5 oct 2020

Lo que me queda por vivir

Por Ángel E. Lejarriaga



Elvira Lindo (Cádiz, 1962). Cuando contaba apenas doce años su familia se trasladó a vivir a Madrid. Estudió el bachillerato y entró en la facultad de Ciencias de la Comunicación para cursar la carrera de Periodismo; mientras tanto trabajó en Radio Nacional de España, lo que le llevó, por un lado, a abandonar sus estudios, y por otro a iniciar una profesión exitosa en los medios de comunicación, radio y televisión. No solo es periodista, guionista y escritora, también ha actuado en algunas películas.

La primera novela que escribió fue infantil y tuvo como protagonista a un personaje radiofónico creado por ella: Manolito Gafotas; la novela se publicó en 1994. Como la literatura infantil se le daba bien, primero escribió nueve títulos de esta serie; luego siguió con Olivia, personaje del que escribió siete más. Sus libros se hicieron populares y tuvieron bastante éxito. En 1998 recibió el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por la novela Los trapos sucios de Manolito Gafotas. Durante los años siguientes ha combinado su trabajo periodístico en radio (Cadena Ser) y prensa (El País) con la narrativa, fruto de ello son los numerosos libros que ha publicado.

En lo que respecta a su inmersión en el cine como actriz de papeles secundarios, son dignos de reseñar: Mensaka (1999) del director Salvador García Ruiz, La primera noche de mi vida (1998, de Miguel Albadalejo), Plenilunio (2000, de Imanol Uribe), Ataque verbal (2000, de Miguel Albaladejo), El cielo abierto (2000, de Miguel Albaladejo), Año mariano (2000, de Karra Elejalde y Fernando Guillén Cuervo), Sin vergüenza (2001, de Joaquín Oristrell), Planta 4ª (2003, de Antonio Mercero) y Cachorro (2004, de Miguel Albadalejo).

Ha publicado cuatro libros de cuentos: Charanga y pandereta (1999), Amigos del alma (2000), Fue una gran dibujante (2001) y Bolinga (2002). Tiene escritas tres obras de teatro: La ley de la selva (1996), La sorpresa del roscón (2004) y El niño y la bestia (2019). De no ficción he contado publicados tres libros, seguro que se me olvida alguno: Don de gentes (2011), Noches sin dormir (2015) y 30 maneras de quitarse el sombrero (2018). No me olvido de sus guiones para el cine: La primera noche de mi vida (1998), Manolito Gafotas (1998), Ataque verbal (2000), Plenilunio (2000), El cielo abierto (2000), Una palabra tuya (2008), Lo que me queda por vivir (2010) y La vida inesperada (2014).

He dejado para el final la narrativa para “adultos”, así se han catalogado los libros siguientes: El otro barrio (1999), Tinto de verano (2001), Algo más inesperado que la muerte (2002), Tinto de verano 2. El mundo es un pañuelo (2002), Tinto de verano 3. Otro verano contigo (2003), Una palabra tuya (2005) por la que recibió el Premio Biblioteca Breve, Lo que me queda por vivir (2010), Lugares que no quiero compartir con nadie (2011) y A corazón abierto (2020).

Lo que me queda por vivir (2010) es una novela llena de recuerdos, angustias y pesares, que invaden el presente y lo construyen. La protagonista tiene muchas coincidencias con la autora; de hecho, en su momento dijo: (es) “una mujer a la que conozco muy bien, porque se da un aire a mí, acompañada por una criatura a la que conozco bien, porque está inspirada en mi propio hijo”. Se trata de una mujer que ha conseguido éxito a través de sus guiones para programas de radio y televisión, que ha pasado por una separación, tiene un hijo, y está casada de nuevo. Esto se parece mucho a la biografía de Elvira Lindo. Se ha llegado a decir por algún crítico que parecen unas “memorias”. Lo que sucede es que a la hora de leer una novela, nunca sabes qué ha puesto el autor o autora de sí misma. ¿Dónde se encuentran los límites entre la ficción y el mundo real? En cualquier caso, la impresión que me ha dado la novela es de ser una especie de “terapia psicológica” en la que el personaje desnuda su interior, tal vez con la idea de expiar culpa, quizá a la espera de que todas esas sombras que flotan sobre su cabeza se diluyan con el paso del tiempo tras el aprendizaje necesario de que en la vida hacemos lo que podemos. En toda la narración la relación madre-hijo tiene una relevancia fundamental; es posible, que de haber una búsqueda de expiación consciente vaya precisamente por ahí. Hay que recordar que Elvira Lindo dedica la novela a su hijo.

El texto trasluce soledad, y podría aplicarse a muchos de los hombres y mujeres de su generación, que tal vez pretendían salvar al mundo, o que fuera algo mejor de lo que era, o al menos que les diera la oportunidad de subirse a él para llevar una vida digna. Pues visto lo visto, el trayecto ha sido difícil y no parece que vaya a ir mejor. Mala suerte para aquellas personas cuyos sueños se han roto o se rompieron hace tiempo. Vivir sin suelo bajo los pies es algo arduo, difícil de sobrellevar.

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