EREC Y ENIDE (2002)
Manuel Vázquez Montalbán
Por Ángel E. Lejarriaga
Manuel Vázquez Montalbán
Por Ángel E. Lejarriaga
Erec y Enide (2002) fue la penúltima de las novelas que escribió Vázquez Montalbán. En este caso la trama no se fundamenta en un thriller policiaco, un estilo que le era propio, sino que se sitúa en un escenario más íntimo y cotidiano, y sobre todo reconocible. Los personajes principales, Julio y su compañera de toda la vida, su esposa Matrona, hacen un repaso a su pasado desde un presente desangelado en el que la juventud, la suya, es solo un recuerdo; ese tiempo sublime ha transcurrido rápido —esa es la sensación que nos produce su paso―, y se encuentran consigo mismos ante ciertas puertas que deben atravesar; miran atrás de manera irremediable, unas veces con regocijo y otras con desconsuelo; no buscan exactamente un "tiempo perdido", sino esos momentos que vivieron y que les extasiaron, que ya no podrán volver a representar. No obstante, su presente es bueno, pertenecen a una sociedad burguesa, llevan una vida burguesa en la que parece nada les está prohibido, o todo les está permitido, que es otra forma de decirlo. Pero hay más personajes. Por un lado está el sobrino de Matrona y Julio, Pedro y la compañera de éste, Myriam, que viven entre dos universos simultáneos, uno derivado de la opulencia que les viene de nacimiento, y el otro el de la pobreza, el que domina a gran parte de la población mundial.
La historia comienza con una conferencia que realiza el protagonista, Julio Matasanz ―catedrático especialista en Literatura Medieval―, sobre un texto de Chrétien de Troyes de finales del siglo XII, cuyo tema da título a la novela: Erec y Enide. En ese evento, que se celebra próximo a la Navidad, va a recibir el premio Carlomagno. Nuestro catedrático está a punto de cumplir los setenta y un años, y se va a retirar de la vida académica. Allí se reencuentra con una colega, Myrna, especialista también en temas artúricos, con la que ha mantenido encuentros sexuales durante veinte años, sin que en ningún momento, él al menos, se haya planteado dar otra forma a la relación.
La leyenda artúrica dice que cuando Erec y Enide se casaron, Erec dejó las armas, lo que fue muy criticado por los que le conocían. Por ello, Erec, enrabietado, decidió poner a prueba su valor, también su amor, exponiendo a Enide a numerosos peligros; para ejecutar este propósito, la hizo marchar delante de él, en un viaje que no tenía fin, mientras él la seguía dispuesto a salvarla de cualquier amenaza que pudiera acosarla. ¿Qué simbología puede aportar a la novela esta leyenda? Tal vez que Matrona y Julio apostaron por una vida matrimonial sin riesgos, con un coste personal, por supuesto; en tanto su sobrino y su compañera sentimental lo hacen por mantener su amor intensamente vivo en la lucha diaria, en la recóndita Chiapas, como miembros de una ONG ―él es médico y ella enfermera―, expuestos a los sinsabores de una vida llena de peligros. En su caso el amor se enriquece en cada instante vivido, mientras que en lo que respecta a sus tíos, decae y se mantiene en una suspensión cordial y distante.
El mundo de Julio y Matrona no solo es burgués sino también muy elitista, en contraste con la terrible vida que se desarrolla en el estado mexicano de Chiapas después del levantamiento del Ejército Zapatista. Allí la vida no vale nada, cualquiera te puede vejar, violar o matar impunemente. La descomposición del Estado es total.
La idea de la novela le surgió a Vázquez Montalbán al regreso de México tras realizar una entrevista al Subcomandante Marcos allá por el año 1999.
La vida en Chiapas no es el eje vertebrador de la narración sino solo uno de los contrastes entre los diferentes modos de enfocar la realidad circundante que tienen los protagonistas. Se podría decir que quizás el epicentro del texto se sitúa en la relación de Julio y Matrona y en las diferentes gravitaciones en que se desenvuelven. Han envejecido, han vivido con estilos personales distintos, y presumen con acierto que el final de su recorrido vital se acerca, los dos lo van a afrontar a su modo, ¿lo harán juntos?, ¿lo vivirán en soledad? Matrona, desde luego, quiere mantener a toda costa la ficción de matrimonio, de familia, que la ha acompañado siempre. Ella ama a los suyos y quiere compartir con ellos los buenos momentos que aún le resten por vivir.
Cuenta Montalbán que la historia de Erec y Enide se la escuchó a Martín de Riquer en una conferencia cuarenta años atrás; y de algún modo difícil de explicar se quedó prendado de ella. Sin embargo, necesitó un largo período de maduración para desarrollarse en las páginas de un libro. Existe una referencia del autor al tema en 1963 en un poema que escribió y que tituló con el mismo nombre que la novela.
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