9 dic 2025

Andamios


ANDAMIOS (1996)
Mario Benedetti



Por Ángel E. Lejarriaga


Mario Benedetti (1920-2009).

Publicada en 1996, Andamios es la última novela que Mario Benedetti escribió antes de su muerte. El libro retoma temas esenciales de su literatura: el exilio, la identidad, la memoria, el desencanto y, finalmente, la esperanza. Lo hace de un modo introspectivo, dejando a un lado el melancólico de algunos de sus textos anteriores, en una meditación sobre el regreso al país abandonado por fuerza mayor, con una idea básica de reconstrucción, de recomenzar, aunque no en el punto en que dejó su vida en la partida. El título Andamios, es una metáfora que encuadra la obra, los andamios son estructuras provisionales que sostienen algo en proceso de construcción. En este caso el edificio que se reconstruye es el yo del protagonista, Javier Montes, y por extensión, el de toda una generación rota por la dictadura uruguaya.

La novela comienza con el retorno de Javier a Montevideo después de doce años de exilio en España. Vuelve con la intención de recuperar la ciudad, los afectos y, sobre todo, una versión de sí mismo que ha quedado suspendida en el tiempo. Sin embargo, el Montevideo que encuentra no es el que dejó, los amigos han cambiado, las calles le parecen diferentes y la atmósfera política se caracteriza por una mezcla de resignación y desencanto. Mario Benedetti, que conoció en carne propia el exilio, escribe con una lucidez contenida, sin dramatismo, pero con la carga emocional de quien sabe que el regreso no es nunca un simple retorno físico, sino una experiencia existencial de desarraigo renovado.
“No quiero que me vendan sueños ajenos sino sencillamente que se me cumplan los míos”.
Me recuerda, en parte, La raíz rota (1951), de Arturo Barea, en lo que se refiere al extrañamiento continuo de los exiliados forzosos. Javier, que en España trabajó como periodista y traductor, intenta integrarse a su antiguo entorno, pero pronto advierte que la distancia del tiempo pasado lo ha convertido en un extraño entre los suyos. Sus antiguos compañeros y compañeras de militancia, los que sobrevivieron a la represión de la dictadura militar, están cansados o adaptados a la nueva situación política: una democracia al estilo de la “transición” española; es decir, los antiguos torturadores siguen sueltos y los que les dirigían, de una manera o de otra gestionan la nación. Los ideales que dirigían sus vidas ahora se perciben difusos por la tóxica rutina democrática.
"Tratar de asimilar un país que no es el mismo, y sobre todo comprender por qué yo tampoco soy el mismo"
Benedetti construye un retrato coral del Uruguay posdictatorial, donde los supervivientes buscan buenas razones para seguir adelante. A través de los diálogos el autor vuelve a explorar la dimensión colectiva de la vida cotidiana, y lo hace desde distintas formas discursivas, con la narración en tercera persona, con fragmentos de diario, cartas, poemas y monólogos interiores. Todo este material se entrelaza para ofrecer una visión caleidoscópica del proceso de reincorporación a la vida uruguaya del protagonista. Esta estructura fragmentaria refuerza la idea de que el "yo" es también un andamio, una construcción precaria, sostenida por recuerdos, palabras y vínculos afectivos. Son retazos de vida que el lector tiene que armar como si participara también en esa reconstrucción.

La prosa de Benedetti es clara y cercana, hay en ella una cadencia coloquial, sin renunciar a la profundidad. Su voz habla desde la madurez, con sobriedad y, desde luego, menos optimista que en sus primeras novelas, y no pienso al hacer esta mención positiva en La tregua (1960). El humor, siempre presente en sus obras, funciona aquí como una defensa frente al desencanto, de alguna manera una forma de resistencia ante la pérdida de sentido.

La novela aborda el exilio como una experiencia política pero también como condición ontológica; el exiliado no pertenece plenamente a ningún lugar, ni al país que dejó ni al que lo acogió. Javier, en su entorno, descubre que la patria no es un espacio geográfico sino una red de afectos, un territorio emocional que se ha erosionado con el paso del tiempo. Este descubrimiento, lejos de ser trágico, le conduce hacia una aceptación madura de la impermanencia y la necesidad de establecer nuevos vínculos. De ahí que los “andamios” no sean sólo metáforas del pasado reconstruido, sino de un futuro posible.

Benedetti logra que la intimidad del personaje principal adquiera una dimensión colectiva. Javier Montes encarna a toda una generación de latinoamericanos que vivieron el exilio como fractura vital, pero también como aprendizaje. La novela, sin embargo, no se refugia en la nostalgia, su mirada está puesta en la posibilidad de empezar de nuevo, de encontrar un nuevo equilibrio entre la memoria y el presente. En ese sentido, Andamios puede leerse como un canto discreto a una esperanza consciente de las cicatrices.

Javier comprende que su regreso no implica recuperar lo perdido, sino aceptar que la vida se sostiene sobre estructuras transitorias, sobre andamios que se desmontan y vuelven a levantarse. En esa conciencia del carácter efímero de las cosas reside la serenidad final del protagonista, y quizá también la del propio Benedetti.
“Fíjate que mi luto no fue vestirme de negro, sino quedarme sin risa”.
Andamios es, en síntesis, una obra que combina memoria personal y los afectos que emanan de lo cotidiano. Su lectura deja la impresión de que el autor mira hacia atrás sin rencor, y hacia adelante sin ilusiones, pero con una fe intacta en la dignidad humana. La novela es sobria, narrativamente hablando, y nos transmite la idea de que a pesar de todo se puede seguir construyendo, aun sabiendo que toda construcción es siempre provisional.

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