29 abr 2014

Marguerite Duras y "El amante"


Por Ángel E. Lejarriaga



Con 70 años de edad, en 1984, Marguerite Duras, tras una larga trayectoria como novelista, dramaturga y directora de cine, publicó una novela autobiográfica que ganó el Premio Goncourt, y se tradujo a numerosos idiomas, después de un prodigioso éxito de ventas en Francia; me estoy refiriendo a El amante.

La obra describe la relación que la autora mantuvo en Indochina, cuando era una adolescente —contaba 15 años de edad—, con un ciudadano chino de 27 años. Los elementos clave que dan sentido a la novela son el deseo, el amor y finalmente el odio. La historia se inicia con una cadencia natural, sin presión alguna, como si se estuviera esperando que ocurriera, lo que ocurre. Ella conoce al hombre maduro y le desea de inmediato, él la desea a ella, y se encuentran de una manera tenaz y vertiginosa, convirtiendo la fusión de sus cuerpos en una obra de arte efímera y dolorosa. Pero hay más; la historia se desenvuelve acosada por sombras amenazantes que no dejan respirar a los amantes. Una madre enferma que pocas veces ejerce de madre; dos hermanos opuestos, uno violento y cruel, y el otro frágil y sensible. Les unen unos lazos de sangre tan intensos como livianos. La relación que mantienen es torturadora e inestable, sobre todo por la presencia del hermano mayor. A ella le gustaría escapar pero bajo qué condición, tiene 15 años. Tal vez si el chino se hubiera casado con ella todo hubiera cambiado. Quizá si él hubiera sido capaz de enfrentarse a las tradiciones de su país, ella habría salido de la miseria material y psicológica en la que está inmersa. No duda de que él la quiere, pero ¿ella le quiere a él o se trata solamente de sexo? Lo que cuenta es la relación en sí misma, tolerada pero no aceptada; difícilmente imaginable en nuestro presente; deseo y dolor se enfrentan en un choque de sensaciones que tienen que ver mucho con la vida. Es posible que ahí resida el éxito de la novela, no tanto en el estilo en el que la autora cuenta la historia, a veces lleno de poesía, otras, cortante.

Seis años después, en 1990, Marguerite Duras descubrió la muerte de su amante, su primer amante, el chino de la novela. En ese momento puede que algo se revolviera en ella o que considerara que era necesario un esfuerzo añadido para aportar más detalles a la historia. Unos años después, en 1991, vio la luz El amante de la China del Norte. No era la primera vez que reescribía una historia; en los años 40, inspirada en unos sucesos acaecidos en Francia, escribió una obra de teatro llamada Les viaducs de la Seine et Oise. Unos años después escribió una novela sobre el mismo tema a la que llamó La amante inglesa; y más tarde, volvió a retomar la historia y a escribir otra obra de teatro sobre la novela. Cinco años después de ser editada El amante de la China del Norte, en 1996, murió Marguerite Duras.

La base narrativa de esta segunda versión o versión complementaria de la primera, es idéntica pero si se leen una detrás de la otra se observa que el resultado final de cada una es diferente. El estilo es semejante pero se vuelve mucho más duro, en cuanto a la construcción de las frases, y, desde luego, más completo en cuanto a descripción de lugares, sensaciones y ambiente. Tal vez, según han comentado algunos críticos, este texto esté muy influenciado por sus facetas de escritora de teatro y de guiones cinematográficos. Se ha dicho que Marguerite Duras se lo permitía todo al escribir y podemos asegurar que es cierto. Incluso yo diría que por momentos se vuelve difícil la lectura de la obra: cambios de tiempo, cambios de perspectiva, cambios de la primera a la tercera persona, notas al pie de página, notas dentro del texto, consejos para el hipotético directos de una película, repeticiones y mucho más, que el lector que se enfrasca en los entresijos de la novela se va encontrando, sorprendido por lo poco habitual de esta forma de presentar una historia.

Añadiendo más aspectos relevantes de la segunda versión, en ella se manifiestan más detalles de la relación amorosa, aunque la intensidad es idéntica, la autora les dedica más espacio. También, se puede decir que hablan más entre ellos, lloran y ríen y se aman directamente, sin la mediación de la narradora. Un elemento que no se puede dejar de lado es la presencia, que no existe en El amante, de Thanh, una especie de hermano adoptivo de la protagonista; además, la novela está dedicada precisamente a él.

Después de lo dicho, me toca tomar una decisión sobre qué elección de lectura recomendar para quién todavía no se ha introducido en el universo adolescente de Marguerite Duras. Si se tuviera mucho tiempo disponible y no importara en qué emplearlo, yo diría que las dos obras deberían ser leídas. La segunda completa a la primera. Ahora bien, como nuestro tiempo de existencia es limitado y hay mucho que leer, yo apuesto por la lectura de El amante y ahí me quedaría.


1 comentario:

  1. Has sido muy benigno al recomendar la lectura de los dos. El primero, "El amante", ha sido un placer, pero el segundo, difícil de digerir. Estaba más preocupada de enterarme de lo que dice la autora que de participar de las emociones del texto. De todas formas, balance positivo. Yo solo recomendaría el primero.

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