14 ago 2022

Las debilidad de los corchos


LA FLAQUEZA DEL BOLCHEVIQUE

Lorenzo Silva (1997)


Por Ángel E. Lejarriaga



Esta novela fue finalista del Premio Nadal en 1997. Aunque no haya encontrado comentario alguno al respecto, salvando las distancias, el texto tiene un airea Paul Auster; el protagonista es lo más parecido a un corcho a la deriva, con pocos escrúpulos, algo tarado y embarcado en una constante deriva carente de rumbo; el azar hace el resto, o le pone la guinda al pastel.

La historia se inicia un día cualquiera, en hora punta, las ocho de la mañana, con un viaje común hacia un puesto de trabajo bien pagado pero poco gratificante. Un incidente de tráfico inicia una bola de nieve que va a rodar a más velocidad de la que Pablo, el narrador, va a poder manejar. Los personajes, salvo la joven Rosana, en todo momento parecen descontrolados, con lenguaje y conductas sucios y descarnados que el autor exagera hasta la saciedad, sobre todo al principio, durante las primeras páginas.

¿Quién es Pablo? Un individuo del montón, de unos treinta años, con estudios de Filosofía, que se encuentra perdido en las turbulencias de la sociedad moderna; carente de alicientes, que cuenta su historia sin creerse demasiado lo que le ha sucedido, porque sus avatares le resultan increíbles, como si los hubiera soñado. Podría llevar una vida cómoda pero como poco le agrada, escudriña el mundo sin saber qué espera hallar en él, en una tormenta continua a la que denominamos sociedad desarrollada. El azar le empuja hacia Sonsoles, a chocar con su coche, pero también a conocer a Rosana. Su vida, como decía al principio, carece de sentido, o al menos no es capaz de discernirlo; su existencia le aburre, funciona como un autómata sin discernimiento moral. Sonsoles le proporciona un motivo para seguir viviendo, aunque sea acosándola, haciéndola daño.

Rosana, es una adolescente de quince años, hija de Sonsoles, que se convierte en la fantasía de Pablo, en su justificación para mantenerse en movimiento. Rosana se convierte en una tentación para él, en su horizonte presente. Pablo tiene sentimientos pedófilos que no reprime; pero lo cierto es que conocer a la chica le hace mejor persona, o si se quiere, le centra, le motiva, le devuelve el oxígeno que le faltaba, le relaja.

Aunque la mirada de ella es azul, transparente, como lector no dejas de pensar que el drama se encuentra en la siguiente página, no puede ser de otra forma, la sociedad en la que vivimos es una agresión continua, desde que te levantas hasta que te acuestas, donde los afectados se compran y se venden, se mercadean, se exponen en las redes sociales, contando como un logro los me gusta que la baraúnda de mirones y mironas han podido concedernos. Pobre humanidad rica, nuestras miserias nos definen; parece que la estupidez no tiene cura, como decía Oscar Wilde. No cabe la menor duda que en cuanto conocemos a Rosana nos acude a la memoria Lolita de Nabokov, pero Pablo no es Humbert, él solo se deja llevar porque le excita la situación a corto plazo, sin más consideraciones. Ya tiene algo interesante que hacer en la vida, su necesidad e inconsciencia, le convierte en el elemento propicio para estar donde no debe estar. Le da un poco igual lo que pueda suceder, quizá ni tan siquiera se lo plantea. De alguna manera da de antemano por perdida la batalla; pelea, si es que pelea, por simple inercia, aunque no gane.


No hay comentarios:

Publicar un comentario