6 may 2019

El mexicano


Por Ángel E. Lejarriaga



"¿Cómo eres? Se preguntan los que te conocen. Saben tu nombre, Felipe Rivera, pero nada más, bueno, sí, que eres de nacionalidad mexicana. Eso es bueno y malo; bueno porque eres un compatriota y malo porque puedes ser un espía al servicio del dictador Díaz. Nadie da un peso por ti. ¿Por qué habrían de hacerlo? Has aparecido de la nada y de pronto, con una mirada de acero y fuego, dices que quieres incorporarte a la Revolución, sin más palabras, sin ningún tipo de explicación que justifique una decisión tan trascendental. Así eres, un misterio de dieciocho años, con un cuerpo delgado y una expresión salida del mismísimo infierno. Paulino Vera te mira y no sabe qué hacer contigo. El resto de los conspiradores tampoco. Hablan entre ellos, susurran; Arellano y Ramos te observan a hurtadillas. Podrían echarte sin más pero no lo hacen, de momento te mandan limpiar y tú lo haces sin protestar, sin mostrar escrúpulo alguno. Tal vez quieres demostrar que estás dispuesto a todo. El movimiento revolucionario necesita dinero y no sabe de dónde conseguirlo, para eso has llegado tú. Digamos que de buenas te presentas cargado de oro, que depositas en la mesa de May Sethby. Todos se quedan perplejos, también se enfurecen en silencio ante el enigma que no logran descifrar. ¿De dónde lo sacas? ¿Cómo te ganas la vida? ¿Eres acaso un delincuente? Hay algo de despiadado en ti que les aterra. Te necesitan pero te tienen miedo. Alguien comenta que eres el aliento de la muerte, otro desdramatiza y te defiende con el argumento de que solo tienes mal carácter. Sin embargo hay signos evidentes que justifican que un viento frío camina contigo, sobre todo cuando te mandan al sur y el comandante federal Juan Alvarado aparece muerto con un puñal clavado en el pecho. Peligroso es la palabra, eso eres, peligroso, letal. No obstante, sirves a la revolución de manera incondicional, y la revolución necesita rifles; cien voluntarios del sindicato anarcosindicalista IWW aguardan impacientes a ser armados y cruzar la frontera en pos de mejores vientos para México. Solo hacen falta unos miles de dólares y ese dinero se lo vas a proporcionar tú, ¿no es cierto, Felipe? Apuestas tu vida en el proyecto, Kelly no te cree ni Danny Ward tampoco; peor para él."

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He hecho esta pequeña ficción para presentar la figura de Felipe Rivera, nuestro personaje central en el cuento El Mexicano, del escritor norteamericano Jack London (1876-1916). El relato está fechado en 1911; generalmente no se le suele incluir en las recopilaciones de cuentos del autor por lo que es bastante desconocido. Jack London lo escribió en El Paso, Texas. Su primera publicación data de ese mismo año en el Satuday Evening Post. Habría que esperar al año 1952 para que se produjera una adaptación del mismo al cine bajo el título "The Fighter".



Al texto en cuestión se le ha considerado como de tema deportivo porque el desenlace se desarrolla en un rin. Aunque los personajes de Jack London suelen estar inmersos en una lucha por la supervivencia cruda y dura, la realidad de esta narración es otra. Es cierto que el deporte le da seña de identidad pero el nudo dramático es la revolución mexicana y su necesidad de fondos para comprar armas; desde luego habla de supervivencia pero enfocada desde otro punto de vista al habitual en el escritor. London toma partido en el relato, abiertamente, y muestra sus simpatías por el sindicato revolucionario Industrial Workers of the World (IWW) perseguido por entonces en los EEUU. El relato expone los conocimientos que London posee sobre el boxeo, describiendo un combate con una minuciosidad técnica; pero también pone al descubierto el fraude que se cuece debajo de la lona, las ingentes cantidades de dinero apostadas a favor o en contra de los dos contrincantes. Felipe Rivera es ajeno a todo esto, solo quiere ganar porque hacerlo es contribuir generosamente con las ganancias a la Revolución.

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