SIDDHARTA (1922)
Hermann Hesse
Por Ángel E. Lejarriaga
Hermann Hesse nació en Alemania en 1877 y murió en Suiza en 1962. Este autor polifacético fue toda una eminencia dentro del mundo de las letras, no solo por el hecho de haber recibido el Premio Nobel de Literatura, sino por lo cuantioso de su trabajo: ensayo, narrativa, poesía, artículos periodísticos y una cantidad ingente de cartas ―unas treinta y cinco mil―. No me olvido de su faceta como pintor de acuarelas de estilo expresionista. Como dato estadístico para la curiosidad diré que se han escrito, hasta donde se conoce, más de doscientas tesis doctorales sobre su obra, también unos cinco mil artículos y medio centenar de libros referidos a su vida.
El lugar de nacimiento de Hesse fue Calw, ciudad alemana en la que pasó su infancia. Su familia poseía una editorial de textos cristianos. Aunque el matrimonio tuvo seis hijos dos murieron de manera temprana. El ambiente en el que vivió era muy piadoso así que no es de extrañar que tras concluir sus estudios latinos en 1891 ingresara en el seminario evangélico de Maulbronn. No obstante, sus convicciones religiosas no debieron ser excesivamente elevadas porque en dicho seminario solo duró un año. Según describió en sus diarios, el ambiente allí era asfixiante, aparte del hecho aversivo para él de que le impedían estudiar lo que verdaderamente le interesaba: poesía. Esta reacción ―literalmente se escapó del seminario― le trajo bastantes problemas con la familia que a fin de cuentas era quien le financiaba. Al final tuvo que plegarse a la voluntad de esta e inició un periplo por varias escuelas que le condujeron directamente a la depresión. De hecho, tuvo un intento suicida que fue la causa de su ingreso en el manicomio de Stettenim Remstal. Su estancia en esta institución fue corta. En 1892 ingresó en el Gymnasium de Bad Cannstatt, donde tampoco logró adaptarse y decidió abandonar los estudios.
Si su paso por las diversas escuelas que había conocido no fue nada afortunado, su carencia de fondos le llevó a iniciar otro itinerario, en este caso laboral. Primero comenzó a trabajar como aprendiz en una editorial pero no le fue bien y dejó el empleo a los tres días. En segundo lugar, dando un cambio radical en su actitud díscola, aguantó catorce meses como aprendiz de relojero. Mas transcurrido ese tiempo, en 1895 regresó al gremio librero en Tubinga. Allí su mente se abrió al mundo intelectual. Su tarea en la librería en la que trabajaba era colocar ordenadamente libros. La librería se dedicaba a la filología, la teología y el derecho. Él joven Hesse se consagró a su trabajo con esmero pero lo mejor de su jornada laboral se producía cuando esta concluía y podía dedicarse a leer lo que le apetecía: Goethe, teología, Lessing, Schiller, mitología griega, en sí obras clásicas y contemporáneas que le supusieron un salto cualitativo intelectual que compensó con creces sus fiascos académicos. En 1896 le publicaron en una revista de Viena un poema: «Madonna», lo que para él supuso una inyección de optimismo.
Se podría considerar aquel periodo como de intensa formación autodidacta. Dos años después fue ascendido a asistente de librero, y por fin consiguió no depender económicamente de sus padres. Su avidez lectora siguió presente, por supuesto, pero entró en escena su furor por la escritura, que llegó a obsesionarle tanto como la lectura. Su interior necesitaba manifestarse y lo hizo, en un primer momento, a través de la poesía. En 1898 le publicaron dos libros de poemas Canciones románticas y Una hora después de medianoche. Las obras no tuvieron apenas reconocimiento pero le supusieron un impulso para seguir escribiendo.
El siglo estaba a punto de concluir y Hesse comenzó a trabajar en otra librería de Basilea. Esta ciudad supuso para él un cambio trascendental en su vida, pues su familia le puso en contacto con lo más granado de la intelectualidad que en ella residía. Su mundo interior se enriqueció, más si cabe. Además, tuvo la suerte de librarse del servicio militar debido a sus problemas de visión.
Con veinticuatro años viajó a Italia. Este viaje significó una vuelta de tuerca más en la conformación de su universo literario. A su regreso cambió su lugar de trabajo por una librería diferente, y publicó de manera incesante poesía y relatos cortos. Tanta efervescencia creativa fue detectada por el editor Samuel Fischer que imprimió en 1904 su novela Peter Camenzind. Si su viaje a Italia y el trabajo en las librerías le supusieron un revulsivo, la publicación de esta novela significó que desde ese momento podía vivir de la escritura.
A partir de ahí la vida de Hesse comenzó a rodar con una facilidad pasmosa; contrajo matrimonio ese mismo año con María Bernoulli, y se fueron a vivir al lago Constanza. Dos años después apareció su segunda novela Bajo las ruedas. Hasta 1910, cuatro años después de la anterior, no volvió a terminar otra novela, Gertrud. Hesse contó sobre esta que le había costado mucho acabarla, y que no le gustaba en absoluto. En 1911 su estado de ánimo no era el mejor, además existían ciertos problemas con su compañera sentimental; todo esto le indujo a realizar un viaje por Ceilán e Indonesia. Según él fue en busca de una espiritualidad que necesitaba con urgencia para llenar un gran vacío interior. No satisfizo sus objetivos pero sí recuperó su amor por la escritura. El viaje le inspiró profundamente, de las notas e impresiones del mismo nació Cuadernos hindúes (1913). Sus problemas matrimoniales no se resolvieron y se reflejan reflejados en su novela de 1914 Rosshalde.
La buena fortuna de Hesse se había acabado, varios acontecimientos familiares le sumieron de nuevo en la depresión: una crisis psicótica de su esposa, la enfermedad de su hijo y la muerte de su padre. Para superar tanto dolor emocional tuvo que hacer terapia psicológica durante 1916 y 1917. A partir de esas fechas el mundo del inconsciente, desde el punto de vista psicoanalítico, le atrajo de manera insistente, y con la ayuda de Karl Jung profundizó en él. En 1919 publicó la novela Demian bajo el seudónimo de Emil Sinclair.
Necesitado de un cambio de escenario vital se marchó a Montagnola localidad en la que alquiló la «Casa Camuzzi». Ese mismo año vio la luz El último verano de Klingsor; dos años después, en 1922, lo haría su célebre novela Siddhartha.
Tras divorciarse de María en 1924 se casó con Ruth Wenger. En 1925 publicó En el balneario. En 1927 Viaje a Núremberg y El lobo estepario. Esta última fue un gran éxito de ventas; la vida de Hesse resurgió de entre las cenizas. Se volvió a divorciar y a casar con la que sería su tercera esposa, Ninon Dolbin. En 1930 publicó Narciso y Goldmundo y se mudó a la denominada «Casa Hesse», en la misma localidad suiza.
Ya en los años treinta la situación de Alemania estaba dominada en extremo por el populismo nazi al que le quedaba poco para llegar al poder y hacerse con los resortes del Estado. Hermann Hesse era consciente de lo que estaba sucediendo, y del rumbo que tomaría el país en manos de Hitler. En 1931 comenzó a trabajar en su novela El juego de los abalorios que se publicaría finalmente en 1943. Ese intervalo de tiempo fue bastante tumultuoso en su vida, y en la historia del mundo. Tanto Thomas Mann como Bertolt Brecht contactaron con él en su camino al exilio, y hablaron sobre el futuro de Alemania. Cada uno, a su modo, intentó describir lo que estaba pasando y sus consecuencias históricas. En aquellos tiempos, al principio de la década, Hesse escribió mucho en medios periodísticos alemanes sobre la persecución a los judíos y el nacionalismo, entre otros temas, pero pronto ningún medio de comunicación se atrevió a publicarle. Enseguida estalló la Segunda Guerra Mundial, a partir de entonces Hesse se centró en la escritura como única fuente de escape ante la pesadilla que vivía el orbe.
En 1946 recibió el premio Nobel de Literatura. Las obras de Hesse decayeron en popularidad en los años cincuenta pero en los sesenta fueron recuperadas por las nuevas generaciones de jóvenes que buscaban un cambio en el devenir de la humanidad. Siddhartha, El lobo estepario, Narciso y Goldmundo o Viaje al Oriente fueron novelas muy leídas que tuvieron gran relevancia en aquellos años transgresores que acabaron en nada.
La novela Siddhartha (1922) es un auténtico poema «hindú», así lo calificó el propio autor. Un poema en el que se proyecta él simbólicamente, y nos comunica su insatisfacción con la existencia. El éxito de la obra se produjo bastante después de su publicación. Fueron fundamentalmente las generaciones más jóvenes las que asimilaron este texto y otros de Hesse, como una representación de la inquietud ante el deseo de una existencia alejada de las miserias y sinsabores dominantes en la sociedad contemporánea. ¿Qué buscaba la generación de los sesenta? Tal vez un regreso a un estar en el mundo en su esencia, caracterizado por un sí mismo individual basado en la espiritualidad, la solidaridad y el apoyo mutuo. Esta posición suponía, es indudable, un enfrentamiento radical con los valores que los dos últimos siglos de historia habían transmitido.
Obras principales
Peter Camenzind (1904)
Bajo las ruedas (1906)
Gertrudis (1910)
Rosshalde (1914)
Tres momentos de una vida (1915)
Demian (1919)
El último verano de Klingsor (1920)
Siddhartha (1922)
El lobo estepario (1927)
Narciso y Goldmundo (1930)
Viaje al Oriente (1932)
El juego de los abalorios (1943)
Berthold (inconclusa) (1945)
El lugar de nacimiento de Hesse fue Calw, ciudad alemana en la que pasó su infancia. Su familia poseía una editorial de textos cristianos. Aunque el matrimonio tuvo seis hijos dos murieron de manera temprana. El ambiente en el que vivió era muy piadoso así que no es de extrañar que tras concluir sus estudios latinos en 1891 ingresara en el seminario evangélico de Maulbronn. No obstante, sus convicciones religiosas no debieron ser excesivamente elevadas porque en dicho seminario solo duró un año. Según describió en sus diarios, el ambiente allí era asfixiante, aparte del hecho aversivo para él de que le impedían estudiar lo que verdaderamente le interesaba: poesía. Esta reacción ―literalmente se escapó del seminario― le trajo bastantes problemas con la familia que a fin de cuentas era quien le financiaba. Al final tuvo que plegarse a la voluntad de esta e inició un periplo por varias escuelas que le condujeron directamente a la depresión. De hecho, tuvo un intento suicida que fue la causa de su ingreso en el manicomio de Stettenim Remstal. Su estancia en esta institución fue corta. En 1892 ingresó en el Gymnasium de Bad Cannstatt, donde tampoco logró adaptarse y decidió abandonar los estudios.
Si su paso por las diversas escuelas que había conocido no fue nada afortunado, su carencia de fondos le llevó a iniciar otro itinerario, en este caso laboral. Primero comenzó a trabajar como aprendiz en una editorial pero no le fue bien y dejó el empleo a los tres días. En segundo lugar, dando un cambio radical en su actitud díscola, aguantó catorce meses como aprendiz de relojero. Mas transcurrido ese tiempo, en 1895 regresó al gremio librero en Tubinga. Allí su mente se abrió al mundo intelectual. Su tarea en la librería en la que trabajaba era colocar ordenadamente libros. La librería se dedicaba a la filología, la teología y el derecho. Él joven Hesse se consagró a su trabajo con esmero pero lo mejor de su jornada laboral se producía cuando esta concluía y podía dedicarse a leer lo que le apetecía: Goethe, teología, Lessing, Schiller, mitología griega, en sí obras clásicas y contemporáneas que le supusieron un salto cualitativo intelectual que compensó con creces sus fiascos académicos. En 1896 le publicaron en una revista de Viena un poema: «Madonna», lo que para él supuso una inyección de optimismo.
Se podría considerar aquel periodo como de intensa formación autodidacta. Dos años después fue ascendido a asistente de librero, y por fin consiguió no depender económicamente de sus padres. Su avidez lectora siguió presente, por supuesto, pero entró en escena su furor por la escritura, que llegó a obsesionarle tanto como la lectura. Su interior necesitaba manifestarse y lo hizo, en un primer momento, a través de la poesía. En 1898 le publicaron dos libros de poemas Canciones románticas y Una hora después de medianoche. Las obras no tuvieron apenas reconocimiento pero le supusieron un impulso para seguir escribiendo.
El siglo estaba a punto de concluir y Hesse comenzó a trabajar en otra librería de Basilea. Esta ciudad supuso para él un cambio trascendental en su vida, pues su familia le puso en contacto con lo más granado de la intelectualidad que en ella residía. Su mundo interior se enriqueció, más si cabe. Además, tuvo la suerte de librarse del servicio militar debido a sus problemas de visión.
Con veinticuatro años viajó a Italia. Este viaje significó una vuelta de tuerca más en la conformación de su universo literario. A su regreso cambió su lugar de trabajo por una librería diferente, y publicó de manera incesante poesía y relatos cortos. Tanta efervescencia creativa fue detectada por el editor Samuel Fischer que imprimió en 1904 su novela Peter Camenzind. Si su viaje a Italia y el trabajo en las librerías le supusieron un revulsivo, la publicación de esta novela significó que desde ese momento podía vivir de la escritura.
A partir de ahí la vida de Hesse comenzó a rodar con una facilidad pasmosa; contrajo matrimonio ese mismo año con María Bernoulli, y se fueron a vivir al lago Constanza. Dos años después apareció su segunda novela Bajo las ruedas. Hasta 1910, cuatro años después de la anterior, no volvió a terminar otra novela, Gertrud. Hesse contó sobre esta que le había costado mucho acabarla, y que no le gustaba en absoluto. En 1911 su estado de ánimo no era el mejor, además existían ciertos problemas con su compañera sentimental; todo esto le indujo a realizar un viaje por Ceilán e Indonesia. Según él fue en busca de una espiritualidad que necesitaba con urgencia para llenar un gran vacío interior. No satisfizo sus objetivos pero sí recuperó su amor por la escritura. El viaje le inspiró profundamente, de las notas e impresiones del mismo nació Cuadernos hindúes (1913). Sus problemas matrimoniales no se resolvieron y se reflejan reflejados en su novela de 1914 Rosshalde.
Al llegar la Primera Guerra Mundial Hesse se presentó voluntario pero debido a sus problemas de salud fue declarado inútil para el frente; no obstante, se le ofreció la ocupación en Berna de trabajar con prisioneros de guerra en la embajada alemana. Su misión específica era atender la «librería de los prisioneros de guerra alemanes». Ese año publicó un artículo polémico referido a la contienda bélica: «¡Amigos, dejemos nuestras disputas!», primer verso de la «Oda a la Alegría» del poeta alemán Schiller. El contenido del texto llamaba a los pensadores alemanes a no caer en la catástrofe que suponía el nacionalismo; el resultado del mismo fue que lo calificaran de traidor y que sus conocidos y amigos le dieran de lado. Los únicos apoyos que recibió, tanto a nivel nacional como internacional, procedieron del escritor francés Romain Rolland y de su amigo Theodor Heuss.
La buena fortuna de Hesse se había acabado, varios acontecimientos familiares le sumieron de nuevo en la depresión: una crisis psicótica de su esposa, la enfermedad de su hijo y la muerte de su padre. Para superar tanto dolor emocional tuvo que hacer terapia psicológica durante 1916 y 1917. A partir de esas fechas el mundo del inconsciente, desde el punto de vista psicoanalítico, le atrajo de manera insistente, y con la ayuda de Karl Jung profundizó en él. En 1919 publicó la novela Demian bajo el seudónimo de Emil Sinclair.
Necesitado de un cambio de escenario vital se marchó a Montagnola localidad en la que alquiló la «Casa Camuzzi». Ese mismo año vio la luz El último verano de Klingsor; dos años después, en 1922, lo haría su célebre novela Siddhartha.
Tras divorciarse de María en 1924 se casó con Ruth Wenger. En 1925 publicó En el balneario. En 1927 Viaje a Núremberg y El lobo estepario. Esta última fue un gran éxito de ventas; la vida de Hesse resurgió de entre las cenizas. Se volvió a divorciar y a casar con la que sería su tercera esposa, Ninon Dolbin. En 1930 publicó Narciso y Goldmundo y se mudó a la denominada «Casa Hesse», en la misma localidad suiza.
Ya en los años treinta la situación de Alemania estaba dominada en extremo por el populismo nazi al que le quedaba poco para llegar al poder y hacerse con los resortes del Estado. Hermann Hesse era consciente de lo que estaba sucediendo, y del rumbo que tomaría el país en manos de Hitler. En 1931 comenzó a trabajar en su novela El juego de los abalorios que se publicaría finalmente en 1943. Ese intervalo de tiempo fue bastante tumultuoso en su vida, y en la historia del mundo. Tanto Thomas Mann como Bertolt Brecht contactaron con él en su camino al exilio, y hablaron sobre el futuro de Alemania. Cada uno, a su modo, intentó describir lo que estaba pasando y sus consecuencias históricas. En aquellos tiempos, al principio de la década, Hesse escribió mucho en medios periodísticos alemanes sobre la persecución a los judíos y el nacionalismo, entre otros temas, pero pronto ningún medio de comunicación se atrevió a publicarle. Enseguida estalló la Segunda Guerra Mundial, a partir de entonces Hesse se centró en la escritura como única fuente de escape ante la pesadilla que vivía el orbe.
La novela Siddhartha (1922) es un auténtico poema «hindú», así lo calificó el propio autor. Un poema en el que se proyecta él simbólicamente, y nos comunica su insatisfacción con la existencia. El éxito de la obra se produjo bastante después de su publicación. Fueron fundamentalmente las generaciones más jóvenes las que asimilaron este texto y otros de Hesse, como una representación de la inquietud ante el deseo de una existencia alejada de las miserias y sinsabores dominantes en la sociedad contemporánea. ¿Qué buscaba la generación de los sesenta? Tal vez un regreso a un estar en el mundo en su esencia, caracterizado por un sí mismo individual basado en la espiritualidad, la solidaridad y el apoyo mutuo. Esta posición suponía, es indudable, un enfrentamiento radical con los valores que los dos últimos siglos de historia habían transmitido.
«Quiero aprender de mí mismo, deseo ser mi discípulo, conocerme.»Siddhartha toca muchos aspectos de la realidad humana. Existe un paralelismo evidente entre la vida del protagonista y la del propio Buda; este último se llamaba Siddhartha Gautama. En el libro los dos nombres representan a personas diferentes; el buda en este caso se llama Gotama. Siddhartha, el personaje central, es solo un hombre que intenta a través de una incesante búsqueda obtener la paz interior, para ello utilizará la meditación, la reflexión y en un momento dado la experiencia sensorial.
«¡No tengo derecho a juzgar la vida de otro! Tan solo para mí, únicamente para mí he de juzgar, elegir, rechazar.»
«El saber es comunicable, pero la sabiduría no. No se la puede hallar, pero se la puede vivir, nos sostiene, hace milagros: pero nunca se la puede explicar ni enseñar.»El protagonista anhela empaparse de una sabiduría que según la filosofía budista está al alcance de cualquiera que utilice la suficiente perseverancia. Hesse nos pone en contacto con el sentir de Siddhartha, experiencia tras experiencia, durante el recorrido de su larga vida. Así, nos encontramos con un joven que se siente intrigado por los secretos del mundo, que se pregunta continuamente sobre los fenómenos de la naturaleza humana y no encuentra respuestas; ansía un conocimiento total que obtendrá a través de la misma vida.
«Tantas personas, tantos miles de personas poseen la más dulce felicidad. ¿Y por qué yo no? Incluso son personas malas, bandidos y ladrones, y tienen hijos y los aman, y son amados por ellos. Únicamente yo no lo tengo.»Su voluntad está dirigida a lograr respuestas a todas sus preguntas, logrando de este modo la imperturbabilidad deseada. Esta intensa indagación es individual y, al mismo tiempo, colectiva, pues su hacer cotidiano supone un ejemplo a seguir por los otros. Hay que tener presente el contexto en que fue escrita la obra: la civilización occidental, esa que prometía progreso y liberación para la humanidad, había provocado la peor guerra de la historia, la Primera Guerra Mundial. ¿Eso era el progreso? ¿Mejorar la capacidad de asesinar? Era una opción, desde luego. Pero Hesse no se conformó con el hecho constatable y escudriñó en la filosofía oriental para ver si en ella encontraba herramientas de afrontamiento del malestar que le dominaba; por ejemplo, el despertar de la sensibilidad, en contraposición a la razón. Pensó que, tal vez, si el ser humano abría sus sentidos a la naturaleza, al amor y a la amistad, lograría restablecer el equilibro. Según su criterio los valores dominantes del primer cuarto del siglo XX tenían que se cuestionados y desterrados. Hesse lo intentó a su modo.
«Puedo amar a una piedra, a un árbol o a su corteza. Son objetos que pueden amarse. Pero no a las palabras. Por ello, las doctrinas no me sirven, no tienen dureza, ni blandura, no poseen colores, ni cantos, ni olor, ni sabor, no encierran más que palabras.»
«Lo blando es más fuerte que lo duro; el agua es más fuerte que la roca, el amor es más fuerte que la violencia.»
Obras principales
Peter Camenzind (1904)
Bajo las ruedas (1906)
Gertrudis (1910)
Rosshalde (1914)
Tres momentos de una vida (1915)
Demian (1919)
El último verano de Klingsor (1920)
Siddhartha (1922)
El lobo estepario (1927)
Narciso y Goldmundo (1930)
Viaje al Oriente (1932)
El juego de los abalorios (1943)
Berthold (inconclusa) (1945)
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