Josefina R. Aldecoa
Por Ángel E. Lejarriaga
Josefina R. Aldecoa (1923-2011). Mujeres de negro (1994) es la segunda entrega de una trilogía conformada por tres libros, el primero Historia de una maestra (1990) y el tercero La fuerza del destino (1997). El tiempo narrativo es largo, parte del primer cuarto del siglo XX hasta los primeros años del siglo XXI.
En Mujeres de negro, Juana, nacida un 14 de abril, hija de Gabriela —nuestra querida maestra de la primera novela—, narra la vida que ha conocido con su madre y su abuela, inmersas en la catástrofe de la Guerra Civil. En la primera novela Gabriela era la narradora porque Juana no había nacido. En esta segunda, el ambiente social es asfixiante; las tres mujeres tratan de sobrevivir a la maldición de haber pertenecido al bando perdedor, fundamentalmente Gabriela; Juana es hija de padre y madre comprometidos con el progreso y la joven Republica masacrada por los militares golpistas. Gabriela es maestra republicana represaliada por el mismo hecho de serlo; además, ha perdido a su marido y compañero, asesinado por los rebeldes, es una apestada en la Castilla ocupada. Las tres mujeres llevan el luto por dentro y por fuera, no pueden evitar arrastrar una orfandad y viudedad que impregna de negro sus vidas, color que más adelante teñirá todo el país durante cuarenta años.
En Mujeres de negro, Juana, nacida un 14 de abril, hija de Gabriela —nuestra querida maestra de la primera novela—, narra la vida que ha conocido con su madre y su abuela, inmersas en la catástrofe de la Guerra Civil. En la primera novela Gabriela era la narradora porque Juana no había nacido. En esta segunda, el ambiente social es asfixiante; las tres mujeres tratan de sobrevivir a la maldición de haber pertenecido al bando perdedor, fundamentalmente Gabriela; Juana es hija de padre y madre comprometidos con el progreso y la joven Republica masacrada por los militares golpistas. Gabriela es maestra republicana represaliada por el mismo hecho de serlo; además, ha perdido a su marido y compañero, asesinado por los rebeldes, es una apestada en la Castilla ocupada. Las tres mujeres llevan el luto por dentro y por fuera, no pueden evitar arrastrar una orfandad y viudedad que impregna de negro sus vidas, color que más adelante teñirá todo el país durante cuarenta años.
“Pero vencerán y entonces sacarán las uñas y las irán clavando con delectación en los derrotados. Será poco a poco y le darán forma legal.”A pesar de esta situación, no les faltan apoyos y eso las salva del ostracismo y la miseria, cuando no de algo peor. Por suerte para ellas, conocerán a Octavio, de nacionalidad mexicana, con el que Gabriela iniciará una relación sentimental que supondrá un viaje hacia un nuevo despertar y también al exilio. En México se reconstruirán, el negro quedará a un lado y será sustituido por el color, allí encontraran la seguridad perdida. Juana mira el mundo desde su edad infantil y a pesar de ésta, ya sabe callar porque es conocedora del peligro que le rodea, sabe que vive en territorio hostil.
“‘Cuando acabe la guerra’ se convirtió en una frase clave de mi infancia. […] Un futuro incierto frenaba toda actividad, todo proyecto.”
Pero Juana, a pesar del gran cambio producido en su vida, para bien, siempre tendrá presente el mundo abandonado al otro lado del océano, y se mantendrá en contacto con otras personas que han partido del mismo lugar, al que sueña con volver algún día.
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