24 jun 2010

José Saramago: Uno de los nuestros


Por Ángel E. Lejarriaga

Sí, José Saramago era uno de los nuestros o al menos uno de los míos: un compañero. Digo «era» porque se ha muerto, se ha ido para siempre y no me consuela que me digan que «los que escriben siguen viviendo en sus libros». Quedan los libros pero no los autores y en este caso el autor era mucho más que un escritor, era un símbolo de solidaridad. Su compromiso en la lucha contra la injusticia nos hermanaba; hacía que las fronteras se diluyeran y por fin el internacionalismo de los desheredados de la tierra se hiciera real a través de la palabra. Por eso ya no quiero leer sus libros, porque ya no está él, como una llama viva, para ratificar lo escrito con la humildad del que no tenía miedo a expresar su pensamiento con libertad. No le temblaba la voz al llamar públicamente delincuente a Berlusconi o al calificar la Biblia como un «catálogo de crueldades». Cómo no respetarle desde la distancia de lector silencioso y asombrado.
Sabía que tenía que irse tarde o temprano —nadie vive eternamente— pero su marcha me ha aturdido a pesar de ser esperada. En realidad no quería que muriera, necesitaba sentirle perpetuo quizá porque mi falta de fe en el ser humano con él disminuía.
Si digo que Saramago procedía de una familia humilde no digo nada y digo mucho porque eso significa que en el mundo depredador en el que vivimos se hizo a sí mismo. Nunca olvidó sus orígenes y por eso se vistió con un traje de sencillez y afecto que era reconocido por mucha gente que incluso sin leer sus libros le quería.
Acepto su muerte —la muerte es algo inevitable, como la terrible mano del Hombre— mas me siento desamparado en esta época en la que los intelectuales sólo se preocupan de la venta de sus libros y de salir en los medios de comunicación, siempre políticamente correctos, lamiendo la mano del poder. Él no era capitán de ningún barco, no quería dirigir a nadie, sólo aportaba su lucidez en forma de crítica constante a un modelo de sociedad denominado «moderno», que él veía teñido de absurdidad desde lo más hondo de sus cimientos. Era consciente, y lo decía siempre que tenía ocasión, de que nuestra forma de vida es insana e injusta y en sus escritos vaticinaba la deriva de los países capitalistas hacia el abismo de la autodestrucción. Qué son las naciones y sus gobiernos hoy en día más que pobres balsas sin rumbo, flotando en un mar de incertidumbre. Recuerdo su novela La balsa de piedra y no puedo evitar sonreír ante lo insólito de su propuesta: la Península Ibérica se rompe en los Pirineos y se desplaza azarosamente por el Atlántico. ¿Una premonición? Quién sabe.
José Saramago ha sido el único premio Nobel que ha tenido Portugal y eso a pesar de no ser bien visto ni por el intocable Vaticano ni por muchos políticos de todos los colores. En 1993 el presidente portugués Anibal Cavaco Silva retiró a Saramago de una propuesta para recibir un galardón europeo debido a la publicación de su obra El Evangelio según Jesucristo. El irreductible comunista no se inmutó, era inmune a las hipocresías y mentiras de los poderosos aunque esa vocación vital le convirtiera en un personaje incómodo. Así vivió hasta el final, permanentemente indignado ante las desigualdades sociales.
Han comentado sus allegados que «ha tenido una buena muerte», eso me consuela. Deseo imaginar que también tuvo una buena vida, plena de satisfacciones en todos los ámbitos de la existencia. A él no le preocupaba abandonar el mundo: «Entraré en la nada y me disolveré en ella», dijo con serenidad a los suyos; pero se ponía triste al pensar en el futuro, dominado por una mezcla de rabia e impotencia.
Desde su ausencia alimentaré su imagen vívida junto a la de otros luchadores incansables, muertos y vivos. El que ellos hayan existido y todavía existan nos proporciona un hálito de esperanza en un mundo mejor.

1 comentario:

  1. Entre los blogs que visito, de cuando en cuando, ha habido varios que le han hecho un rendido homenaje. Rendido porque ante sus palabras, y ante su persona, le reconocías... sentías que aún había gente honorable en este mundo, esta Tierra, la única que tenemos.
    Con su muerte nos queda un referente menos.
    Besitos y gracias por el regalo. PAQUITA

    -YO TAMBIÉN LE BRINDÉ MI PÁGINA
    EL DÍA 18-

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