20 abr 2023

Viaje a través del espanto burocrático



SILENCIO ADMINISTRATIVO (2019)
Sara Mesa


Por Ángel E. Lejarriaga


De siempre hemos sabido de manera clara que las personas de a pie —esas con pocos recursos económicos o los justos para ir tirando— tienen problemas para enfrentarse a la sacrosanta burocracia del omnipotente Estado. El «aquí no es, vaya a aquella ventanilla» no es un rumor, ni tan siquiera un tópico, es un hecho constatado que llega a hacernos sentir expuestos ante las inclemencias de la burocracia de las instituciones. El período de la pandemia de la COVID ha sido un buen ejemplo de todo esto, en el que la indefensión y la desesperación dominaban a aquellas personas que tenían que realizar trámites para obtener algún beneficio social de esos de los que se jactan los gobernantes haber puesto a disposición del público; luego, la realidad demuestra que hacerse con ellos es toda una aventura, en muchas ocasiones infructuosa.

Lo que nos cuenta Sara Mesa (1976) es aún peor. ¿Por qué? Porque yo hablaba más arriba de personas con unos mínimos recursos personales, materiales e inmateriales, suficientes como para hacer frente a los requerimientos administrativos. Pero ella nos describe una historia dramática de alguien que vive en la calle, que carece precisamente de dichos recursos. El relato es verídico. Se refiere a una mujer sin hogar, enferma, con problemas de movilidad, que simplemente trata de obtener la tan mentada y exaltada “renta mínima”. Mas no solo los trámites son difíciles de cumplir sino que la protagonista es tratada con desprecio, crueldad, prejuicios y odio al pobre. Porque este último es su principal problema que es pobre y está desamparada.

Sara Mesa no es Beatriz, la protagonista benefactora del libro; sin embargo, sí se ve implicada en un intento colectivo de ayuda a Carmen —el personaje central—, que no se llama así, pero que necesita dicha ayuda, aunque en el momento del primer encuentro con Beatriz ni tan siquiera ya la pide, tal es su estado de parálisis tras haberlo intentado previamente. En su descripción, con habilidad de cirujana, la autora refiere de manera precisa el laberinto inmisericorde en el que se ve envuelta Carmen, propiciado por un aparato estatal que se supone que está al servicio de la ciudadanía. Lo que nos dice podría ser una simple crónica aislada pero desgraciadamente no lo es, más bien se trata de procedimientos que no responden a las necesidades de los usuarios que son precisamente quienes mantienen dicho aparato estatal con sus impuestos.

Cuando leemos Silencio administrativo, de inmediato nos sentimos identificados con su contenido porque en un momento u otro de nuestra vida lo hemos padecido: nos hemos encontrado perdidos ante ordenamientos que no entendíamos, ante exigencias fuera de sentido, enfrentados a funcionarios todopoderosos y despectivos que nos han tratado como si fuéramos basura. Sara Mesa, desde luego, no escribe una receta para lograr el éxito en nuestras gestiones burocráticas, no lo pretende, solo quiere enseñarnos el estado de la cuestión, por si todavía no lo conocemos, que tengamos una cierta sensibilidad ante el drama al que pueden enfrentarse las personas más desfavorecidas de la sociedad.

Sara Mesa habla de la arrogancia del Poder, así lo entendemos algunos, firme y seguro en su mundo hiperprotegido por los privilegios que se abroga, dejando a sus «súbditos» en muchas ocasiones sin salida. No hay equilibrio en la relación entre el Estado y las personas sometidas a él, no puede haberlo, el Estado es su antagonista. Sara Mesa destaca la invulnerabilidad con la que actúa, prepotente: «Puede incumplir sus propios plazos […], pero es implacable con los plazos ajenos». Puede equivocarse, incluso corregirse; sin embargo, no tiene las mismas opciones una persona a nivel individual, si se equivoca está perdida, incluso puede ser sancionada.

Hay que hacer hincapié en que la autora no está hablando en términos generales sino que se centra en un mal que si bien afecta a la mayoría de la población, es especialmente cruel con los «más pobres», esos que no figuran en los debates parlamentarios, que nunca están en boca de los políticos.
«El libro surge de un encuentro. Del día en que mi amiga Nuria y yo nos paramos a hablar con una mujer que mendigaba en una calle de Sevilla, y de todo lo que vino después. Es, ante todo, una crónica personal que relata un viaje hacia un mundo que yo desconocía: el de la extrema pobreza y el endemoniado laberinto burocrático por el que se hace pasar a los más necesitados.»
Esta historia no ha terminado aunque Sara Mesa haya puesto punto y final a su crónica en la última página del libro. No puede concluir porque «en Andalucía el 35,4% de la población está en riesgo de pobreza y el 7,1% en riesgo de pobreza extrema». Según Eurostar España tiene entre el 28 y el 31% de su población en riesgo de pobreza. Al buen entendedor con pocas palabras bastan.

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