30 ago 2022

Mirada fría



Sopla un viento gélido
y la mirada recorre temblorosa el suelo 
sin hallar algo
que no sean las huellas de otros que pasaron antes,
no hay más memoria ni sentido del paso
que justifique el avance hacia el horizonte inmediato.

Tal vez existan más horizontes detrás de este, 
y otros más después,
en una cadena infinita de eslabones pálidos 
que no explican esta necesidad
de seguir persiguiéndolos.

Un vacío que enmudece
me cuenta una historia sin solución 
de afectos encontrados,
de siluetas amables
que se aproximan 
y se van como sombras sutiles.

Poder verlas y sentirlas es un lujo insoportable
para este transitar errático,
arrastrado por una voluntad sin definición, 
confusa en su propia esencia.

Por suerte el sueño me llama con su ingravidez vacía,
su tacto apacigua el dolor, áspero y violento,
que produce el hecho mismo de existir.

Cuando la luz dibuje las horas del nuevo día,
enarbolaré mis pupilas 
como fauces hambrientas de caminos renovados, 
emergentes y divergentes,
con un magnetismo desatado
por la necesidad del instante elegido para ser carne,
para ser latido, y lágrimas,
y recuperar el resuello,
y mantener la frente alta, 
y la mirada firme, 
aclamando con presteza el nuevo eslabón perdido
del horizonte que aguarda.

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