5 may 2020

Charlas con Troylo

Antonio Gala (1936). En este volumen se recogen la serie de artículos publicados entre el 22 de julio de 1979 y el 16 de noviembre de 1980, en el diario El País.

Por Ángel E. Lejarriaga



El libro es entrañable, primero por quien lo escribe, segundo por su sensibilidad y tercero por el análisis agudo que hace de aquellos tiempos de la tan mentada Transición, en la que nada era lo que parecía sino algo bastante peor. Visto desde hoy, salvo que se sea un adorador de la persona que escribe que es Antonio Gala, los textos pueden parecer lejanos, edulcorados, quizá algo desatinados, a fin de cuentas, el autor manifiesta sus intimidades con un perro, al que por cierto adora, más bien se adoran mutuamente. Dicho esto, cada artículo es una pequeña gran joya de la literatura, rica en lenguaje y en sentimientos sobre el mundo que vive Gala en aquel momento, y al que no tiene claro pertenecer. Es obvio que Gala quizá no pertenezca a las excrecencias de nuestro universo cotidiano, tal vez muchas de nosotras tampoco, pero lo hemos aceptado, como él lo aceptó, porque es lo que nos ha tocado vivir.

La clave de esta colección de artículos es el intimismo. A través de él conocemos a Antonio Gala, sus secretos, sus miedos, sus frustraciones; así lo reconoció en alguna entrevista que le hicieron entonces. Aparte de la circunstancia nada desdeñable de que Troylo, según el propio Gala confesó, era su mejor amigo.
“[…] ya me encargo yo de mostrarme sin piel, mostrando la amargura, la soledad y la desazón que poco a poco nos ha invadido a todos después de aquella alegría de 1977. Yo creo que a mí me quieren un poco como a un niño algo tonto. Mi fama no es precisamente la de un escritor, sino más bien tiene las características de la fama de un torero o un cantante; algo que conecta más directamente, porque la sinceridad llama a la sinceridad.”
Mi artículo preferido del libro es “Palabra de amor”:
  
“Te traen de un veterinario, Troylo. Veo cómo atraviesas el jardín. Vuelves un poco más cansado que te fuiste, como si te pesaran los diagnósticos… Vuelves con tu pila de años a cuestas, agotado, como un anciano que teme molestar, ser una carga insoportable que los más jóvenes se sacuden de pronto. Vuelves igual que un anciano que se estremece al observar cómo escasean las atenciones, y los halagos se van escatimando.”
“[…] cómo muere un hombre, cómo vive un hombre. Quién sabe qué es un hombre…”
“Esta noche, Troylo, atiene bien, va a empezar una década, ¿te das cuenta? Empezar una década. Son palabras mayores. Los hombres no tenemos una vida muy larga. Nada de lo que vive tiene una vida demasiado larga. La vida es una historia que siempre acaba mal, porque acaba en la muerte […] La vida, Troylo, es única: solo eso. Es sencillamente lo único que tenemos.”

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