EL LAMENTO DEL PEREZOSO (2009)
Sam Savage
Por Ángel E. Lejarriaga
Sam Savage (1940-2019) saltó a la fama internacional a través de su novela Firmin (2006), que partiendo de una edición alternativa, a través del boca a boca, alcanzó un éxito mundial. La historia de este hombre es ciertamente interesante porque en principio no realiza el recorrido habitual de los escritores y escritoras al uso: escribir, escribir y escribir desde temprana edad. Savage desempeñó diversos oficios, trabajó en un taller de bicicletas, ejerció el oficio de carpintero, fue pescador, también tipógrafo. No obstante su afición por la literatura comenzó en la veintena. Editó la revista literaria Reflectios mientras participaba activamente en el movimiento por los derechos civiles. Su formación académica es más que destacable: estudió filosofía en la Universidad de Yale, en Alemania, en la Universidad de Heidelberg, donde se doctoró con una tesis sobre el pensamiento político de Thomas Hobbes. Luego dio clases, vivió en Francia y regresó a EEUU en 1980. No escribió mucho, o dicho de otra manera, no publicó mucho; se le reconocen cuatro obras The Criminal Life of Effie O. (2005); Firmin: Adventures of a Metropolitan Lowlife (2006, The Cry of the Sloth: The Mostly Tragic Story of Andrew Whittaker (2009) (El lamento del perezoso), Cristal (2011); y The way of the dog (2011).
Si en Firmin el protagonista era una rata intelectual, en esta novela le toca el turno a un perezoso. El libro nos cuenta la historia de Andrew Whittaker, editor de una revista literaria, que centra su existencia, y que sigue la misma senda que su matrimonio, la extinción. Como la revista no proporciona recursos económicos intenta vivir del alquiler de pisos de un edificio de su propiedad, con deficientes resultados. Tanto con los arrendatarios como con los colaboradores de la revista, Andrew mantiene una copiosa correspondencia que por momentos resulta hilarante, y cuya recopilación es la base de la obra.
La novela, aunque está cargada de humor, a veces corrosivo, resulta patética. Digamos que el protagonista no sale bien parado de sus propias misivas, presentándose a sí mismo como un “liante” desagradable, a veces lastimero, que expresa de continuo un auténtico “lamento”.
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