9 nov 2011

El sueño amargo de Yukio Mishima



Por Ángel E. Lejarriaga


Alguien dijo que no hay dignidad en la muerte. ¿Entonces qué significó el seppuku (1) de Mishima? Su vida fue, como su muerte, agridulce. Nació y creció en un universo privilegiado, a pesar del acechante monstruo de la guerra.
Tuvo acceso a la cultura, al conocimiento en toda su extensión, pero sumergido en una tormenta de reflexión caracterizada por la soledad y la frialdad de su crianza. En Japón quizá este detalle no significara necesariamente un problema, pero para Mishima —un niño, demasiado pronto adulto, sensible y desconcertado por unas sensaciones internas que contrastaban con un mundo exterior diferente al que soñaba— el efecto fue devastador, marcando decisivamente su temprana madurez.
¿Era un romántico? Tal vez. Todos construimos nuestra realidad con las herramientas que nos proporciona la Naturaleza y con los estímulos del entorno. Él no comprendía cómo podía amar los cuerpos masculinos; no rechazaba ese deseo acuciante, simplemente el sentimiento en sí le alejaba del amor físico hacia su amada Sonoko (2), amor de juventud. Adoraba a Sonoko lo mismo que soñaba con Omi (3), un compañero de colegio bello y esbelto, su otro apego infantil. Dos amores tiernos, resistentes al paso del tiempo, que le transportaron hacia fantasías sangrientas que le inspiraron la imagen de un San Sebastian semidesnudo y herido por flechas que desgarran su hermosa carne. Deseó ese cuerpo saeteado y concilió el dolor con el placer. No podía conseguir acceder al contacto con la belleza al alcance de su mano que representaba Sonoko, porque no la deseaba físicamente, solo de un modo espiritual. En el caso de Omi la situación fue diferente, sí existía deseo carnal, incluso obsesivo, pero el aspecto enfermizo de Mishima, su fragilidad física, le hicieron replegarse hacia una observación paciente que le alejó de cualquier tipo de satisfacción que no pudiera producirse él mismo.
De una convulsión pasó a otra. Qué podía hacer si despreciaba la realidad en que vivía. Los valores de la sociedad que surgió de la Segunda Guerra Mundial le apartaban de una visión honorable de la existencia. Era capaz de elaborar frases hermosas, poéticas, y ser reconocido públicamente por ello pero eso no le era suficiente. Ni todos los premios literarios del mundo lograron llenar su vacío interior. Tantas veces deseó la muerte que cuando llegó hasta su presencia no sintió sorpresa alguna, solo experimentó una sensación indescriptible de realización a través de un sacrificio, que él pretendió que significara una lección para sus conciudadanos, y que nada más produjo risas, ira, desconcierto y descalificaciones de loco  y de ultraderechista. ¿Alguien acusaría hoy día a don Alonso Quijano (4) de fascista por lanzarse a recorrer los campos de Castilla, a «desfacer entuertos», por llevar una vida mística y noble y prestar ayuda al menesteroso?
Sí, Mishima era un individuo extraño, exaltado, con la sensibilidad a flor de piel, con una mente dominada por libros heroicos de guerreros educados en la disciplina y la austeridad, que seguían el código Bushido (5) hasta sus últimas consecuencias. Desgraciadamente para él, pertenecía a un tiempo en el que la abnegación y la vida ascética estaban fuera de lugar. Despreciaba la sociedad que imponían en Japón los vencedores de la guerra y se retiraba, una vez más, a sus ensoñaciones fantásticas. La pluma no le sirvió para trascender la frustración de su vida cotidiana y necesitó empuñar la espada como instrumento impulsor hacia el último acto de su corta obra vital. El acero, finalmente, cauterizó su dolor de vivir, arrastrado durante tantos años, elevándole a la categoría de demente sublime, de maldito trasnochado, extravagante y genial.

OBRAS DE YUKIO MISHIMA:
Confesiones de una máscara
Sed de amor
Colores prohibidos
El rumor del oleaje
El pabellón de oro
Después del banquete
El marino que perdió la gracia del mar
Madame de Sade
El mar de la fertilidad
Nieve de primavera
Caballos desbocados
El templo del alba
La corrupción de un ángel

  
1. Suicidio ritual Samurai.
2. Cita a Sonoko en Confesiones de una máscara, su primera obra, de estilo auto bográfico, que le condujo a la fama.
3. Cita a Omi en Confesiones de una máscara
4. Personaje de Cervantes, Don Quijote de la Mancha.
5. Código Samurai



3 comentarios:

  1. Angel,
    algunas personas se preocupan erroneamente, desde mi punto de vista, de que quedara de ellos cuando se hayan ido, e intentan por ello construir una muerte que los dignifique.
    Desde mi punto de vista lo importante es no perder la dignidad en la vida, que al final es lo que nos queda (sentimos) a cada uno de nosotros (ya se sabe, despues de muerto el vivo al bollo y el otro.. pues al hoyo). Y para mantener la dignidad en la vida, el acto de morir debe ser digno, pero no para tener dignidad en la muerte, sino en la vida.
    A veces nos preocupamos mucho de como son/han sido los finales, y perdemos de vista como han sido los caminos.
    Es un error: es tan triste un final indigno como una vida indigna de ser llamada vida. Quiza incluso sea mucho mas triste lo segundo.
    Lo unico que podria hacer mas importante como sea el final tal vez sea el hecho de que la vida es muy corta y la muerte es para siempre.

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  2. Me encanta el ensayo. Refleja muy bien, en pocas palabras la tortura interior de Mishima. En general tu blog es muy completo, difícil de seguir por la cantidad de información interesante que aportas. Gracias por el trabajo que haces.

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  3. Mishima era un "colgado" pero igual que lo podemos ser cualquiera de nosotros cuando nos inventamos realidades a través de las cuales conseguir la felicidad. ¿Pagar una hipoteca nos hace felices? ¿Tener coche? Son constructos irracionales que la sociedad hace parecer necesarios o verosímiles. Mishima se inventó su historia y porque no tuvo seguidores si no hubiera sido un héroe.

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