7 jul 2020

Archipiélago Gulag


Alexandr Solzhenitsyn (1918-2008), nacido en la URSS, hoy más conocida como Rusia, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1970.

Sus orígenes se sitúan en Rostov del Don; su padre era un cosaco terrateniente y su madre una maestra. La posición económica familiar le permitió realizar estudios universitarios en matemáticas y física. En 1941, tras graduarse, se incorporó al ejército en el que estuvo hasta 1945. Antes de acabar la Segunda Guerra Mundial fue detenido por la policía debido al contenido de la correspondencia que había mantenido con un amigo, en la que se referían ciertas críticas a la forma en que Stalin estaba dirigiendo la Guerra. Como consecuencia de ello fue condenado a una pena de ocho años de trabajos forzados. Durante ese periodo recorrió varios campos de trabajo. Podía haberle ido peor pero acabó en un centro de investigación en el que trabajaban presos políticos, por supuesto vigilados por las fuerzas de seguridad del Estado.

Hasta la primera publicación de uno de sus libros, estuvo firmemente convencido de que su obra no iba a ser editada, pero cuando salió de la imprenta Un día en la vida de Iván Denísovich concibió esperanzas. La obra disparó todas las alarmas en la URSS, era la primera en que se hablaba de lo que había sucedido en el país en la época de Stalin, y se hacía de una manera ácida y descarnada. Esto le costó volver al ocultamiento y a las ediciones clandestinas, a las que ya estaba familiarizado.

De su experiencia en los campos de concentración surgieron varios libros, por ejemplo, el ya citado Un día en la vida de Iván Denísovich (1962), El primer círculo (1968) y, por supuesto, Archipiélago Gulag (1973). En 1963 escribió dos novelas más: Nunca cometemos errores y La casa de Matriona; en 1964 acabó Por el bien de la causa.

Solzhenitsyn no tuvo mucha suerte, sobre todo en la primera parte de su vida, lo raro es que sobreviviera tanto tiempo. En su etapa de preso político se le declaró un cáncer del que fue intervenido por las autoridades sanitarias. Sobre ello escribió una nueva novela concluida en 1967, Pabellón del cáncer. Después de esta llegarían otras obras como Agosto de 1914 (1971) y la ya citada, y universalmente conocida Archipiélago Gulag, de la que hubo tres entregas, la primera en 1973, la segunda en 1975 y la tercera en 1978. En 1983 publicó una novela, Noviembre de 1916, a la que seguiría otra de nombre parecido, Marzo de 1917 (1986) y en 1991 una más, Abril de 1917. El resto de su trabajo literario estuvo compuesto por ensayos o memorias: Lenin en Zúrich (1975), El roble y el ternero (1975), Carta a los dirigentes de la Unión Soviética (1976), Los tanques conocen la verdad (1980), Prisioneros (1983), Cómo reorganizar Rusia (1990), El problema ruso: al final del siglo XX (1992), Rusia bajo los escombros (1992), Los invisibles (1992), El error de Occidente (1998) y Doscientos años juntos (1795–1995) (2001).

La obra de Solzhenitsyn tuvo más difusión en Occidente que en la propia URSS, si bien en esta última también se publicó pero de un modo clandestino, siempre esquivando la persecución de la policía política, KGB. Sus escritos se difundían en copias de baja calidad; su obra estaba prohibida.

Esta persecución no le arredró en ningún momento. En 1969 lo expulsaron de la Unión de Escritores Soviéticos; a pesar de ello siguió escribiendo, eso sí, en el ostracismo más absoluto. De repente su vida cambió cuando en 1970 recibió el Premio Nobel de Literatura. No obstante, no acudió a recoger el galardón a Estocolmo; la razón que adujo fue que temía que no pudiera regresar a la URSS.

En cualquier caso, fue expulsado del país el 29 de marzo de 1974. En 1975 se estableció en los EEUU con su esposa y sus hijos, después de pasar un tiempo en Suiza. Archipiélago Gulag se publicó en treinta y cinco idiomas; se han vendido hasta ahora unos treinta millones de ejemplares. Regresó a Rusia en 1994, recuperando la ciudadanía rusa y siendo reconocido por las nuevas autoridades de la nación. Hasta su muerte nunca dejó de escribir.

Su obra magna es sin lugar a dudas Archipiélago Gulag. Este gran ensayo tiene mérito no solo por su contenido sino por las vicisitudes que rodearon su elaboración y posterior publicación. En primer lugar, pocos conocían de la existencia del manuscrito. En 1973 una copia cayó en manos del KGB. La persona que lo tenía, Yelizaveta Vroniánskaya, la secretaria de Solzhenitsyn, apareció ahorcada en su piso, antes había sido detenida y probablemente torturada. El ocultamiento del libro ya era innecesario, así que el autor decidió publicarlo en París. El éxito editorial fue inmediato y la obra empezó a dar la vuelta al mundo en la mayoría de los idiomas conocidos.
«Con el corazón oprimido, durante años me abstuve de publicar este libro, ya terminado. El deber para con los que aún viven podía más que la obligación con los muertos. Pero ahora la Seguridad del Estado se ha apoderado de él, no tengo más remedio que publicarlo inmediatamente. En este libro no hay personajes ni eventos ficticios. La gente y los lugares son llamados con sus propios nombres. Si son identificados por sus iniciales en vez de sus nombres, es por consideraciones personales. Si no son nombrados en absoluto, es sólo porque la memoria humana ha fallado al preservar sus nombres. Pero todo tuvo lugar tal y como se describe aquí. Dedico este libro a todos los que no vivieron para contarlo, y que por favor me perdonen por no haberlo visto todo, por no recordar todo, y por no poder decirlo todo.»
El texto se compone de tres volúmenes divididos en siete partes. Volumen I: 1ª parte, La industria penitenciaria; 2ª parte, Perpetuum mobile. Volumen II: 3ª parte, Campos de trabajo y exterminio; 4ª parte, El alma y el alambre de espino. Volumen III: 5ª parte, El presidio; 6ª parte, El confinamiento; 7ª parte, Stalin ya no está.

En el texto se describe pormenorizadamente cómo en época de Stalin se realizaban las detenciones y los métodos de interrogatorio (torturas) para lograr las confesiones. Destaca el autor el comportamiento despiadado de los funcionarios soviéticos, abducidos por el aparato represivo del Estado. Además de tocar estos temas terroríficos, da un repaso a la Revolución bolchevique y a la resistencia del pueblo ruso durante la Segunda Guerra Mundial. También se habla de los jueces, de los fiscales, de los compañeros de cautiverio y de la vida en los campos de trabajo.

El libro causó gran impresión en los años setenta, en el momento de su publicación, pero es que hoy en día sigue produciendo el mismo efecto, sobre todo en lo que se refiere a lo que sucede en los campos de refugiados que hay diseminados por todo el mundo.

Es obvio decir que Stalin no tenía la exclusividad de la crueldad, eso sí, justificada políticamente. Se podría decir que el libro es un testimonio devastador sobre un desvarío totalitario colectivo, Stalin no provocó solo millones de víctimas, detrás de él y con él existió toda una estructura burocrática, un aparato político y funcionarial, compuesta también por millones de personas, que favoreció el desastre humano y social.

Algo que me llama la atención de la obra, lo mismo que en su momento lo hizo Primo Levi con su Trilogía de Auschwitz, es cómo la voluntad moral del ser humano se enfrenta al mal en las condiciones más atroces. ¿Qué sucedería si todo ese valor e inteligencia se pusiera al servicio de la construcción de una sociedad nueva, justa que superara las desigualdades? Hannah Arendt nos dijo algo parecido, nos indicó que a pesar de todo podemos elegir, podemos pensar por nosotros mismos, podemos conservar la dignidad en el último pozo de podredumbre del mundo. No estoy citando un milagro, algo en lo que no creo, destaco la mentada voluntad moral del ser humano, una capacidad que se demuestra día tras día en las condiciones más adversas. La resistencia es la única actitud digna ante la injusticia.

Solzhenitsyn fue un individuo irreductible, no cabe la menor duda, ni más ni menos que otros millones de individuos anónimos, que no cedió a las presiones del Estado soviético y al que sobrevivió.

Cuando le expulsaron de la URSS puso muchas esperanzas en el Occidente rico y «libre», y lo que descubrió fue más ponzoña pero vestida de otro modo; algo parecido le sucedió al hijo de Thomas Mann, Klaus Mann, que situó todas sus esperanzas en la patria de la libertad, los EEUU, y cuando comprobó lo que era realmente acabó suicidándose.
«La violencia sólo puede ser disimulada por una mentira y la mentira sólo puede ser mantenida por la violencia. Cualquiera que haya proclamado la violencia como su método está inevitablemente forzado a tomar la mentira como su principio. (Alexandr Solzhenitsyn)»
Quien quiera adentrarse en esta extensa obra se lo debe tomar con calma, no solo tiene que enfrentarse a centenares de páginas, sino también a una escritura minuciosa que no se puede leer sin detenerse, y que en muchas ocasiones produce la sensación de que se repite, quizá porque la vida de los protagonistas gira en círculos que parecen no tener un final. La obra la ha escrito Alexandr Solzhenitsyn pero la cuentan, página a página, muchos detenidos como él, cientos, que le acompañaron en el cautiverio. Archipiélago Gulag es un testimonio importante de lo que ha dado de sí en el siglo XX eso que llamamos «progreso».
  

No quiero terminar estas notas sin decir que en España Archipiélago Gulag, y en general la obra de Solzhenitsyn, fue muy denostada por intelectuales, partidos y grupúsculos estalinistas que entonces abundaban, porque atacaba a la URSS; en realidad a un período histórico de la URSS; hacer entonces una crítica al bloque soviético era automáticamente considerado como un posicionamiento pro norteamericano. Los años setenta fueron tiempos curiosos, todas las décadas lo son, cada una posee sus peculiaridades, sus miedos, sus luces y sus sombras.

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