19 ago 2022

Estómagos voraces



Los espantajos de la política 
hablan con voces espurias, 
falsas,
aúllan a la luna
que les mira cómica
desde su pedestal de plata, 
se gruñen,
se observan con odio, 
se insultan,
para luego entrechocar sus manos 
cuando nadie les ve.

Sepulcros blanqueados 
de mirada opaca
y risa burlona, 
vociferantes, 
sacrílegos,
estómagos voraces y agradecidos 
que sobreactúan,
interpretando un papel sin texto, 
sin mensaje,
compuesto por palabras hueras, 
inconexas,
muertas.

Se abrazan entre ellos, 
se besan,
se balancean satisfechos, 
ampulosos,
sobre escaños que hieden, 
mientras los espectadores, 
somnolientos,
les contemplamos aterrados,
a la espera del siguiente decreto, 
ese que nos hundirá más
en el pozo de la servidumbre 
y la postración más amarga.

Barajean las leyes con desprecio, 
como si repartieran naipes marcados;
todos los participantes conocen la jugada, 
ellos son siempre la banca,
nosotros perdemos, 
siempre perdemos,
porque el problema es dejarles jugar, 
el juego es el misterio hipnótico
que nos arrastra como un castigo
hasta el abismo de la desintegración 
y la penumbra.

Después de la pelea 
y las voces falsas
comenzará otra partida,
y nosotros aguardaremos junto a la mesa 
el cotejo de las jugadas
para constatar desesperados
que el resultado perennemente es el mismo
en tanto ellos jueguen con sus reglas
y sus cartas marcadas, 
irremisiblemente, 
volveremos a perder.


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