5 mar 2020

Beatus Ille



Por Ángel E. Lejarriaga



Publicada en el año 1986, Beatus Ille es la primera novela de Antonio Muñoz Molina (1956). Para empezar hay que decir que estamos ante una gran novela, en todos los aspectos. Una auténtica exhibición de maestría; desde luego con una estructura compleja y un cierto grado de dificultad en su lectura, pero al final compensa con creces el hipotético esfuerzo que puede suponer sumergirse en ella. Los saltos en el tiempo y los distintos narradores van a marcar la pauta de la obra.

La novela, como no podía ser de otro modo, nos cuenta varias historias encadenadas que forman un tejido común. Por un lado está Minaya que parece el protagonista -pero es que protagonistas puede haber muchos como comprobará el lector-, un joven que ha sufrido la represión de la policía política de la dictadura franquista en los últimos años de la misma. Este joven conoce de oídas la existencia de un poeta de la generación del 27 bastante intrigante y desconocido de nombre Jacinto Solana, sobre el que decide realizar su tesis universitaria. La indagación sobre este poeta le conduce inexorablemente a su pueblo de nacimiento, a Mágina. Allí vive Manuel, un primo de su padre, herido de guerra en el bando republicano, que proviene de rancio abolengo. Acude a él, aparte de por ser su familiar y vivir en una vieja mansión, porque en esa casa estuvo acogido el célebre Solana, Manuel y él eran amigos de la infancia. En esa casa llega a instalarse Minaya, para escribir y para ordenar la biblioteca de Manuel.

Lo que encuentra en ese palacete Minaya es un drama rodeado de misterios, pasiones entrecruzadas, miedos, frustraciones, venganzas y mentiras. Minaya va a realizar una investigación detectivesca sobre Solana sin saber bien lo que está buscando y lo que está encontrando, preguntando a unos y a otros, atando cabos, y solazándose con la bella y libre Inés, sirvienta en la casa. En esos pasillos, en ocasiones tenebrosos, Solana deambuló en el pasado para escribir un libro al que iba a llamar Beatusille.
"Decía Beatusille en el inicio de la primera cuartilla, pero no era, o no lo parecía, una novela, sino una especie de diario escrito entre febrero y abril de 1947 y cruzado de largas rememoraciones de las cosas que habían sucedido diez años atrás..."
Minaya va a contactar con otros personajes importantes en la novela, vivos y muertos. Entre ellos, muy viva, Doña Elvira, la madre de Manuel, guardiana siniestra de las sombras que buscan consuelo entre los muros de la casona. Pero está también Utrera, el escultor, Medina, el médico al que Muñoz Molina califica de “libertino, adicto a la higiene y a lo que él llamaba la fisiología del amor”. No me olvido del fantasma del pintor Orlando y de su querido Santiago. Ninguno de estos protagonistas puede hacer sombra a la exuberante Mariana, esposa de Manuel por pocas horas. En la casa se la siente, se la huele, se la desea, a pesar del tiempo transcurrido.
"Tenía catalogados no sólo todos sus recuerdos, sino también las fotografías de Mariana y de Jacinto Solana, y las había distribuido por la casa según un orden privado y muy estricto, lo cual le permitía convertir su paso por las habitaciones en una reiterada conmemoración."
Mariana fue deseada hasta la locura por Manuel, y no solo por él, pero el infortunio la hizo desaparecer pronto, cuando la ventura de un viaje para ambos, les presentaba un horizonte esperanzador en tiempos sanguinarios. Su muerte fue fortuita pero cómo superarla, incluso cuarenta años después.

Hay muertes fatídicas que lo alteran todo en un ecosistema, y la de Mariana lo fue para esa casa y sus habitantes. Nada volvió a ser lo mismo que cuando estaba ella.

La historia se desarrolla próxima a la Transición española aunque constantemente vuelve atrás, a la guerra civil, a las milicias proletarias que luchaban por defender la libertad, a los señoritos falangistas, a las sangrantes venganzas, a una negrura siniestra que proporciona un tinte triste a la narración. No obstante, nos queda Minaya e Inés; ellos dos van a proporcionar un toque de alegría y esperanza a los tiempos que viven y a los que están por venir.

Antes de terminar quiero mencionar a Mágina, la ciudad ficticia de Antonio Muñoz Molina que utiliza en algunas de sus novelas y que en esta inicia su andadura magistral.
"Anchas torres coronadas de maleza, agigantadas por la soledad y la sombra, como cíclopes cuyo único ojo es el reloj que nunca duerme, vigía que avisa a todos los condenados a la lucidez sin tregua y los une en una oscura fraternidad. "


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