20 jul 2020

Apóstoles y asesinos


Antonio Soler (1956) es malagueño y a estas alturas posee una larga carrera dentro de la escritura, tanto de la narrativa, como del guion cinematográfico y el periodismo. Empezó escribiendo relatos, y de hecho su primer galardón, el premio Jauja, lo recibió en 1983 con Muerte canina, uno de esos relatos. En 1992 se publicarían una buena colección de estos relatos en Extranjeros en la noche. Es precisamente un año después cuando empiezan a aparecer sus novelas y a recibir premios de narrativa con una cadencia que produce vértigo: Modelo de pasión (1993), Premio Andalucía de Novela; Los héroes de la frontera (1995), Premio Andalucía de la Crítica; Las bailarinas muertas (1996), con la que recibió dos premios, el Herralde y el de la Crítica; El hombre que ahora digo (1999); El espiritista melancólico (2001); El camino de los ingleses (2004), novela con la que ganó el Premio Nadal; luego llegarían El sueño del caimán (2006), Lausana (2010), Boabdil (2012), Una historia violenta (2013), Apóstoles y asesinos (2016) y Sur (2018), Premio Narrativa Juan Goytisolo y Premio Francisco Umbral. También tiene un libro de ensayos Málaga, Paraíso Perdido (2010).

Aparte de sus trabajos literarios ha hecho numerosos guiones para televisión y ha publicado artículos en varios diarios nacionales de nuestro país como: El Mundo, El Periódico de Barcelona, El semanal, ABC, y Sur.

Una de sus novelas, El camino de los ingleses, llegó a la gran pantalla gracias a la dirección de Antonio Banderas en 2006.

Como curiosidad digna de ser tenida en cuenta, diré que Antonio Soler pertenece a una “orden”, la Orden de Finnegans, de la que fue fundador, conjuntamente con otros escritores de renombre; esta orden está dedicada a celebrar la novela universal Ulises (1922) de James Joyce. Anualmente, al menos lo intentan, dedican el 16 de junio a conmemorar en Dublín esta obra: empiezan en Torre Martello y pasean plácidamente hasta el pub Finnegans. Durante esta jornada leen párrafos de Ulises y hablan de sus infinitos laberintos. No se puede negar que la orden y su actividad anual podrían constar dentro de una guía turística.
 
Apóstoles y asesinos es, desde luego, una novela pero se la podría definir a nivel general como una crónica pormenorizada sobre la figura del anarquista Salvador Seguí (también conocido como el Noi del Sucre), la CNT, Barcelona y la política nacional e internacional del primer cuarto del siglo XX, sobre todo entre los años 1917 y 1923; en sus página aparecen la Semana Trágica de Barcelona, la Primera Guerra Mundial, la Revolución Bolchevique o la Huelga de la Canadiense.

La vida del protagonista le pertenece a la historia de nuestro país, se inserta en ella pero también es ella, porque con su personalidad carismática y determinación impulsó una transformación social que superaba con creces cualquier expectativa posible de aquel presente miserable.

El capitalismo español nunca ha sido moderado, ni lo era en aquellos tiempos ni lo es ahora, pero entonces practicaba el terrorismo de Estado, la guerra sucia que se dice, veía bien que la patronal catalana, tan respetable ella, financiara grupos de asesinos que se dedicaban a eliminar a cualquier persona que destacara en la CNT y aledaños. Naturalmente, los anarquistas y anarcosindicalistas no se quedaron a la zaga, les iba la vida en ello, e intentaron aplicar la ley del talión con todas sus consecuencias, no tenían demasiado que perder, no poseían nada, o muy poco, su única esperanza era la revolución social; los mataban impunemente, bien en la calle en atentados selectivos de pistoleros sacados de los bajos fondos, o aplicándoles la ley de fugas los incuestionables servidores públicos, entiéndase fuerzas de seguridad del Estado. Así las cosas parece que nada tenían que perder, bien cierto, pero quizá también poco que ganar, así lo veía Salvador Seguí, contrario a la violencia; no obstante, en aquel violento ambiente a ver quién le ponía el cascabel al gato. Lo que cuento, el autor lo ha documentado hasta la saciedad. Hay quien podría decir que Apóstoles y asesinos es un documento fiel de aquellos años sangrientos.

Salvador Seguí es el protagonista, para él se escribe el libro, pero no está solo en la narración, le acompañan Ángel Pestaña, otro carismático cenetista, Francesc Layret, abogado de anarquistas, razón por la que fue asesinado por los pistoleros del Sindicato Libre; y el inefable burgués Lluis Companys, amigo personal de Layret y Seguí. No me olvido, es imposible, de los instigadores en la sombra del genocidio de sindicalistas: Martínez Anido, Miguel Arlegui, el siniestro policía Bravo Portillo y el perverso mercenario barón de Koëning.

Estos son los actores de la obra, el autor los ha estudiado pormenorizadamente, se ha metido debajo de su piel, ha intuido lo que pensaban, sus ambiciones desmedidas, la soberbia de su ego insaciable. Ha constatado que carecían de atisbos de humanidad, de empatía, eran perfectos monstruos, de esos que vienen bien a los sistemas políticos opresivos.

En este escenario inabordable se mueve Seguí, hace lo que puede, es consciente de que con la dinámica de la violencia, acción reacción acción, la CNT no va a ningún sitio, menos a donde quiere ir, a preparar a la clase trabajadora para la nueva sociedad, la violencia impide cualquier tipo de educación que no pase por la pólvora y el plomo.

Iba a decir que me ha fascinado la figura de Seguí pero me quedaría corto si lo hiciera, me han fascinado él y todos los hombres y mujeres que en aquella perpetua tormenta fueron capaces de mantenerse firmes en sus convicciones y miraron al futuro con alegría y esperanza. Esto lo ha transmitido Antonio Soler en el texto; felicidades. 

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