21 sept 2020

¡Tierra, tierra!

Sándor Márai (1900, Hungría – 1989, EEUU). El libro cuenta la experiencia del autor en los últimos días de la resistencia del ejército nazi, que había ocupado Hungría, la llegada de las tropas soviéticas y su exilio voluntario. La guerra acabó en 1945 y él estuvo en su país hasta 1948, momento en que decidió abandonarlo.

Confesiones de un burgués, su primer libro de memorias, habla de la ocupación nazi del país que se produjo en 1944. ¡Tierra, tierra!, aunque cita brevemente la llegada de los nazis, se centra en la ocupación soviética y la subsiguiente estalinización de Hungría. Refleja el cambio radical en la forma en que habían vivido hasta ese momento los húngaros, siempre desde el punto de vista de una persona acomodada y refinada como era Márai. Él pone todo su énfasis en Occidente como última esperanza ante el “terror rojo” que llega del Este. Viene al caso reseñar que un viaje parecido hacia el otro lado del océano Atlántico lo hizo también Klaus Mann, el hijo díscolo y comunista de Tomas Mann, el Premio Nobel de Literatura. Klaus Mann primero huyó de los nazis; luego, conocedor de lo que sucedía en la URSS, se apartó del comunismo soviético y abrazó la forma de vida norteamericana como signo de libertad, lo que más tarde, decepcionado, le llevó a la depresión y al suicidio; los EEUU no eran lo que parecían.

Márai no soñaba con un mundo mejor como Klaus Mann; simplemente, le gustaba vivir, vivir lo mejor posible, y a su modo fue asimilando los cambios que se iban produciendo en su país con un talante crítico y a la vez distante. El período histórico en el que vivió fue tremendo. En primer lugar cayó el imperio austrohúngaro tras la Primera Guerra Mundial, con lo que el país perdió el setenta por ciento de su territorio. En segundo lugar, se proclamó la República Soviética Húngara, que duró tres meses, aniquilada por tropas anticomunistas rumanas. En tercer lugar, en 1920 Miklós Horthy se hizo con el poder. Horthy firmó una alianza con la Alemania nazi y participó en la Segunda Guerra Mundial al lado de esta. Durante los años de la contienda bélica los Cruces flechadas, una organización nazi húngara, sembraron el terror en el país, y colaboraron en la deportación de miles de judíos húngaros. En 1944 Hitler hizo que Hothy abdicara y puso en el poder a otro títere pronazi, Frenc Szálsi; al final, Hungría, ese mismo año, fue ocupada por las tropas alemanas. Una parte de la dictadura de Horthy Márai se la pasó exiliado en París, ciudad de la que guardaba buenos recuerdos.

Es obvio que la cultura húngara, con tanta catástrofe política, hizo aguas por los cuatro costados. Márai lo refleja bien en sus memorias; el problema no solo fueron los rusos ni el estalinismo, digamos que eso solo fue la gota que colmó el vaso. ¿Qué quedaba de la esplendorosa Hungría burguesa que él adoraba? Poco, muy poco.

Gran parte de ¡Tierra, tierra! es un catálogo sobre lo perversos y descerebrados que eran los invasores rusos. Nos habla también de la destrucción de la individualidad, que los nuevos gobernantes consideraban reaccionaria. El país había quedado en ruinas y para medrar había que estar al lado de los nuevos dirigentes; ¡y cuándo no!

En la obra habla poco de su vida personal, de su matrimonio sin hijos o de sus amistades. Fundamentalmente, se expresa como escritor e intelectual que escudriña con ojo crítico el estado de su nación. Cuenta lo que ve, que no es otra cosa que lo que en suerte le ha tocado vivir.

El libro se compone de tres partes. La primera habla de la llegada de los tanques nazis, continúa con las presencia de fuerzas rusas que cercan Budapest. En estas páginas hace un análisis pormenorizado de los diferentes individuos que componen el ejército bolchevique, así como sus conductas. En la segunda parte se reencuentra con un Budapest deshecho, es el año 1945. Su casa es un montón de escombros. Nos instruye en la lengua y la literatura húngara, y, sobre todo, examina la situación política; hace mucho hincapié en la domesticación de los intelectuales, unos adoctrinados directamente en Moscú y otros que permanecen al margen de los acontecimientos como si no fueran con ellos. La tercera parte describe un viaje que realiza a París a un congreso literario y sus conclusiones sobre lo que se encuentra, bastante diferente a lo que vio en su primer viaje. A su regreso a Hungría, tras llegar a la conclusión de que guardar silencio es también colaborar con el nuevo régimen político, decide exiliarse a los EEUU, con una idea simbólica respecto a este país relacionada con el descubrimiento de un nueva tierra, una tierra de promisión que más o menos salvaría al mundo. En los EEUU vivió hasta su muerte.

El exilio para Márai fue un desgarro, él adoraba Hungría, su cultura, su forma de vida; nunca lo superó.

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