DECONSTRUCCIÓN
Ya no quiero mirar su circo de mentiras groseras,
ya no quiero escuchar sus consignas inquisitoriales,
ya no quiero respetar sus dioses sangrantes y crueles,
ya no quiero obedecer sus leyes humillantes.
Romperé mis lazos con sus valores podridos,
quemaré sus iglesias alienantes,
enterraré en un pozo profundo su religión castrante,
guardaré en un museo sus imágenes dolientes,
dejaré de pagar sus impuestos,
óbolo de corruptos y mercaderes violentos,
reventaré sus urnas hueras,
quemaré los pupitres donde se educan los esclavos,
desmontaré sus fábricas destructoras de la naturaleza,
destruiré sus mercados y sus comercios,
arderán sus escaparates,
inutilizaré sus armas
y las convertiré en arados,
amputaré sus lenguas venenosas,
desnudaré a sus policías y militares
y los elevaré a la categoría de personas,
vaciaré sus bancos, sus bolsas y sus fondos monetarios,
deshilaré sus banderas ensangrentadas
y dejaré que el pudridero de la Historia las reduzca a polvo.
Todo esto me gustaría hacerlo en seis días,
como dice la leyenda;
el séptimo descansaré agotado,
tal vez contento y satisfecho,
acostado sobre un lecho de ilusiones y proyectos
tejidos de utopías,
de sueños placenteros,
de abrazos cálidos,
de sonrisas honestas,
de promesas nuevas,
regeneradoras.
Entonces podré dormir
sin pesadillas ni sobresaltos,
y aunque todo esté por hacer
el reloj perderá su utilidad mecánica
y la vida será solo vida,
respiración,
entonaciones de voz,
aromas reconocibles,
horizontes cristalinos.
Quizá en ese instante excepcional
podré deleitarme con mis libros,
saborear los cambios diarios de la naturaleza,
amamantar silencios plácidos;
ver partir al viento sin desear retenerlo
y observar como una nueva generación
se abre paso hacia el futuro
con las manos prestas a la construcción del nuevo mundo.
¡Ay!,
entonces,
de mis pies crecerán raíces
que se hundirán en la tierra fértil
y me convertiré en simiente.
23-4-2018
Hay que hacerlo, sí señor. Quizás seis días no sean suficientes...pero hay que hacerlo.
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