18 jun 2020

La montaña blanca


Por Ángel E. Lejarriaga



Jorge Semprún Maura (Madrid, 1923 – París, 2011). Aquí tenemos a todo un señor Ministro de Cultura del gobierno de Felipe González. Procedía de una familia ilustre, la de don Antonio Maura, presidente del Gobierno en cinco ocasiones durante el reinado de Alfonso XIII. Su familia, en conjunto, era burguesa, por lo que la vida, en lo que a la economía se refiere, le fue bien. Su madre murió cuando él tenía ocho años. Su padre se casó de nuevo sin esperar demasiado. Cuando se produjo la sublevación militar de 1936 la familia se trasladó al exilio. El padre fue embajador en La Haya durante toda la Guerra Civil Española, allí vivieron esos tres años. Tras la victoria de los militares, la familia se instaló en París donde Jorge Semprún estudió Filosofía en la Universidad de La Sorbona. Al estallar la Segunda Guerra Mundial y la ocupación de Francia, Semprún combatió en la resistencia. Durante el periodo de guerra se afilió al Partido Comunista de España. Fue detenido por los nazis y deportado al campo de concentración de Buchenwald. Sobrevivió y al final de la guerra se instaló en París.

Trabajó en la UNESCO durante siete años. Cuando dejó este organismo internacional pasó a estar a sueldo del PCE, formó parte primero del Comité Central y después del Comité Ejecutivo. De esta época surgió su nombre de guerra o su alias más famoso, tuvo otros, “Federico Sánchez”. Vivió en la clandestinidad en España entre 1953 y 1962. Dos años después fue expulsado del PCE por disentir con la línea del partido. Volvería a la política como ministro de Cultura en el periodo 1988-1991 de la mano de Felipe González, en ese momento Presidente del Gobierno.

En 1966 obtuvo el pasaporte español a su nombre auténtico. Casi toda su obra está influida por su experiencia vital que no fue precisamente fácil, sobre todo la referida a la Segunda Guerra Mundial, la clandestinidad y sus conflictos dentro del PCE. A partir de su salida del partido se dedicó a la literatura. Hay que decir que hasta el año 2003 su obra la escribió en francés.

Recibió numerosos premios entre ellos (cito los que considero más importantes): Premio Planeta en 1977 por Autobiografía de Federico Sánchez, Premio José Manuel Lara en 2004 por Veinte años y un día y en 2008 la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes.

Escribió muchos artículos, novelas y guiones de cine, algunos bastante famosos.

Obras literarias: El largo viaje (1963), El desvanecimiento (1967), La segunda muerte de Ramón Mercader (1969), Autobiografía de Federico Sánchez (1977), Aquel domingo (1980), La algarabía (1981), Biografía de Yves Montand (1983), La montaña blanca (1986), Netchaiev ha vuelto (1987), Federico Sánchez se despide de ustedes (1993), La escritura o la vida (1994), Adiós, luz de verano (1998), Viviré con su nombre, morirá con el mío (2001), Blick auf Deutschland (2003), Veinte años y un día (2003), El hombre europeo (2005) y Pensar en Europa (2006).

En cuanto a sus guiones de cine más famosos: La guerra ha terminado (1966), de Alain Resnais, Z (1969), de Costa-Gavras, La confesión (1970), de Costa-Gavras, Las rutas del sur (1978) de Joseph Losey, Los desastres de la guerra (1983), de Mario Camus y El caso Dreyfus (1995), de Yves Boisset.

La montaña blanca es una novela que pretende amortiguar el olvido y reconstruir el pasado para que el presente esté imbuido de un aprendizaje vivencial imprescindible. El personaje central es Jorge Larrea, muy presente en Semprún; viaja por Europa mientras su vida se entrecruza con amores antiguos que todavía pueden estar vivos. 

Aparte de estos aspectos pasionales, los cuadros del pintor Patinir están presentes como un personaje más. Así, viajar por esta novela supone una especie de vagabundeo por diversos presentes y pasados que conforman una especie de laberinto sobre el que es difícil superponerse. Semprún se centra en un cuadro como símbolo ineludible del relato “El paso de la laguna Estigia”. Una postal que reciben Franca y Antonio presenta el cuadro restaurado que es reconocible y no lo es. A partir de ahí el autor se cuestiona el paisaje que pudo ver el pintor. No hay respuesta, no puede haberla. ¿Qué está buscando el autor? ¿Divaga tal vez? Viaja entre Madrid y Praga, y mientras lo hace recuerda, sobre todo recuerda; en esas imágenes furtivas que se consolidan, aparece el campo de concentración de Buchenwald donde estuvo prisionero de los nazis, una columna de humo lejana se lo recuerda como un estigma innegable.

Esta novela es una introspección profunda de Semprún, quizá una más, un testimonio de una intensa vida que compuesta por lo mejor y lo peor que se puede experimentar. En el trasfondo de todo está Europa, indefinida, carente de principios, un gran mercado en el que la goma de borrar que elimina sus fronteras está hecha de dinero y fondos de inversión. ¿Dónde están esos valores que deberían ser su bandera y, por tanto, su seña de identidad? No los hay. ¡Ay! Europa de mercaderes, Europa ciega, Semprún la conocía bien, quizá en su último aliento pensó en ella y lloró en silencio.


No hay comentarios:

Publicar un comentario