11 sept 2019

El lápiz del carpintero

Por Ángel E. Lejarriaga



Manuel Rivas Barrós (La Coruña, 1957) es gallego y escribe en gallego, lo cual tiene mucho mérito en un país como en el nuestro en el que todo lo que se salga de los valores patrios es denostado y vilipendiado, cuando no condenado. Además, es muy polifacético: ejerce de periodista, escribe novela, poesía y ensayo, y de vez en cuando hace algún que otro guión de éxito. Colabora con el diario El País.
Sus principios humildes no le presagiaban un buen porvenir, quién lo iba a decir, hijo de un albañil y de una lechera. Sin embargo, la voluntad de los padres y la del hijo se confabularon para que el mal presagio no se materializara. De todas formas, hay que mentar que Manuel Rivas no era precisamente torpe en lo que se refiere al desarrollo intelectual, las letras, de manera misteriosa, debieron poseerle al nacer pues a unos tempranos quince años comenzó a ejercer de periodista para el diario El Ideal Gallego. Como tenía claro lo que quería ser, algo bastante insólito a esas edades, en cuanto acabó el bachiller se marchó a la capital del reino para estudiar Periodismo, ya conocido como Ciencias de la Información. Desde entonces este ha formado parte íntima de su vida, compatibilizándolo, paralelamente, con la escritura en todas sus facetas y posibilidades.
No hay que dejar a un lado al Manuel Rivas militante, socio fundador de Greenpeace España y participante en la plataforma Nunca Máis tras los sucesos del Prestige.
Forma parte de la Real Academia Gallega desde el año 2009.
Entre 1980 y 2015 ha publicado diez libros de poesía. En la narrativa se inicia en 1985 con Todo ben, a la que siguen dieciocho libros más, el último en el año 2018. En 2012 publicó As voces baixas, un libro considerado autobiográfico. Ha escrito una obra de teatro O héroe en 2006 y nueve libros de ensayo. Hay que decir que se ha llevado bien con el cine pues varios de sus escritos no solo han pasado por la gran pantalla sino que han sido galardonados: Todo es silencio, dirigida por José Luis Cuerda en 2012; La lengua de las mariposas o El lápiz del carpintero.

En lo que respecta a premios, ha recibido muchos, cito algunos: Premio de Poesía Nova de O Facho 1980 por el poema Pra escarnho e mal dizer, Premio Leliadoura 1989 por Ningún cisne, Premio de la Crítica de narrativa gallega 1989 por Un millón de vacas, Premio Nacional de Narrativa 1996 por ¿Qué me quieres, amor?, Premio Torrente Ballester 1996 por ¿Qué me quieres, amor?, Premio de la Crítica de narrativa gallega 1998 por El lápiz del carpintero... y cinco más.

O lapis do carpintero (1998) se publicó en 1998 y tuvo una gran acogida del público. El ser llevada al cine por Antón Reixa la hizo más popular si cabe. La novela es corta y cuenta una historia de amor, de genocidio, de miseria humana, de crueldad, de tenacidad, de convicciones inamovibles que se sitúan por encima de la vida y la muerte; pero sobre todo, es una historia de amor. Los protagonistas son el médico republicano Daniel da Barca y una hija de familia de derechas, Marisa Mallo. El escenario en que se desenvuelve el idilio es el del golpe de Estado fascista del 18 de julio de 1936, la consiguiente guerra civil entre los sublevados y el gobierno republicano legítimo que defendía el orden constitucional, y la postergara.
«En la cárcel de Santiago de Compostela, en el verano de 1936, un pintor dibuja el Pórtico de la Gloria con un lápiz de carpintero. Los rostros de los profetas y de los ancianos de la Orquesta del Apocalipsis son los de sus compañeros republicanos de presidio. Un guardián, su futuro asesino, lo observa fascinado…»
La narración si bien cuenta la historia de los personajes hasta situarlos en el centro de la escena, cada uno con su protagonismo particular, lo hace con lirismo, con poesía, por momentos te pierdes ante la belleza del lenguaje ante el contraste de la crueldad a la que son sometidos los protagonistas. Hay evocaciones históricas y también sesudas reflexiones sobre la existencia. No falta algo de realismo mágico que convierte a un inocente lápiz de carpintero en una especie de barita mágica y al fantasma de su antiguo dueño en un intrépido consejero de su asesino, Herbal. La entereza del doctor nos da vida, nos cuenta que solo te pueden matar para acallar tu esencia y que las ideas y el amor no hay forma de asesinarlo. Pero no olvidemos un detalle, en esta narración hay mucho dolor, eso hace que el amor, por momentos, fluya parejo al odio, un odio frío, calculado, que te hace desear el mal para algunas de las sombras siniestras que pululan por los rincones más oscuros como es la cárcel de Santiago.
Entrañable lectura y a la vez dolorosa, a pesar del tiempo transcurrido, porque nos describe indignidades e injusticias que todavía al día de hoy no han sido reparadas.

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