11 feb 2020

La zapatera prodigiosa

Por Ángel E. Lejarriaga




Esta obra de Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada, 1898 – camino de Víznar a Alfacar, Granada, 1936), fue estrenada en Madrid el 24 de diciembre de 1930. Las crónicas dicen que ha sido la obra de Lorca que él más vio representarse.

La historia es sencilla: una mujer joven de dieciocho años, se casa con un hombre mayor, cincuenta años, de profesión zapatero. Él es afable y tranquilo, y se casó con ella más que nada por consejo de la hermana, para que no se quedara solo cuando ella faltara; y ella empujada por sus circunstancias económicas. Después de numerosos e incesantes enfrentamientos el hombre se va y en ella se produce el “prodigio” de descubrir, después de diversas vicisitudes, que la relación con el marido “merecía la pena”.

El título de “prodigiosa” tiene que ver con el significado de extraordinaria. En un primer momento Lorca quiso titular la obra “La zapatera fantasiosa” pero luego decidió cambiarlo. De hecho, la palabra fantasiosa sale varias veces en los diálogos. Pero para el autor la zapatera es prodigiosa porque en un tiempo en el que la mujer tiene muy pocos derechos, es capaz de enfrentarse a todo el mundo, pasando por encima de las convenciones sociales. Lorca también le pone un subtítulo peculiar “farsa violenta con dos actos y un prólogo”. Puede ser una farsa, con toques cervantinos, porque es cómica y corta, pero el trasfondo tiene dobles lecturas, entre la broma y la seriedad. De momento ella se ha casado con un viejo para poder alcanzar un cierto bienestar económico. Por otro lado ni hay violencia ni agresividad. Lorca dice al respecto que la zapatera actúa con acritud porque está enfadada por su condición y se enfrenta a todo lo que le rodea con energía. Por esto la zapatera es prodigiosa.

La obra se caracteriza por un continuo diálogo entre los personajes. La zapatera y su marido hablan mucho, ella se comunica con él desde la queja y él responde como puede desde la súplica para que le deje en paz. Pero aparecen más personajes con diferente protagonismo, los típicos que están a nuestro alrededor, mejor que estaban porque ahora vivimos aislados en nuestros pisos sin conocer a nadie. Hay vecinos y vecinas, gente del pueblo, niñas, gitanas, buenos mozos que porfían por ganarse la simpatía de la zapatera y algo más. El motivo de la obra es poner en solfa los usos y costumbres sociales imperantes, pero también critica los matrimonios por conveniencia, sea por motivos económicos o por no quedarse solos.

Como el propio Lorca menciona en el subtítulo, está compuesta de dos actos y un prólogo. Al principio de cada acto el autor proporciona una serie de instrucciones para los futuros directores de la misma. El prólogo es original aunque en el teatro del Siglo de Oro ya existía, y lo es porque el autor aparece en escena para presentar la obra.

Lorca nos legó algunas declaraciones sobre la obra muy interesantes:

Periódico El Sol, de Madrid (1933):
“La zapatera es una farsa, más bien un ejemplo poético del alma humana y es ella sola la que tiene importancia en la obra. Los demás personajes la sirven y nada más... El color de la obra es accesorio y no fundamental como en otra clase de teatro. Yo mismo pude poner este mito espiritual entre esquimales. La palabra y el ritmo pueden ser andaluces, pero no la sustancia... Desde luego la Zapatera no es una mujer en particular sino todas las mujeres... Todos los espectadores llevan una zapatera volando por el pecho.”
Periódico La Nación, de Buenos Aires (1933):
“La zapatera prodigiosa es una farsa simple, de puro tono clásico, donde se describe un espíritu de mujer, como son todas las mujeres, y se hace, al mismo tiempo y de manera tierna, un apólogo del alma humana... Así, pues, la zapaterita es un tipo y un arquetipo a la vez; es una criatura primaria y es un mito de nuestra pura ilusión insatisfecha... la lucha de la realidad con la fantasía (entendiendo por fantasía todo lo que es irrealizable) que existe en el fondo de toda criatura... La Zapatera lucha constantemente con ideas y objetos reales porque vive en su mundo propio, donde cada idea y cada objeto tiene un sentido misterioso que ella misma ignora. No ha vivido nunca, ni ha tenido novios nunca más que en la otra orilla, donde no puede ni podrá nunca llegar... Los demás personajes le sirven en su juego escénico sin tener más importancia de lo que la anécdota y el ritmo del teatro requieren. No hay más personaje que ella y la masa del pueblo que la circunda con un cinturón de espinas y carcajadas... El dato más característico de la zapaterilla es que no tiene más amistad que la de una niña pequeña [habla de niña porque era una niña la que representaba el papel de niño], compendio de ternura y símbolo de las cosas que están en semilla y tienen todavía muy lejana su voluntad en flor. Lo más característico de esta simple farsa es el ritmo de la escena, ligado y vivo, y la intervención de la música que me sirve para desrealizar la escena y quitar a la gente la idea de que “aquello está pasando de veras”, así como también para elevar el plano poético con el mismo sentido con que lo hacían nuestros clásicos.”

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