10 ene 2023

La despedida (III)

Por Ángel E. Lejarriaga



14-4-15

MI CUMPLEAÑOS. Hoy pensaba celebrarlo pero no ha podido ser. Mi padre ha sido ingresado en el hospital, se lo han encontrado tirado en el baño, inconsciente y con la saturación del oxígeno en sangre muy baja. Ahora me encuentro en urgencias con él, en la sala número 7, en observación. Está sin conocimiento. Respira con dificultad. No quiere vivir, o al menos no desea seguir manteniendo la calidad de vida que tiene ahora. La salud le falla y le desespera su desamparo. No hay marcha atrás. Esto solo puede ir a peor… No he logrado disfrutar con él lo mismo que he disfrutado con Jacinta, mi madre. Él no se ha dejado querer o no ha sabido cómo hacerlo Tenía esperanzas de que pasara un período bueno antes de morir pero tras el fallecimiento de Jacinta todo ha ido a peor.

17:25

Ha despertado. Dice que a ver si esta vez se muerte. Parece que las constantes vitales han mejorado. Todavía no me ha informado un médico. El oxígeno ha pasado de 79 a 88% de saturación en sangre.

17:55

Se queda ingresado, tiene neumonía. Tercer ingreso en tres meses y medio. Todo un record.

15-4-15

1:00

No puedo dormir. Me encuentro apesadumbrado por un presente tan oscuro.

12:00

Con la luz parece que la perspectiva cambia. Espero en urgencias para entrar a ver a mi padre… Le encuentro más despierto y permanece estable. La comunicación con él, de momento, es difícil. Está muy irascible.

18-4-15

Ángel sigue en el hospital. Me dice que tiene que hacer algo para morirse… Yo trato de positivar desde el escepticismo. Me pide que le traiga un refresco de naranja. Lo hago. Le gusta. Reniega de todo: “De la familia y el sol cuanto más lejos mejor”, me dice. Estar en el hospital es como estar preso, como cumplir una condena… Oigo la voz de una anciana que me llega desde el pasillo: “dame agua, dame agua, dame agua, dame agua, dame agua”. Me recuerda a mi madre. Ella también lo decía y lo repetía tras su infarto cerebral; también: “ven aquí, por favor; ven aquí, por favor; ven aquí, por favor; ven aquí, por favor…” Mi dolor es intenso, a pesar de mi embotamiento emocional. Los recuerdos me martirizan.
 

20/4/15

Mi padre desvaría de una manera graciosa. Dice que no está en un hospital, y que cuando llegue a la residencia se va a hacer el loco… Habla atropelladamente: “ A los nietos que les den por cuelo”, “Las enfermeras no tienen ni idea”, “La médica ni es médica ni es nada”, “Me drogan por la noche”, “Aquí se oye música y hay gente que baila por la noche”, “Mi compañero de habitación es un cabrón, no me ha llamado ninguna vez”. Dice muchas blasfemias y palabrotas a cual más gruesa. Cuenta cosas del pasado que no han ocurrido sobre la relación de mi hermano José con Elena, su ex esposa: “No se tenían que haber casado”. Dice que el primer día que llegó al hospital le bañaron dos tíos; antes le ataron. Desvaría: “Estamos en el año 505… A él y a otros dos más les cortaron las ligaduras…” “Danzan por el aire”. “No me daban agua y a veces me daban un ‘cortado’”.

Las enfermeras piensan, aunque no lo mencionan, que ha perdido la cordura.

Ángel dice que le hacen cosas cuando está dormido, le pinchan, le sacan sangre. Se queja de que no le dan ninguna medicación. Añade que le van a bajar con los zumbaos, y que él les va a enseñar a pintar. Dice que se va a dejar perilla como yo. “Aquí todos están pringaos, todos mienten…” “La gente piensa que él es el querido de la doctora, que es muy puta…” “Su marido es mucho más viejo que ella”. Cuenta divertido que ha soñado que Rajoy se escapaba de su casa y le descubrían: “Alguien gritó ‘¡Qué se escapa!’ y le cogieron, y le descuartizaron como hicieron con Mussolini.” Ha soñado que llamaba a la policía y venía a investigar, y no encontraban nada. “Aquí bailan las mujeres con el sexo al aire”. “En la residencia no hay más que cotilleo, no leen”.

Está eufórico. Tal vez la medicación que le dan le hace alucinar. Confunde los sueños con la realidad.

Un médico me informa que ahora es diabético, le tienen que pinchar insulina antes de cada comida. Al enterarse no parece muy afectado; cena con buen apetito.

21-4-15

El periódico informa que no habrá recuperación económica hasta 2017; pienso que algunos tan vez no nos recuperemos nunca. Eso no quiere decir que no podamos vivir de un modo austero; ¿alguna vez he dejado de hacerlo?

El abuelo lee el periódico, no quiere irse del hospital, argumenta que tiene que estar más tiempo para recuperarse. Comida en el hospital: Ragut de ternera, patatas a la marinera y manzana. Esta bueno todo. Mañana dan de alta a mi padre. Dice que está más cómodo en el hospital que en la residencia. Han venido a visitarle Angel e Iñaki, sus dos nietos. No ha mostrado mucho interés por ellos. Su cabeza está en otra cosa… Unas veces desea morirse, otras “ser eterno”. Pronostica que en quince días volverá al hospital.

22-4-15

Ángel quiere escribir un libro sobre mi madre de título “Esta es mi mujer”. Esperamos la ambulancia que lo lleve a la residencia. Nada más llegar ha empezado a quejarse de todo y de todos. Por la tarde me ha llamado para decirme que estaba en la enfermería.

Se acercan las elecciones municipales y autonómicas; de nuevo nos obligarán a participar en las mesas electorales. Espero que no me toque. Si me convocan no voy a ir.

26-4-15

Día lluvioso. He animado a mi padre pintando un cuadro para él. Tarde de domingo, han bajado las temperaturas mucho… Es difícil vivir sin esperanza. En estos tiempos de barbarie estamos encadenados a una incertidumbre constante que nos roba cualquier tipo de ilusión que no sea momentánea. Me gustaría pensar en otro tipo de vida. Pero la oscuridad nos vuelve apáticos y recelosos, como bestias acorraladas que solo esperan que las corten el cuello de un momento a otro.

27-4-15

Monotonía. Mi padre habla constantemente mal de la residencia, allí donde alguien le quiere escuchar. Todo en él es negatividad. No se entretiene con nada. Le gustaría irse. Me pregunto cómo será mi vida dentro de un par de años.

29-4-15

De nuevo en urgencias del hospital. Ángel tiene otra vez problemas con el oxígeno en sangre. Dice que en la residencia hay una mafia que quiere “joderle”. Intento convencerle de que no es un mal sitio, de momento el mejor que puede tener, salvo que nos vayamos a vivir juntos a un chalet o a un piso con ascensor.

1-5-15

Mi padre está en una habitación del hospital. Hoy estaba muy animado y hemos pasado un buen rato.

2-5-15

Sigue la buena racha. Día luminoso. El abuelo se encuentra animado, sonríe, tiene buen aspecto. Me gustaría que disfrutara de un periodo agradable antes de morir. Se lo merece. También esto pasara, me digo.

Hoy he sido consciente de que hacer proselitismo “per se” no sirve de mucho, al menos en estos momentos, más bien produce el efecto contrario. Los que te escuchan perorar, te ven como a una especie de lunático, te rehúyen o se ríen de ti, sin más. Sé que tenemos que ser consecuentes con nuestra forma de pensar pero debe ser nuestra práctica la que nos defina. A pesar de que compartamos el mismo mundo, lo vemos e interpretamos de manera diferente. A parte del hecho mismo del conflicto de intereses. Existen distintas sensibilidades, y por tanto diferentes posicionamientos en la vida individual y colectiva. Creo firmemente que el anarquismo es un virus, un estado mental que se adquiere o no, una “enfermedad” que se gesta en algunos individuos gracias a la injusticia social. Mientras esta enfermedad exista, habrá personas que defenderán a ultranza la libertad y un mundo nuevo sin clases opresoras. Es inevitable. Pero lo cierto es que nadie salva a nadie. Somos autónomos. Cuando asumimos la responsabilidad de nuestra existencia descubrimos una dimensión espacio temporal difícil de recorrer. Adquirir conciencia de nuestro papel en la guerra de clases produce dolor, fatiga y mucha impotencia. Me consuela pensar que a pesar de la incomprensión y la indiferencia que nos rodea, las ideas ácratas sobreviven al paso del tiempo, y a la represión, saltan de generación en generación. Quizá no he gozado la mejor de las vidas posibles pero me queda el consuelo de mi permanente lucha por ser coherente con mis principios ―hasta donde he podido― y el hecho de que “La idea” subsista.


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