3 dic 2019

Fría aritmética

Por Ángel E. Lejarriaga



Cuarto libro de Antonio Morillas (1959), recién editado y también recién presentado en Getafe el 29 de noviembre de este año.

En esta ocasión, el autor nos expone una colección de poemas ―es su segundo poemario― que según ha expresado en la presentación “[...] no obedece a un motivo concreto” como es en sí la poesía, “ha nacido de forma anárquica a lo largo de los años”.

En Fría aritmética se tocan muchos palos, como no puede ser de otra forma, sobre todo cuando estos poemas han sido escritos a lo largo de decenios. Expresan amor, frustración, alegría y “reflexiones acerca de la vida y sus vaivenes”.

Aunque Antonio es bastante modesto con el tema del amor “en los asuntos amorosos perdió todas las batallas pero ganó la guerra”, lo cierto es que no le ha ido del todo mal. Sus poemas expresan lo que él quiere, lo que lleva dentro, ese estupor hiriente que en ocasiones produce el hecho mismo de existir desvalido en este mundo cruel y despiadado.
“Para mí, un poema es la síntesis de un estado de ánimo, de un momento. Y un poemario, a veces, es una declaración de intenciones, un desnudarse ante los demás, episodios de una vida.”
Afirma que tal vez cualquiera de nosotras hubiera podido escribir esos versos: “la existencia de los seres humanos se parece una a otra más de lo que creemos”, pero discrepo, cada cerebro posee sus propias y personales claves que solo la vorágine interior es capaz de vomitar, a su modo, con su lenguaje.

El poemario es un diario, un libro de memorias, de recuerdos, de sensaciones atrapadas en misteriosas células de nuestro cuerpo, traducido a palabras que, sin la necesidad de entenderse del todo, resultan melódicas si se leen en voz alta.
“[…] es el diario de un hombre que camina sobre preguntas, sobre las aguas turbulentas de las contradicciones porque hay palabras —para algunos verdades absolutas— que solo tienen sentido / en la jerga de quienes caminan / a golpe de certezas.”

FRÍA ARITMÉTICA

Imaginé su nombre
                        a medida de mis versos…

Como torrente que estalla en primavera
se asoman palabras al balcón de la garganta
y lloran cuando supuran las heridas
en la piel de los silencios.

Pasó el tiempo sobre las puertas
que no habíamos cruzado
y aún recuerdo los versos
encallados en la trastienda.

Pasó el tiempo. Se hizo amargo
el vino en las tinajas
pues no fue río en la garganta.

Ausente de mí mismo no reparé en su ausencia.

Ahora escribo sobre días
fríos como glaciar
para decir que mi poema siempre despreció
las reglas de la fría aritmética:
uno más uno nunca sumaron dos.


Editorial Nazarí



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