Por Ángel E. Lejarriaga
Este poema está incluido dentro del poemario "El circo de los necios" (2018)
Dedicado a las víctimas del atentado de Barcelona del año 2017.
Las calles hieden a miedo,
a escupitajos de rabia
ante el silencio de los cuerpo rotos
como barajas de naipes dispersos.
Rojo sobre gris,
negro sobre negro,
negro.
¡Olé! La gracia que tiene
la muerte cuando baila.
¡Olé! El cordero desangrado
que no emite un grito de queja.
Si tuviera lágrimas lloraría
pero mis ojos se han secado
de tanto pensar la historia,
el mundo se pudre
en su mortaja de olés,
folclóricos y ciegos.
¡Olé! Por el fin de los tiempos.
¡Olé! El desparpajo triste
de los enterradores.
¡Olé! El fatalismo de los reos
que esperan ser holocausto.
Nuestros olés inconscientes,
inconsistentes,
acunan el beneficio,
infame e ilimitado,
de esos pocos que acumulan guerras,
ellos ponen las palabras ampulosas,
huecas:
¡Democracia!
¡Libertad!
¡Patria!
¡Unidad!
Nosotros ponemos los muertos.
¡Olé! Por los muertos.
¡Olé! Por los que quedamos vivos
pero empezamos a estar muertos,
no sé si antes de tiempo
o a destiempo,
o ya el tiempo no importa
y la existencia es solo viento,
un viento imprevisible.
¡Olé! También por el viento.
Tantos olés me atormentan
porque no vienen a cuento,
y tapan verdades
que podrían enterrar el espanto
de los cementerios llenos,
y conducir a la muerte
hacia los senderos previsibles
del nacer y el crecer,
y el agostarse con el paso de las estaciones
y el murmullo amable de las leyendas de viejas,
nuestras leyendas.
¡Ay! Que nos han matado de nuevo,
tantas veces hemos muerto,
y a pesar de ello
no nos acostumbramos,
no,
no hemos nacido para hacer de muertos útiles,
para sembrar calles con sangre
o campos de batalla,
o escuelas bombardeadas,
o andamios caídos
o pasillos de hospitales,
o mares fronterizos.
¡No!
No quiero ser de esos muertos,
no quiero esos muertos,
que me quiero vivo,
que los quiero vivos,
risueños,
alegres,
altivos,
desmadejando el calendario
con auroras de oro
y senderos de miel.
Que los quiero a todos a mi lado,
de aquí y de allá,
sonriendo abrazos,
sin banderas ni alambradas,
solo pieles entretejidas,
calientes,
con olor a rosas,
coronados de pétalos
capaces de enardecer pupilas
hambrientas de sueños.
¡Olé! Que no quiero más muertos
ni más vencidos,
ni más terror,
ni más estruendos,
ni más verdugos.
¡Olé! Que los quiero vivos.
19-8-17
a escupitajos de rabia
ante el silencio de los cuerpo rotos
como barajas de naipes dispersos.
Rojo sobre gris,
negro sobre negro,
negro.
¡Olé! La gracia que tiene
la muerte cuando baila.
¡Olé! El cordero desangrado
que no emite un grito de queja.
Si tuviera lágrimas lloraría
pero mis ojos se han secado
de tanto pensar la historia,
el mundo se pudre
en su mortaja de olés,
folclóricos y ciegos.
¡Olé! Por el fin de los tiempos.
¡Olé! El desparpajo triste
de los enterradores.
¡Olé! El fatalismo de los reos
que esperan ser holocausto.
Nuestros olés inconscientes,
inconsistentes,
acunan el beneficio,
infame e ilimitado,
de esos pocos que acumulan guerras,
ellos ponen las palabras ampulosas,
huecas:
¡Democracia!
¡Libertad!
¡Patria!
¡Unidad!
Nosotros ponemos los muertos.
¡Olé! Por los muertos.
¡Olé! Por los que quedamos vivos
pero empezamos a estar muertos,
no sé si antes de tiempo
o a destiempo,
o ya el tiempo no importa
y la existencia es solo viento,
un viento imprevisible.
¡Olé! También por el viento.
Tantos olés me atormentan
porque no vienen a cuento,
y tapan verdades
que podrían enterrar el espanto
de los cementerios llenos,
y conducir a la muerte
hacia los senderos previsibles
del nacer y el crecer,
y el agostarse con el paso de las estaciones
y el murmullo amable de las leyendas de viejas,
nuestras leyendas.
¡Ay! Que nos han matado de nuevo,
tantas veces hemos muerto,
y a pesar de ello
no nos acostumbramos,
no,
no hemos nacido para hacer de muertos útiles,
para sembrar calles con sangre
o campos de batalla,
o escuelas bombardeadas,
o andamios caídos
o pasillos de hospitales,
o mares fronterizos.
¡No!
No quiero ser de esos muertos,
no quiero esos muertos,
que me quiero vivo,
que los quiero vivos,
risueños,
alegres,
altivos,
desmadejando el calendario
con auroras de oro
y senderos de miel.
Que los quiero a todos a mi lado,
de aquí y de allá,
sonriendo abrazos,
sin banderas ni alambradas,
solo pieles entretejidas,
calientes,
con olor a rosas,
coronados de pétalos
capaces de enardecer pupilas
hambrientas de sueños.
¡Olé! Que no quiero más muertos
ni más vencidos,
ni más terror,
ni más estruendos,
ni más verdugos.
¡Olé! Que los quiero vivos.
19-8-17
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