9 ene 2020

Balthazar


Por Ángel E. Lejarriaga




Segunda novela de Lawrence Durrell (1912-1990) perteneciente a El cuarteto de Alejandría: Justine (1957), Balthazar (1958), Mountolive (1958) y Clea (1960).

¿Por dónde empezar a comentar esta novela? Las ideas que me surgen espontáneamente tienen mucho que ver con la primera, con Justine (1957). Si se lee el comentario que hice de esta, “Justine, una forma diferente de amar”, se observará que muchos elementos se repiten en Balthazar, empezando por el tema sobre el que gira la narración “una investigación del amor moderno”, según palabras del propio autor. Esto ocurre porque Balthazar cuenta la misma historia que Justine pero con un punto de vista diferente. La narración se desarrolla igualmente en Alejandría durante la Segunda Guerra Mundial.
“Alejandría, la que puede ofrecer de todo a sus amantes menos la felicidad. […] la única ciudad donde todavía pueden encontrarse y unirse todas las razas y todas las costumbres, donde se entrecruzan los destinos más íntimos.”
Presenta a Balthazar como narrador alternativo que discute lo contado por Darley en Justine. En un primer momento Lawrence Durrell pensó en titular esta novela como Justine II, más luego lo cambió por Balthazar. No se trata de una segunda parte de Justine, de hecho, tal vez, la primera novela de El cuarteto de Alejandría sea difícil de superar, o dicho de otra manera, Durrell colocó el listón narrativo muy alto. Lo que sí es cierto, es que con la segunda entrega aclaras detalles que quedaron oscuros en el primer volumen.

El texto sitúa al narrador en una isla griega, viviendo con la hija que el marido de Justine, Nessim, tuvo con Melissa. El tiempo cronológico es aproximadamente unos cinco o seis años después de la historia primigenia.

Alejandría sigue hechizando a Durrell, no puede evitarlo. Justine era Alejandría; sin embargo, Darley no ha acabado de entenderla del todo, Clea o Balthazar sí. Ellos son alejandrinos de pura cepa. Darley no obstante intenta aproximarse a los secretos de la ciudad a través de la figura de Justine: “(Justine) una hija auténtica de Alejandría, es decir, ni griega, ni siria, ni egipcia, sino un híbrido, una ensambladura”.

Al sustituir Balthazar a Darley como narrador, da un giro a la historia, explica algunos eventos ya acontecidos de otro modo, o digamos que los explica. Por ejemplo, que Justine no estaba enamorada de Darle, aunque él así lo creyera: "ella tuvo un romance contigo, traicionó a su esposo, Nessim, contigo, pero todo el tiempo estuvo enamorada de alguien más. Fuiste solo una pantalla para su verdadero interés, que era Pursewarden […] A él no le importaba nada de ella, ¡suprema lógica del amor! […] Justine no había conocido nunca a nadie que no deseara o que pudiera prescindir de ella”. (Salvo Pursewarden). “Hacer para él el amor es algo tan sencillo como un impulso doméstico que se convierte en hábito, como limpiarse los zapatos en el felpudo”.

Una novedad interesante con respecto a Justine es que Balthazar nos descubre las interioridades de la familia de Nessim: a una madre bellísima que tras sufrir la viruela se recluye en su casa para que nadie la vea; un hermano con labio leporino que solo frecuenta la vida social en carnaval.

Sintetizando mucho diré, que la primera parte de la novela describe el momento en que Balthazar llega en barco a Alejandría con un manuscrito de Darley totalmente subrayado y con numerosas interrogaciones. En él, Darley, redunda de manera obsesiva en la exploración de su memoria lo vivido unos años antes. Intenta encontrar respuestas a personalidades complejas e impenetrables que se abandonan a la sensualidad sin tregua, de manera insaciable. Qué hay que entender en ello. Quizá nada. Dos personas se cruzan, chocan, se beben con desmesura y se alejan sin remordimientos.
“Cada psiquis es en realidad un semillero de predisposiciones antagónicas. La personalidad concebida como una entidad con atributos fijos es una ilusión… ¡pero una ilusión necesaria si queremos enamorarnos!”
Por mucho que nos empeñemos en indagar el pasado, nuestras vivencias, nunca vamos a hallar en nuestros escritos la verdad, no es posible. Los diarios están hechos para ser leídos por otros, para agradar o para culpabilizar pero nunca para esclarecer nada en absoluto.
“Un diario íntimo es el último lugar al que hay que acudir si se quiere conocer la verdad sobre una persona. Nadie se atreve a confesar en el papel las últimas verdades, por lo menos en lo que se refiere al amor.”
En la segunda parte Balthazar nos habla del escritor Pursewarden, amante de Justine, personaje inspirado en el novelista británico Wyndham Lewis: “El amor es como una guerra de trincheras: no vemos al enemigo pero sabemos que está allí y que es preferible no asomar la cabeza.”

También se describe con gran detalle un suceso escalofriante, el asesinato brutal de Scobie, un amigo de todos ellos, por ser homosexual. Se ha dicho que Durrell tocó por primera vez en la literatura inglesa un “delito de odio”.

La tercera parte nos cuenta la noche de carnaval, todas y todas guapas y con las caras cubiertas, desbocando el deseo de la carne sin descubrir el rostro. Todo ello envuelto en un misterioso crimen que se produce durante la fiesta, que, por cierto, no se cita en Justine.

La cuarta y última parte se centra en el amor que Darley siente por Justine, ignorando a la bella Clea, si bien es la persona que verdaderamente lo ama.

Poco puedo decir más que no haya contado en Justine. Estos libros son un tratado sobre el amor, pero no el de los poetas, ni el de los juglares, aquí se habla de placer, de poligamia, de poliandria, de homosexualidad, de sadomasoquismo, y de cualquier posibilidad en que se pueda manifestar el amor carnal, eso sí, contado de una manera bella y poética.
“Enamorarse es cubrirse de ridículo ante la sociedad alejandrina.”
“Si no puedes gozar con el que tienes a mano, pues cierra los ojos e imagina que estás con el que no has podido conseguir.”
“Muy pocos comprenden que la sexualidad es un acto psíquico y no físico.”

Lectura recomendada: Justine, una forma diferente de amar

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