31 mar 2023

La vida es sueño, ¿y los sueños, sueños son?


LA RUEDA CELESTE (1971)

Ursula K. Le Guin



Esta novela nos sitúa ante una compleja trama, como lo son todas las creadas por Ursula K. Le Guin, La narración sitúa en primer plano a una persona aparentemente corriente. Se trata de un simple administrativo. Nadie se fijaría en él de pasar por su lado, a nadie llamaría la atención, es un individuo común, pero con una peculiaridad, cuando George Orr se duerme y sueña, esos sueños cambian la realidad, es decir, el mundo. Este potencial es descubierto por un terapeuta al que es conducido para solucionar su problema con el consumo de unas drogas que le impiden soñar, y que intenta aprovechar para solucionar los problemas del planeta.

Así, la historia, sus gentes y el propio mundo van cambiando ante nuestros ojos tras cada nuevo sueño, con diferentes resultados, a pesar de que se intentan controlar. En este contexto plástico, el protagonista puede dormirse en un mundo y despertarse en otro totalmente diferente. De hecho, una de las veces que se duerme vivía en un planeta superpoblado y cuando recupera el estado de vigilia la mitad de la población ha desaparecido debido a una pandemia. En cualquier caso, Orr es incapaz de controlar su don, o su castigo, si se quiere ver de otro modo. El doctor William Haber, como ya he dicho, descubre su propiedad excepcional y mediante hipnosis intenta controlar sus sueños, incluso induciéndoselos. Los resultados no son los esperados.

Desde luego, no se trata de un universo precisamente agradable pues Le Guin expone todas las lacras y errores que lleva cometiendo el ser humano desde que pisa el planeta Tierra. En la historia se muestra un poco de todo, problemas de energía, catástrofes, colapsos climáticos, guerra, y para que no se quede nada olvidado, aparece una civilización alienígena.

Es indudable que Haber es un iluminado que quiere lo mejor para nuestro mundo, aprovecha la tecnología que tiene a mano y trata de manejar a su antojo los sueños de Orr en pro de conseguir la eliminación de los problemas citados. Pero claro, nada es gratis y en el caso que nos ocupa, los sueños, sueños son, y siguen un camino bastante por libre por lo que los resultados no suelen ser los esperados. Detrás de sus intentos fallidos no hay más que buenas intenciones, lo que es en cierta medida un consuelo.

Hay un personaje, aparte de los ya mencionados, que ocupa un papel importante desde el momento en el que aparece, una mujer, Heather Lelache; no me olvido de los alienígenas, un auténtico y refrescante contraste ante la barbarie imperante.

Como suele hacer en sus textos, Ursula K. Le Guin da soluciones a situaciones tan humanas como el racismo. En un momento dado de la novela, a partir de un sueño de Orr, todos los humanos son iguales pero grises. Muy original. Tengamos presente que cuando escribe esta obra en EEUU existían bastantes estados con leyes segregacionistas.

Otro tema que toca Le Guin es la mutabilidad de la existencia, nada está escrito, todo depende de la acción del ser humano y de su capacidad de adaptación al cambio.

No me olvido del idealista Haber, un utópico que se encuentra con el poder de aproximarse a sus deseos de orden social perfecto, algo que Le Guin no cree que sea posible, será la práctica sistemática la que conducirá a una aproximación a ese horizonte ideal, siempre en construcción. Incluso en ese empeño podemos conseguir todo lo contrario. De hecho, el poder que comparten Orr y él nos proporciona una lección a tener presente, el inmenso peligro que supone la acumulación de poder en unas pocas personas o en una sola.

Al final Orr comprende su potencial y lo centra en el único objetivo que le resulta fundamental, el amor de Lelache, para conseguirlo hará todo lo que sea necesario. En conclusión, tal vez la existencia sería más llevadera si nos moviéramos por el amor al otro.

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