16 oct 2023

El viajero


Por Ángel E. Lejarriaga




Este poema está incluido dentro del poemario "El circo de los necios" (2018).


El viajero cree que está varado
pero navega,
flota en una viscosa marea
de pérdidas irrecuperables,
sin tierra firme,
sin puertos a los que dirigirse.

El viajero simboliza su tiempo
como un tesoro en llamas
que se consume imperfecto,
gastado o malgastado,
no hay un juicio válido
que lo determine.

El viajero calla
porque sus palabras
carecen de fuerza,
de espontaneidad creativa,
su brillo se ha marchitado
como la frescura de sus músculos.

El viajero no sueña,
bebe de un presente subterráneo,
de hábitos desnudos,
de lugares conocidos
que le protegen de la furiosa tormenta,
del olvido inevitable.

El viajero se alimenta
de horas robadas
a libros secuestrados,
con historias de otros,
con recueros de aquellos
que ya no están.

El viajero no sabe nada,
no quiere nada,
no espera nada,
el deseo le ha abandonado
con el lento declinar
de su antigua ilusión.

El viajero navega,
el viajero calla,
el viajero no sueña,
el viajero reposa,
el viajero quema horas de otros,
el viajero se apaga.

El viajero observa la tierra
que mañana le acogerá
con el cansancio propio del héroe
que quiso ser y nunca fue,
porque el viajero
fue un luchador
que perdió el barco,
la brújula
y la bandera sin patria,
fue un orador
que se mordió la lengua,
fue un soñador
que se durmió para no despertar,
fue un degustador de libros
en los que quedó atrapado.

El viajero se va despacio,
silencioso,
sin mirar atrás,
sin arrepentimiento,
con la certeza alegre
de que no volverá a nacer.

21-11-17

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