3 ago 2020

Minority Report


Philip Kindred Dick, norteamericano, nacido en Chicago, Illinois en 1928 y fallecido en California en 1982. Digamos que su infancia no empezó con buen pie, él y su hermana melliza Jane, nacieron prematuramente, lo que supuso problemas lamentables para Jane que murió a las cinco semanas de vida. Dick dijo en diversas ocasiones que esta muerte le afectó de por vida. Pero hubo más. Cuando tenía cinco años los padres se divorciaron lo que probablemente le sería más traumático. Pero su existencia siguió su curso, y estudió en la Escuela Primaria John Eaton entre los años 1936-1938. Ya en esos tiempos un profesor comentó sobre él que tenía una “rara habilidad para contar historias”. Lo peculiar de ese comentario sobre su precocidad es que la nota más baja que sacó en esos años fue en redacción. Un nuevo cambio de domicilio condujo a madre e hijo a California, allí el adolescente Dick ingresó en el instituto de secundaria de Berkeley; en el mismo curso en el que estuvo Ursula K. Le Guin, si bien nunca llegaron a conocerse. Terminada la secundaria se matriculó en la Universidad de California en Berkeley con la pretensión de especializarse en alemán, pero no acabó los estudios. A partir de ahí tuvo que “buscarse la vida”; trabajó en lo que le iba saliendo, entre otras cosas como presentador de un programa radiofónico de música clásica o vendedor de discos. En 1952 publicó su primera novela corta y en 1955 su primera novela. Esto auspiciaba un buen porvenir pero lo cierto es que aunque intentaba desesperadamente vivir de la escritura, difícilmente lo conseguía. Como frecuentaban, él y su pareja, a elementos contestatarios de la generación beat, el FBI los tenía fichados. Cuando llegó el momento nuestro querido Dick se posicionó claramente en contra de la guerra de Vietnam, lo que le trajo más problemas. Tuvo que esperar hasta 1963 para obtener un cierto reconocimiento de la crítica con el Premio Hugo por su novela El hombre en el castillo. Esta publicación fue relevante dentro del mundillo de la ciencia ficción pero nada más. Es decir, la crítica especializada en el género le reconoció casi desde el principio, pero a pesar de publicar con asiduidad año tras año casi siempre tuvo problemas económicos.

Dick tuvo recurrentes problemas psicológicos. Le preocupaba mucho la enfermedad mental. De hecho le dio muchas vueltas a la posibilidad de sufrir algún tipo de esquizofrenia. Escribió sobre ello en varias novelas: Tiempo de Marte (1964), su personaje central es un esquizofrénico; Los clanes de la luna alfana (1964), describe una sociedad cuyos miembros descienden de personas internadas en manicomios; en 1972 escribió otra novela con uno de los personajes tratado de esquizofrenia, Podemos construirle.

Al respecto de todas estas preocupaciones, según los expertos en Dick, es que es más que probable que las visiones que durante años confesó tener podían estar relacionadas con brotes psicóticos recurrentes. Él achacaba muchas de su visiones a “un contacto con Sivainvi”. SIVAINVI son las siglas de Sistema de Vasta Inteligencia Viva (Vast Active Living Intelligence System). Como se constata, Dick era bastante especial. Además, todas estas experiencias extrasensoriales o psicóticas al final se solían traducir en novelas, lo cual fue para mayor gloria de la ciencia ficción. Naturalmente, Dick nunca fue capaz de dar una explicación racional a sus visiones, o lo que fueran, y lo intentó. Esto le llevó a poner en entredicho su capacidad de raciocinio. Todo este, por momentos, estado confusional, no impidió que intentara encontrar respuestas a través de numerosas lecturas de religión y de filosofía. Este baño de conocimiento lo refleja en algunas de sus obras.

Philip K. Dick firmó en algunas ocasiones con otros nombres: Richard Philips y Jack Dowland. Es interesante tenerlo en cuenta para no perderse nada de su obra.

Las novelas de Philip K. Dick son “extrañas”, la frontera de la realidad y la no realidad se entrecruzan, sitúan al lector ante continuos enigmas. Además, el autor no tiene mucha fe en el progreso humano, sobre todo en sus aspectos morales, y plantea mundos decadentes. Algunos de sus protagonistas se ven inmersos en situaciones en que nada es lo que parece, la característica que le es propia; el lector puede preguntarse a cada momento si lo que le está contando el narrador es real o no, si el hijo del protagonista o su esposa son seres humanos o son otra cosa (extraterrestres, máquinas o simples alucinación). Así, podemos encontrarnos con escenarios fantásticos en los que los protagonistas viven sin saber que no son reales. Todo ello, evidentemente, genera interés y confusión en el lector.

Ya he dicho que Dick pudo padecer algún tipo de psicosis recurrente pero es que, además, utilizó algunas drogas para profundizar en su autoconocimiento, lo que se tradujo en sus escritos en la creación de mundos en los que se mezclaban diferentes realidades, todas superpuestas, entrelazadas.

Se ha citado en algunos artículos sobre su figura que en una entrevista concedida a la revista Rolling Stone en 1975 Dick confesó que todos sus libros escritos antes de 1970 los hizo bajo los efectos de las drogas. Esto no quiere decir, necesariamente, que dichas drogas fueran las responsables de sus talentosas novelas.

Sus obras más importantes fueron: Lotería solar (1955); El tiempo doblado (1956); Planetas morales (1956); Ojo en el cielo (1957); Muñecos cósmicos (1957); Tiempo desarticulado (1959), en la que se inspiró la película The Truman Show; Dr. Futurity (1960); El martillo de Vulcano (1960); El hombre en el castillo (1962), Premio Hugo en 1963; Torneo mortal (1963); La penúltima verdad (1964), Tiempo de Marte (1964); Los simulacros (1964); Los clanes de la luna alfana (1964); Los tres estigmas de Palmer Eldritch (1965); El doctor Moneda Sangrienta (1965); Aguardando el año pasado (1966); The Crack in Space (1966); The Unteleported Man (1966); La pistola de rayos (1967); El mundo contra reloj (1967); The Ganymede Takeover (1967); ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), que inspiró la película Blade Runner; Gestarescala (1969); Ubik (1969); Laberinto de muerte (1970); Nuestros amigos de Frolik 8 (1970); Podemos construirle (1970); Fluyan mis lágrimas, dijo el policía (1974), ganadora del premio John W. Campbell Memorial, y finalista en los Premios Hugo y en los Premios Nebula; Una mirada a la oscuridad (1977), adaptada al cine por Richar Linklater; SIVAINVI (1980), fue adaptada como ópera por Tod Moachover. Sobre SIVAINVI, Dick dijo que era un medio de comunicación alienígena. Después de su muerte se encontró un manuscrito: Radio Libre Albemuth (1976), que completaba la trilogía de SIVAINVI. Su última obra fue La transmigración de Timothy Archer (1982).
 
Durante toda su vida Philip K. Dick intentó aclarar lo que pasaba dentro de su cabeza, como ya he dicho al principio, separar la realidad de la alucinación. Todas sus disquisiciones, difíciles de seguir y en ocasiones de descifrar, se tradujeron en unas ocho mil páginas que se publicaron en forma de diarios con el título Exégesis (1974-1982).
«Un tema recurrente en la Exégesis es la hipótesis de que la historia se había parado en el siglo I d.n.e. y que “el Imperio romano nunca cayó”. El autor veía a Roma como la cúspide del materialismo y del despotismo que, después de forzar a los gnósticos a la clandestinidad, había mantenido a la población de la tierra esclavizada por las posesiones mundanas. Dick creía que SIVAINIVI se había comunicado con él y con otras personas anónimas para desencadenar el proceso de destitución del presidente de los EEUU Richard Nixon, a quien Dick consideraba la actual encarnación del emperador de Roma.»
El libro que comentamos en este artículo contiene tres novelas cortas. La primera de ellas es The Minority Report (1956), traducido al español El informe de la minoría. El texto es ambicioso y nos plantea la posibilidad de cambiar el futuro; conociéndolo previamente. La obra fue llevada al cine por Spielberg. Dick nos cuenta que a partir de la existencia de unos mutantes que predicen líneas de futuro, los “precogs”, las autoridades pueden predecir los crímenes que se van a producir lo que les permite anticiparse a los mismos con la detención de los hipotéticos criminales antes de que cometan su delito. La idea es interesante, desde luego, pero tiene un inconveniente moral y es que los criminales no lo son en el momento en que son detenidos, es decir, son inocentes.

La segunda es We Can Remember It for You Wholesale (1966), traducida Podemos recordarlo por usted al por mayor. La historia nos describe a un individuo bastante elemental, casado, que desea viajar a Marte, pero sin recursos económicos suficientes como para pagarse el viaje. Así que decide acudir a una empresa especializada en hacer implantes de recuerdos. El problema surge cuando durante la intervención le empiezan a surgir recuerdos que estaban, presuntamente, suprimidos. De esta novela también hubo adaptación cinematográfica, Total Recall (2012), realizada por el director Paul Verhoeven, en España con el título Desafío total.

La tercera y última de las novelas se llama Impostor (1953), de la que hay película con el título de Infiltrado (2001), dirigida por Gary Fleder. Nos cuenta la historia de una supuesta suplantación de un humano por un androide. Muy sugestiva hasta el final. Hay que leerla.



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