20 mar 2010

El absurdo

Por Ángel E. Lejarriaga


Jean Daniel, periodista y ensayista, amigo de Albert Camus, reflexionaba en una entrevista reciente sobre el pensamiento del filósofo. En un momento dado de la misma dijo que Camus y su análisis del mundo seguía intensamente vivo: «En nuestra sociedad los medios de comunicación refuerzan el pensamiento único. En las democracias actuales es difícil tener una autonomía intelectual; es lo que se debe aprender de Camus: resistir a los tiempos que corren». Resistir y rebelarnos como actitud básica de supervivencia ante un lenguaje y unas formas opresivas provenientes de los poderes visibles y opacos, públicos y privados, que gobiernan nuestras vidas.
Detengámonos un instante, robemosle tan solo un minuto a nuestro tiempo, y pensemos en el «absurdo» de nacer en sí mismo, obligados, desde que tenemos edad para ello, a «ganarnos la vida» como objetivo fundamental de nuestra existencia. No tenemos derecho a vivir por el simple hecho de nacer, no, hemos de ganárnoslo día a día, conducidos por el camino incoherente de una sociedad denominada «moderna», definida por un consumo demente y una injusticia social que devora a la mayoría de la población.
Vivimos en el absurdo de renunciar a tiempo de vida para seguir respirando un poco más. Desde esa comprensión de lo cotidiano, como realidad dolorosa e inútil, estamos impelidos a vivir bajo el miedo a la pérdida del «derecho a ser esclavos voluntarios». ¿Qué supone vivir con miedo? Convertirnos en siervos del mismo.
Ha pasado el minuto, conocemos levemente nuestra condición. El absurdo nos impulsa al abismo del suicidio individual o a una rebelión fundamentada en recursos innatos: inteligencia, creatividad y voluntad. ¿Podemos elegir o estamos abocados inexorablemente a la catástrofe?

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