista en la siguiente novela de Baroja, La ciudad de la niebla, en la que se cuenta la visita que ella realiza a Londres.

Antes de meterse de lleno en la historia, Baroja da un repaso a nuestra idiosincrasia patria sin remilgos:
«En nuestra época y en nuestro país es muy difícil ser niño. La vida se marchita pronto, cuando no brota ya mustia por herencia. […] España es el país ideal para los decrépitos, para los indianos, para los fracasados, para todos los que no tienen nada que hacer en la vida porque lo han hecho ya, o porque su único plan es ir vegetando.»
«La vida española de hoy es como una momia envuelta en vendas.»
«Aquí no hay más que tres cosas: un patriotismo de Madrid, burocrático y falso; un regionalismo que es una cursilería; un provincialismo infecto, y luego la barbarie natural de la raza.»
Después de estos prolegómenos la narración sube de tono cuando Bruell comete el atentando, escapa, le pide refugio al Doctor Aracil y este se lo da. Como consecuencia de esto padre e hija tienen que huir del país y buscar refugio en Portugal, todo ello a través de un accidentado viaje.

El personaje que representa a Mateo Morral es Nilo Brull, todo lo contrario de lo que Baroja admiraba en los anarquistas. De hecho, al lector enseguida le resulta desagradable, independientemente de su retórica más o menos convincente.
«Es la síntesis de los anarquistas que llegaron a Madrid de Barcelona que tenían un carácter de soberbia, de rebeldía y de amargura.»
La hija del doctor, María, es un personaje muy interesante porque se encuentra lejana a las mujeres de su tiempo; está educada ―culturalmente hablando―, tiene ideas propias y no pretende casarse como única salida para proyectarse en el futuro y autorrealizarse como persona. Muy por el contrario, posee un gran apetito de conocimiento sustentado en una vida sencilla y de talante natural que comparte en largas conversaciones con su primo Venancio.
«[…] un país lleno de árboles suponía una transformación de la vida, convirtiéndola, de áspera y ruda, en civilizada y humana.»
«[…] soy enemigo de las ciudades grandes, del lujo y de la propiedad. Creo que el dinero está pudriendo nuestra vida. Los españoles debíamos vivir como lugareños, porque nuestro país es pobre. Yo muchas veces he pensado que viviríamos en el campo. Esparciríamos la vida que se amontona en las ciudades por los valles y los montes, haríamos la propiedad de la tierra común a todos, y así podríamos vivir una vida limpia, serena y hermosa.»
Es posible, como se ha comentado, que el personaje de María represente el ideal de mujer que sueña Baroja, es decir, un ser inteligente, valiente, solidario y tenaz en la consecución de sus objetivos.

El Doctor Enrique Aracil es otra cosa. Le encantan las tertulias incendiarias y se define como anarquista, dispuesto a todo por conseguir su ideal, pero cuando se ve enfrentado a la posibilidad de ser apresado, juzgado y condenado, se hunde. No quiere perder todo lo que le ha costado tanto esfuerzo conseguir, entre otras cosas su prestigio como médico. Su discurso político se queda así convertido en verborrea a la hora de la verdad. La hija le protege y le empuja hacia la salvación de la huida y con su ejemplo le hace recuperar el valor.

Iturrioz es un hombre coherente con sus ideas a pesar de poseer una fama que deja mucho que desear. Su carácter es insociable, un cínico «entusiasta de la violencia». Si antes he dicho que María podría ser el ideal de mujer de Baroja, Iturrioz se parece mucho al mismo Baroja; obviando los temas religiosos: Iturrioz declara su fervor a la Iglesia Católica. Al final, su coherencia le lleva a implicarse en la fuga de su amigo sin regatear en esfuerzos.
«[…] un dinamitero me parece un artista, un escultor, bárbaro y cruel, que modela en carne humana.»
En síntesis, La dama errante me parece una novela muy recomendable que se lee rápido. Después de terminarla, eso sí, te queda en la boca un sabor agrio porque el presente de nuestra tierra no es mucho mejor que lo que nos describe Baroja hace ciento diez años.


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