24 mar 2021

Antes de morirme


Este libro apareció en el año 2007 y lo cierto es que, a pesar de ser la primera novela de la escritora, fue un auténtico éxito de ventas y de crítica. En España se publicó dos años más tarde y no tuvo tanta resonancia.

De Jenny Downham (1964) no voy a poder contar demasiado porque he encontrado solo pinceladas sobre su vida profesional y su trabajo. Sabemos que es británica, nacida en Londres, que estudió arte dramático, que trabajó como actriz en cine y televisión entre 1989 y 1999, y que un buen dio se presentó ante el mundo literario con esta novela. El libro, como ya he dicho, fue un éxito enseguida; quedó finalista en el Premio Guardián en el 2007, un año después fue también finalista en el Premio Lancashire Children’s Book; además fue galardonado con los premios Branford Boase y Waterstone en el año 2008.

En el año 2010 apareció su segunda novela Tú contra mí. En 2015 publicó la tercera, Unbecoming y por último, la cuarta en liza, Furiosus Thing, se editó en el año 2019.

Antes de morirme tuvo versión cinematográfica en 2012, dirigida por Ol Parker.

Leyendo algunos artículos sobre esta autora y su primera obra, me he encontrado con un etiquetado de “novela juvenil”, lo que me ha sorprendido pues si bien el lenguaje en que está escrito es asumible por un público menor de veinte años, aparte del hecho de estar protagonizada mayormente por gente joven, lo cierto es que el texto me ha parecido un auténtico drama sin esperanza, lo vistamos como lo vistamos.

La protagonista se llama Tess y cuando tenía doce años le diagnosticaron Leucemia. En el tiempo narrativo tiene dieciséis. Han transcurrido cuatro años de suplicio en suplicio, en busca de una posible cura que no acaba de llegar, más bien al contrario, con el paso del tiempo esta se ha ido alejando.

El cáncer no es un vulgar tema de conversación para ninguna edad, es una desgracia azarosa que golpea de manera irremisible, hoy por hoy, a quien le toca, y, por supuesto a sus seres queridos. Solo el diagnóstico en sí ya es devastador, lo que viene después es peor.

Cómo asimilar un buen día que tu tiempo de hipotéticas seguridades se ha esfumado. Hay mucha obra científica escrita sobre el tema, Elisabeth Kübler-Ross nos habló de ello en su impresionante obra Sobre la muerte y los moribundos. Con ese libro podríamos documentarnos al respecto, pero no será suficiente, tengas la edad que tengas, si el cáncer se presenta ante tu puerta y te dice que te ha tocado, ya está, no hay más que hablar. Tess quiere vivir porque no ha tenido tiempo de hacerlo, quiere amar y ser amada, reírse de todo y de todos, sorprenderse ante las nuevas experiencias, poder decir que dentro de un año hará esto o lo otro, aunque sea solo una posibilidad. Tess no puede hacerlo ya, su cuerpo tiene su fecha de caducidad determinada de antemano. Sin embargo, Tess está muy viva, aunque se la dé por muerta, sueña y tiene deseos como cualquier ser humano:
“Ojalá tuviera novio, un novio que viviera colgado de una percha en mi armario. Podría sacarlo siempre que quisiera, para que me mirara como hacen los chicos en las películas, como si yo fuera guapísima.”
¿Imaginamos a lo que se enfrenta Tess? No, es imposible. La autora nos intenta llevar hasta ese punto de intuición, quizá lo logra, tal vez no. Tendríamos que vivirlo directamente para aproximarnos a su sentir cuando está tan cerca del abismo de la muerte, y lo que es peor, sin haber vivido casi. Su voluntad quiere experimentar eventos cotidianos que a ella todavía no le han sido permitidos y que ya, tal vez, sean difíciles de alcanzar. Primero decide esperar la muerte, sin más; más tarde, en un momento dado, elabora una lista de cosas que se propone hacer antes de morir. Con determinación va logrando la mayoría de los objetivos de su particular lista, con esfuerzo, desde luego; pero quiere llegar más lejos, aunque no tenga suelo bajo los pies, la enfermedad le va robando las fuerzas de manera inexorable.

Hay pocos personajes en la novela pero están bien perfilados, cada uno con su papel protagonista en el viaje de Tess. Su vecino Adam va a acompañarla en el trance, casi por azar, pero de una manera tierna y gratificante; toda una lección de amor. Su hermano pequeño Cal, otra víctima del infortunio, siempre pululando por los escenarios en los que se desenvuelve Tess, sin entender por qué su hermana se tiene que morir; es demasiado joven para enfrentarse al hecho inevitable de la muerte. Luego está el padre, obsesionado con encontrar remedios que puedan ayudar a su hija a vivir un poco más; este eternamente enamorado de la esposa que los dejó a los tres cuando las criaturas eran pequeñas, en pos de un amor que nunca cuajaría. La madre, es cierto, se fue, pero vuelve a acompañar a Tess en el trance. ¿Hasta qué punto vuelve? Navega sobre aguas bravas; su relación con el padre todavía no se ha extinguido; el contacto con la enfermedad de Tess la aterra. Por último hay que hablar de Zoey, la amiga de Tess que también la va a acompañar en su último trayecto aunque en ocasiones más que ayudar la perjudica.

El libro, según mi punto de vista, es duro porque nos enfrenta al azar biológico, a esa enfermedad incurable que siempre parece estar acechando y de la que de vez en cuando tenemos noticias, aunque sea a través de otros. Somos afortunados si, cual ruleta rusa, no nos toca a nosotras directa o indirectamente. Las páginas de esta novela nos pueden hacer reflexionar sobre la vida y su ocaso, incidiendo quizá en cómo empleamos nuestro tiempo de vida cuando en cualquier momento se puede acabar.