28 oct 2025

El balcón en invierno


EL BALCÓN EN INVIERNO (2014)
Luis Landero




Por Ángel E. Lejarriaga



Luis Landero (1948), es uno de los narradores más singulares de la literatura española contemporánea, publicó en 2014 El balcón en invierno, un libro que se mueve con mesura entre la autobiografía, la memoria y la ficción. Más que una novela, se trata de un repaso memorístico, por supuesto íntimo y nostálgico, de su infancia y juventud en Extremadura y Madrid, así como los acontecimientos azarosos que le condujeron a convertirse en escritor. En sus páginas, nos adentramos en el origen de una vocación literaria que parecía un suceso poco probable en el contexto social y familiar en el que el autor creció, y que, sin embargo, acabó imponiéndose en su vida.

La obra se inicia con una especie de confesión en la que el autor relata que a punto de comenzar una nueva novela decide detenerse y en lugar de inventar una historia, iniciar la narración de sus recuerdos. Ese gesto va a marcar el tono del libro. No estamos ante un texto al uso elaborado con los artificios característicos de la ficción, sino ante un relato cercano, lleno de digresiones y matices, como si conversara con el lector.

El paisaje de la infancia ocupa un lugar esencial. Las descripciones del pueblo extremeño de Alburquerque, donde el autor pasó parte de sus primeros años de vida, muestran un mundo en transformación; la vida rural con sus durezas y sus códigos se ve progresivamente erosionada por la emigración y por el deseo de prosperidad que ofrecía la capital de España en los años sesenta. Landero retrata con detalle las figuras familiares, en especial a su padre, cuya temprana muerte le dejaría una huella profunda, y a su madre, que encarna la fuerza silenciosa de las mujeres de su tiempo. La memoria no idealiza ni embellece, Landero describe estrecheces, fatigas y la sensación de estar predestinado a desempeñar un oficio manual; pero también rescata momentos felices, alegres, solidarios y tiernos.

Uno de los ejes centrales del libro, quizá, sea la tensión entre el destino que parecía reservado a Landero, trabajos manuales, y la vocación intelectual que, poco a poco, se fue despertando en él. El relato de su paso por academias de mecanografía, sus empleos como aprendiz o sus años de guitarrista aficionado constituyen una especie de caminos alternativos que durante un tiempo le alejaron de la literatura. La escritura aparece como un horizonte improbable, inesperado, casi milagroso, que se abre paso gracias a la obstinación personal y al descubrimiento de un mundo nuevo a través de la lectura. La literatura ya no es un lujo ajeno a su vida, sino una voz que interpela directamente su destino.

El tono que emana del libro oscila entre la nostalgia y el humor. Landero no rehúye la melancolía pero sin caer en el patetismo. En ocasiones observa las propias frustraciones con una cierta ironía y cariño en los recuerdos más difíciles de digerir. El título del libro, evidentemente, es simbólico, el balcón es un lugar desde el que se puede observar el mundo; desde esa atalaya ni se está al margen de los acontecimientos ni del todo dentro de ellos. El balcón es un buen lugar para soñar, para imaginar un futuro que casi nunca se construye como lo hemos pensado. Sí, podemos en eses espacio recuperar escenas familiares y a los propios seres que añoramos, recuerdos que han construido nuestra realidad presente.

En definitiva, El balcón en invierno es un libro entrañable, que combina la evocación personal con la reflexión sobre la literatura y la propia vida. En sus páginas se percibe la tesis de que la escritura no es solamente un oficio, sino una forma de comprendernos a nosotros mismos y al mundo, dotando de paso de sentido a la experiencia.


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