8 feb 2019

Inés del alma mía


Por Ángel E. Lejarriaga



Este libro, aparecido en el año 2006, hacía el número diecinueve en la recopilación de la obra de la chilena Isabel Allende (1942). En la actualidad, hasta 2017, he contado veintisiete publicaciones.

La literatura de Isabel Allende es variada: novela, cuentos, relato autobiográfico o narrativa juvenil. Su enfoque abarca a todos los públicos, naturalmente, con diversos efectos. Si El plan infinito (1991) para mí fue la “novela americana”, Inés del alma mía es la “novela indigenista”, una denuncia descarnada de la conquista de América por parte del alabado Imperio español, narrada por un personaje que da nombre al libro, Inés Suárez, conocida como la primera mujer española en pisar territorio chileno. La narradora es la hija de Inés, Isabel, que lee lo escritos dejados por su madre sobre lo que ha sido su vida.

La novela abarca varios períodos, el primero cubre los años 1500-1537 y básicamente describe la vida de Inés Suárez en España ―en Plasencia en concreto―, su matrimonio, sus experiencias iniciáticas en la sensualidad de la mano del inolvidable Juan de Málaga y su viaje al continente americano. El siguiente periodo, una vez en América, transcurre entre los años 1537-1540. En este se repasa cómo era la vida en El Cuzco y quiénes eran los incas; y aparecen figuras históricas como Francisco Pizarro, Diego de Almagro y el que sería el compañero sentimental de Inés Suárez durante una parte importante de su vida, Pedro de Valdivia. Entre 1541 y 1543 se describe con dramatismo la conquista de Chile. El resto de la novela es prácticamente un diario pormenorizado de las luchas intestinas entre los ambiciosos conquistadores; por supuesto, también nos cuenta su matrimonio con un capitán de Valdivia, Rodrigo de Quiroga, y la encarnizada guerra entre españoles y mapuches.

Para escribir esta obra, Isabel Allende se documentó durante cuatro años, bibliografía de la que deja constancia en el libro para que no quepa la menor duda sobre su fidelidad histórica. En una entrevista que le hicieron en el momento de publicación de la novela dijo que había tenido que contratar a dos personas para que le ayudaran a revisar la documentación que había acumulado sobre el tema.
 

Aunque parece un relato romántico, el contenido histórico es la clave fundamental que enmarca el texto. Precisamente esta novela ha sido criticada por ello. Se ha acusado a Isabel Allende de atender en exceso a la Historia, con mayúscula, dejando a un lado el desarrollo de la novela en sí misma. Aparte del hecho histórico, yo destacaría por encima de todo el papel de Inés Suárez, bastante alejado a todos los niveles de las mujeres de su tiempo. Un persona corajuda, dispuesta a batirse por amor, que empuña las armas y lo que sea necesario en su afán de trascender el mediocre papel que la sociedad le ha reservado. Tengamos en cuenta que estamos en el siglo XVI por lo que la personalidad y conducta de Inés Suárez adquiere mayor relevancia. Llegando más lejos diré, que la forma en que plantea Isabel Allende la sexualidad trasciende no solo su tiempo sin también el nuestro: “el goce como vía de experimentación de los sentidos”.
“No sostengo que todos sean iguales (los hombres), pero se parecen bastante, y con un mínimo de intuición cualquier mujer puede darles contento. A la inversa no es lo mismo; pocos hombres saben satisfacer a una mujer y aún menos son los que están interesados en hacerlo.”
Inés no se somete más que por la fuerza, es ella la que la que somete, la que sabe, la que ofrece su saber sensual, tanto Valdivia como Quiroga lo entienden así y la dejan hacer, ellos son los alumnos y ella la maestra.
“Pedro tenía mucho que aprender, pero no había prisa, contábamos con el resto de nuestras vidas y yo era buena maestra, al menos eso podía agradecer a Juan de Málaga. Una vez que Pedro comprendió que a puerta cerrada mandaba yo y no había deshonor en ello, se dispuso a obedecerme de excelente humor […] él creía que la entrega correspondía a la hembra y la dominación al macho, así lo había visto en los animales y aprendido en su oficio de soldado, pero no en vano Juan de Málaga había pasado años enseñándome a conocer mi cuerpo y el de los hombres.”
El título de la obra no refleja el contenido, tampoco sé cómo podría habérsela denominada con más acierto pero, desde luego, Inés del alma mía no la representa en absoluto.

Antes dije que Inés del alma mía era la “novela indigenista” de Isabel Allende y me reafirmo en ello. En el texto aparecen de manera explícita las vejaciones, torturas y matanzas a que fue sometida la población autóctona de los países que hoy conforman la América del Sur; la autora nos habla, especialmente, casi con desesperación, del indomable pueblo mapuche que todavía hoy día sigue en guerra contra cualquiera que pretenda oprimirle.
“Los mapuche solo saben de guerra y libertad. No tienen rey ni entienden de jerarquías, solo obedecen a sus toquis durante el lapso de la batalla. Libertad, libertad, solo libertad. Es lo más importante para ellos, por eso no pudimos someterlos, tal como no lo lograron los incas.”
Repasando por encima a alguno de los personajes históricos que pueblan la novela, la primera figura a reseñar es a la propia Inés Suárez (1507-1580):
“española, nacida en Plasencia, viajó al Nuevo Mundo en 1537 y participó en la conquista de Chile y la fundación de la ciudad de Santiago. Tuvo gran influencia política y poder económico. Las hazañas de Inés Suárez, mencionadas por los cronistas de su época, fueron casi olvidadas por los historiadores durante más de cuatrocientos años.”
Era una mujer de extracto social bajo, que se dedicaba a coser y a cocinar. Su vida fue muy limitada hasta que decidió viajar a América en busca de su marido.
“Nací en Plasencia, en el norte de Extremadura, ciudad fronteriza, guerrera y religiosa. La casa de mi abuelo, donde me crié, quedaba a un tiro de piedra la catedral, llamada La Vieja, por cariño, ya que sólo data del siglo XIV. Crecí a la sombra de su extraña torre cubierta de escamas talladas. No he vuelto a ver la ancha muralla que protege la ciudad, la explanada de la plaza Mayor, sus callejuelas sombrías, los palacetes de piedra y las galerías de arcos, tampoco el pequeño solar de mi abuelo, donde todavía viven los nietos de mi hermana mayor.”
El siguiente personaje en relevancia sería Pedro de Valdivia (1497-1553), extremeño de Villanueva de la Serena. Un militar profesional que tras participar, siempre bajo la bandera del emperador Carlos I de España y V de Alemania, en sus interminables y sangrientas guerras europeas, se embarcó para América bajo las órdenes del gobernador del Perú, Francisco Pizarro. Se le conoce como el conquistador y fundador de Chile. Pero también se le cita en otros ámbitos como el genocida del pueblo mapuche durante la Guerra de Arauco.
“Pedro provenía de una familia de militares sin fortuna pero de abolengo, cuyas proezas se remontaban a la lucha contra el ejército romano, antes de Cristo, continuaba por setecientos años contra los sarracenos y seguía produciendo varones de mucho temple para las eternas guerras entre monarcas de la cristiandad. Sus antepasados habían descendido de las montañas para instalarse en Extremadura.”
Otro personaje interesante que aparece y desaparece a lo largo de la novela es Francisco de Aguirre (1500-1581), nacido en Talavera de la Reina. Fue otro de los conquistadores afamados que participó en la conquista de Chile y parte de Argentina. Isabel Allende lo tacha básicamente de sádico asesino y violador contumaz, también de simpático.

Rodrigo de Quiroga (1512-1580), fue acompañante de los dos anteriores en la conquista de Chile. Desposado con Inés de Suárez.

Un personaje muy importante, sobre todo en la última parte de la novela, es Felipe, también conocido como Lautaro (1534-1557). Aunque he puesto una fecha de nacimiento esta no es del todo segura. Fue capturado por las tropas de Pedro Valdivia en la zona de Trehuaco, cercana a Provincia de Concepción, cuando contaba once años. No es la única versión que existe sobre su lugar de captura. Era hijo del mapuche Curiñancu. Formó parte del servicio de Valdivia durante tres años. Entre sus tareas se encontraba el cuidado de los caballos de este. Uno de los principales capitanes de Valdivia enseñó al niño el manejo de las armas españolas y tácticas de guerra, no se sabe bien con qué objeto. Lo cierto es que Lautaro fue testigo de las salvajadas que hicieron los soldados españoles a sus compatriotas mapuches. Estas experiencias llevaron al chico a fugarse. El resto fue coser y cantar. Años después, en cuanto los mapuches le vieron actuar, le reconocieron como a un líder, y no solo eso, Lautaro les enseñó a luchar como lo hacían los españoles: a no tener miedo a los caballos, a montarlos e incluso a usar las armas que robaban a los enemigos.
“Su verdadero nombre era Lautaro y llegó a ser el más famoso toqui de la Araucanía, temido demonio para los españoles, héroe para los mapuche, príncipe de la epopeya guerrera […] Treinta años más tarde, el espíritu de Lautaro todavía andaba en la cabeza de sus huestes y su nombre resonará por los siglos, nunca podremos vencerle.”
Al terminar la novela te preguntas muchas cosas, no sobre Inés Suárez, sino por lo que les llevaba a los conquistadores de mayor y menor alcurnia a embarcarse para el nuevo mundo, pasar penalidades y cometer todo tipo de atrocidades. La única respuesta que me ha venido a la cabeza es la codicia, el ansia de riquezas, el deseo de ejercer el poder sin límites, sin ningún tipo de restricción. El mismo Valdivia, en principio tenía buenas ideas, las crónicas le definen como una persona noble, honesta y soñadora. ¿En qué se convirtió después? En un sanguinario déspota. Hasta tal punto resulta odioso el personaje que cuando muere al final de la novela sientes un cierto regocijo.
“El oro dividía a los españoles en el Perú, atizaba la maldad y la codicia, alimentaba las maquinaciones, ablandaba las costumbres y perdía las alamas.”
En fin, que nadie se escandalice, lo que cuenta Isabel Allende lo contó antes Bartolomé de las Casas, es nuestra historia, esa historia de la que nos sentimos tan orgullosos y que conmemoramos con júbilo siempre que tenemos oportunidad.

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