10 sept 2020

El pianista

Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939 – Tailandia, 2003), fue un auténtico hijo del popular barrio barcelonés del Raval; su madre era modista y durante los cinco primeros años de su vida su único apoyo y sustento ya que su padre salió de la cárcel en ese momento después de cumplir condena  por su pertenencia al Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC). El propio Manuel, con el paso de los años, llegó a pertenecer al mismo partido e incluso al Comité Central del mismo.

En Barcelona estudió Periodismo y Filosofía y Letras. Durante su estancia en la universidad conoció a su compañera sentimental y política, Anna Sallés. Ambos fueron condenados a sendas penas de cárcel —él a tres años y ella a seis meses— por hacer una campaña de apoyo en la universidad a la lucha de los mineros asturianos. Con el temple que le caracterizaba, durante su estancia en prisión, Vázquez Montalbán se dedicó a leer y a escribir de manera compulsiva. De esa experiencia nacieron varios libros, uno llamado Informe sobre la información; otros dos de poesía y todavía tuvo tiempo para tomar abundantes notas para una futura novela. Su pena de cárcel se vio reducida casi a la mitad debido a un indulto que concedió el Régimen por la muerte del papa de Roma que había entonces.

Cuando salió de la cárcel escribió diversos artículos para dos editoriales, Larousse y Espasa. Luego formó parte del semanario Siglo XX, una publicación de carácter antifranquista. De este pasó a la revista Hogares Modernos. Su salto cualitativo se produjo al entrar a formar parte de la revista Triunfo, aunque no firmó con su propio nombre sino con el seudónimo de “Sixto Cámara”. En esta revista publicó una serie de artículos que le dieron prestigio con el título genérico de Crónica sentimental de España. Llegado a este punto, Manuel Vázquez Montalbán inició un periplo de colaboraciones en diversos medios de prensa: Por Favor, Solidaridad Nacional, Interviú o El País, entre otros.

Entre 1967 y 1969 publicó dos libros de poesía: Una educación sentimental y Movimiento sin éxito. En 1969, también, publicó una colección de relatos: Recordando a Dardé. Su primera novela fue Yo maté a Kennedy (1972) en la que nace literariamente su célebre y querido Pepe Carvalho. Esta obra y las que le siguieron en la misma línea convirtieron al autor en un “referente de la novela negra española”.

Manuel Vázquez Montalbán fue un escritor prolífico en muchos géneros literarios, aparte de una figura representativa dentro de la izquierda intelectual, si bien bastante incómoda para los sectores más reformistas.

En lo que respecta a la poesía, en 1968 fue incluido por Castellet en la Antología de la nueva poesía española. Libros: Una educación sentimental (1967), Movimientos sin éxito (1969), Coplas a la muerte de mi tía Daniela (1973), A la sombra de las muchachas sin flor (1973), Praga (1982), Memoria y deseo. Poesía 1967-1983 (1983), Pero el viajero que huye (1990), Memoria y deseo. Obra poética 1967-1990 (1990), Ciudad (1997), Arsamandi (2001), Rosebud (2008) y Poesía y deseo. Poesía completa 1967-2003 (2008).

Veamos su obra narrativa. La lista es inmensa. He contado treinta y cuatro novelas. Cito algunas: 20 de la Serie Carvalho aparecidas entre 1972 y 2004, Happyend (1974), La vida privada del doctor Betriu (1983), El pianista (1985), El matarife (1986), Los alegres muchachos de Atzavara (1987), Pigmalión (1987), Cuarteto (1988), Galíndez (1991), Autobiografía del general Franco (1992), El estrangulador (1994), O César o nada (1998), El señor de los bonsáis (1999) y Erec y Enide (2002).

Queda todavía hablar de su afición por la gastronomía, sus innumerables libros de ensayos, su narrativa corta, su labor periodística, el teatro, guiones de televisión… ¿Quién da más?

Empecemos por la gastronomía, volviendo a Carvalho. A través de las aventuras y desventuras de este personaje, Vázquez Montalbán da un repaso a la historia social y política de nuestro país durante cuarenta años. Bien, pues es en este contexto es donde la pasión del escritor por la gastronomía se expresa por boca de diversos personajes. Las novelas de Carvalho exhiben a su modo un repertorio de recetas de cocina a tener muy en cuenta. Pero, dejando al detective a un lado, escribió varios libros específicos sobre el tema que se han convertido en manuales representativos de la exaltación culinaria, como por ejemplo: Contra los gourmets, Cocina catalana o Recetas inmorales.

En lo que respecta al ensayo, los escribió sobre muchos temas: política, sociología, periodismo, historia, deporte, cocina, biografías, literatura y música. He contado sesenta y cinco libros que no voy a citar. Quizá me quede corto.

Sobre su obra periodística se ha publicado toda en tres volúmenes: La construcción del columnista (1960-1973), Del humor al desencanto (1974-1986) y Las batallas perdidas (1987-2003).

En el terreno de la narración corta, he contado diez libros. Sobre teatro y radio cinco. Y hay más, tanto en colaboración con otros autores, como bajo seudónimo y como antólogo.

Galardones: Premio Planeta en 1979 por Los mares del Sur, Premio Recalmere por El pianista (1985), Premio Nacional de Narrativa en 1991 por Galíndez, Premio de la Crítica 1994 por El estrangulador, Premio Nacional de las letras españolas en 1995, Premio Martin Beck en 1992 por Southern Seas; entre otros.

El pianista nos cuenta la historia de un músico, Alberto Rosell, pianista para más señas, a través de tres momentos históricos que transcurren de delante a atrás en el tiempo. La vida del protagonista da pie a una descripción pormenorizada de algunas de las miserias de nuestro país.

Como he citado antes, la narración empieza en el presente, principio de los años ochenta, durante los primeros pasos del gobierno socialista de Felipe González, Rosell trabaja en un local de travestis de Barcelona por donde pasa lo más granado de la progresía de entonces: antiguos militantes de izquierdas reconvertidos en no se sabe bien qué. Nadie conoce al viejo pianista que toca con maestría, indiferente al ambiente en el que está inmerso.

En la segunda parte, nos traslada el autor a la postguerra, recién terminada la guerra civil, Rosell acaba de cumplir una pena de cárcel y en un barrio humilde de Barcelona busca ansioso un piano en el que poder tocar.

En la tercera y última parte nos encontramos con un Rosell tímido que gracias a una beca que le ha concedido el gobierno catalán, se ha instalado en París para ampliar sus estudios de música. Es 1936 y la tormenta golpista está a punto de desatarse. A su lado, una mujer, aspirante a cantante lírica y un músico de cierto renombre, un histrión desvergonzado que intenta llamar la atención por donde pisa.

Montalbán dijo del libro que en él quería contar y reflexionar sobre varios temas, entre ellos, hacer pensar al lector cuál es la responsabilidad, si es que la tiene, del artista y el intelectual en momentos sociales tan delirantes como lo fueron la terrible postguerra civil, la transición, el triunfo de los socialistas y la guerra civil. Según él, la “progresía española ha tenido que hacer frente a muchos desafíos morales, y ha reaccionado ante la Historia de diferente manera”.

Un crítico avispado hizo una crítica del libro y dijo algo muy significativo que es válido, por supuesto, hoy: “Hay en la obra una comparación entre la intelectualidad de los años 30 y los progres de hoy, que en muchos casos pueden acabar practicando el pesebrismo”. Montalbán mencionó al presentar el libro que “la intelectualidad española no está a la altura de los tiempos” y añadió: “Estos últimos (se refería a los pesebristas) son los que van predicando las bondades del pragmatismo y el posibilismo. Es curioso cómo se ha pasado con una gran rapidez de querer echarse a la montaña, año 68, a querer ser diputados caiga quien caiga”. Terminó afirmando con rotundidad: “[…] la inexistencia de una sociedad civil en España. La guerra destruye el tejido social, la postguerra es un tiempo de supervivencia”.
“Hubo una recuperación de la sociedad civil a finales de los años 60 y comienzos de los 70, como reacción al franquismo. Ahora en la medida que el juego democrático se ha institucionalizado, los intelectuales se han trasladado a la política, y aquella pequeña y superficial capa de sociedad civil se ha destruido, se ha quedado sin espacio. Nunca he visto tan desarmada críticamente la sociedad española.”

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