28 abr 2022

Duerme, esclavo, duerme

El año pasado, el 2021, se ha batido un récord preocupante pues se ha logrado un máximo nunca antes alcanzado en el consumo de analgésicos. En los últimos diez años tal consumo ha crecido más de un 50%. Pero es que en lo que respecta al uso de ansiolíticos también se ha disparado. La población, cada año que transcurre, soporta menos el peso del simple vivir, demasiados estresores sobre ella. Enfermamos, física y psicológicamente, nuestro sistema nervioso da de si todo lo que puede, sufre las tensiones y contradicciones diarias hasta un punto en el que emergen, de manera inevitable, patologías que es necesario aliviar. El Sistema ofrece remedios para ello, para seguir siendo operativas, asequibles y económicos: los psicofármacos y los analgésicos.

En 2021 se han vendido 1.033 millones de cajas de estos medicamentos. Los datos están extraídos del Ministerio de Sanidad.

Ya se ha mencionado antes que los analgésicos han subido un 50%, pero es que los antidepresivos han subido también un 45%. Los ansiolíticos, hasta donde sabemos, después de un periodo de estabilización, han crecido un 8% en los últimos dos años.

El malestar social no es de ahora, es una manifestación del sufrimiento que genera la vida cotidiana impuesta por las condiciones de explotación e incertidumbre en las que vivimos de continuo: precariedad laboral, ingresos insuficientes, carestía de la vida, ritmos de trabajo estresantes, ausencia de redes de apoyo social, aislamiento, indefensión. Todo esto genera las condiciones adecuadas para que el contraste entre lo esperado y la experiencia provoquen tal tensión y frustración, que el individuo se sienta incapaz de afrontarlo con sus recursos propios.

Se receta de forma indiscriminada analgésicos, ansiolíticos y antidepresivos para aliviar el dolor físico y psicológico, sin considerar otras alternativas terapéuticas ni señalar la raíz del problema. De realizarse dicha señalización o definición del problema origen, podrían surgir diversas soluciones a poner en práctica.

Silenciar el dolor y convertirlo en en un suceso individual, es rentable como medio de dominación, y también un negocio muy lucrativo para las multinacionales farmacéuticas.

Les es indiferente a los prescriptores de estos fármacos sus consecuencias adversas a corto, medio y largo plazo, la adicción que puedan crear, y el hecho irrefutable de que no atacan el origen del mal.

Pero el problema ya no se encuentra solo en la prescripción generalizada de estos fármacos, sino que además se está desarrollando una tendencia creciente a la automedicación. En este aspecto, entre otros problemas, la destrucción sistemática de Atención Primaria está haciendo que se potencie esta tendencia.

Sobre los ansiolíticos hay que decir que nuestro país ocupa el primer puesto en el mundo en el consumo de benzodiacepinas. Teóricamente no se deberían tomar más de tres o cuatro meses; sin embargo, la falta de seguimiento por parte de los profesionales de la salud, dada la precariedad de la sanidad, hace que las prescripciones se mantengan válidas en el tiempo sin que alguien las supervise. Además, nadie informa al paciente ni lo que está tomando ni sus consecuencias en forma de efectos secundarios a largo plazo.

Evidentemente, se recetan psicofármacos porque no se sabe qué hacer con los pacientes, por que no se disponen de medios para atenderlos adecuadamente.

Una alternativa clara sería la psicoterapia, viene entendida como herramienta política de afrontamiento colectivo de los estresores vitales; y en ocasiones, simplemente los grupos de apoyo.

El individualismo neoliberal imperante en nuestra sociedad hace que las personas se encuentren solas y desamparadas ante crisis que en compañía serían más llevaderas y superables.

Ante esta situación el antidepresivo y el ansiolítico se convierten en instrumentos fundamentales para resistir el día a día; que, desde luego, no solucionan los problemas, ni las crisis existenciales, pero que provocan una mejora temporal en el malestar emocional y en la reducción de la ansiedad.

La máxima de las empresas farmacéuticas es producir un medicamento que alivie cada síntoma. Que se pudiera considerar patológico. Sobre este tema es recomendable leer Un mundo feliz de Aldous Huxley.

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