Por Ángel E. Lejarriaga
El escritor Norman Mailer (1923-2007) nació en el seno de una familia judía en Nueva Jersey y se crió en Nueva York, en Brooklyn. Sus padres sin ser ricos llevaban una vida acomodada fruto de su trabajo. Tras graduarse ingresó en la Universidad de Harvard. Estudió ingeniería pero desde el principio de la carrera se sintió atraído por la literatura y comenzó a escribir. A los dieciocho años publicó un relato en la revista Story, consiguiendo el premio que concedía la misma a la mejor historia. Cuando comenzó la guerra del Pacífico fue movilizado y enviado a las islas Filipinas. En un primer momento tuvo un puesto cómodo como escribiente, pero después participó en un buen número de patrullas tras las líneas enemigas. Al concluir la Segunda Guerra Mundial, fue destinado a Japón donde ocupó un puesto de cocinero. Durante su experiencia en ultramar se carteó con su esposa casi a diario; de esa abundante correspondencia, unas cuatrocientas cartas, Norman Mailer extrajo el esqueleto de su primera novela Los desnudos y los muertos (1948). Entre los años 1947 y 1948 hizo algunos cursos sobre cultura y lengua francesa en la Universidad de París. Regresó a los EEUU el mismo año de publicación de la novela, que fue un auténtico éxito de ventas. Mailer no dejó de escribir hasta su muerte, en total doce novelas. De ellas hablaré más adelante.
Algo que le interesó mucho desde los años cincuenta fue el periodismo. Escribió abundantes artículos sobre la contracultura norteamericana naciente. Con varios socios creó The Village Voice en la que escribía una columna que se hizo bastante famosa y en la que desarrollaba una filosofía próxima al existencialismo, pero a la americana. En 1957 publicó el ensayo emblemático El negro blanco, en el que promovía la resistencia a la hipócrita y represiva sociedad norteamericana. En 1960 colaboró con la revista Esquire y escribió para ella Superman Comes to the Supermarket, en el que se hacía referencia a la figura de John F. Kennedy y a la convención del Partido Demócrata que se estaba celebrando entonces. Este trabajo es considerado por los estudiosos como un buen ejemplo del nuevo periodismo. Al final se peleó con Esquire y durante años no volvió a trabajar para ellos. Otro hito del periodismo salió de su pluma en la revista Harper, y fue el relato de la marcha sobre el Pentágono de 1967, en la que él participó; este ensayo fue el más largo publicado en una revista norteamericana. Un año después el artículo tomó forma de libro bajo el título de The Armies of the Night, por el que recibió el Premio Pulitzer. En 1968 escribió otro libro titulado Miami y el asedio de Chicago. En 1971 se publicó De un incendio en la luna, sobre el Apolo 11; también en 1971 publicó The Prisioner of Sex, y en 1975 The Fight sobre el boxeador Muhammad Ali.
Con los libros anteriores me he referido al apartado periodístico pero es que Mailer durante todo ese tiempo no dejó de escribir novelas, eso sí, muy espaciadas en el tiempo. En 1951 publicó sin mucho éxito Barbay Shore, sobre la Guerra Fría; una novela con muchos tintes autobiográficos. En 1955 apareció The Deer Park, en la que cuenta sus experiencias en Hollywood. La crítica no la trató bien pero tuvo buenas ventas. En 1964 publicó en la revista Esquire, por entregas, su cuarta novela, Un sueño americano. ¿Por qué estamos en Vietnam? se publicó en 1967. Ya en 1978 publicó Un tránsito hacia Narciso. En 1980 vio la luz The Excutioner’s song; con ella ganó de nuevo el Premio Pulitzer. De las mujeres y su elegancia estuvo en las librerías ese mismo año. En 1983 se publicó Ancient Evening, novela en la que trabajó durante once años. En 1984 publicó Los tipos duros no bailan. Su novela más larga fue Harlot’s Ghost, editada en 1991. Seis años después llegó a las librerías El evangelio según el hijo. Y en el año 2007 publicó la que sería su última novela The Castle in the Forest.
También hizo teatro. En concreto tuvo una obra durante cuatro meses en el Greewich Willag (1967), una adaptación de su novela The Deer Park. En 1968 y 1970 dirigió tres películas, dos el primer año y una el segundo: Wild 90, Beyod the Law y Maidstone. Los tres filmes están considerados como experimentales. En la última actuó el propio Mailer. Además actuó en otras dos películas, en 1981 y 1999. Su carácter polifacético le impulsaba a experimentarlo todo. Bajo ese impulso se marchó a Italia en 1976 donde estuvo colaborando con el director Sergio Leone. En fin, su currículo es inacabable, hubo más documentales en los que participó; también en adaptaciones televisivas de alguna de sus novelas como The Executioner’s Song; en una película experimental de Jean-Luc Godard, y en sus últimos años colaboró o escribió algunos guiones.
No nos podemos olvidar de un género que Mailer trabajó con intensidad, la biografía. En 1973 escribió Marilyn: una biografía; Picasso (1995) y El cuento de Oswald: un misterio americano (1996).
Por supuesto, escribió más todavía: cuentos, poesía, cartas, ensayos… Cualquier ocasión le era propicia para convertir la pluma en testigo del momento.
Hizo sus pinitos en el arte con numerosos dibujos que hoy en día todavía, ocasionalmente, se exponen en alguna galería de Nueva York.
A lo largo de su vida estuvo implicado políticamente en las luchas que se desarrollaban en su país en pro de la justicia social, contra la guerra, contra la política de bloques, contra el racismo o contra el bloqueo de Cuba, por citar conflictos concretos. Por alguna de ellas fue detenido. No era un utópico, políticamente se situaba muy próximo al partido demócrata norteamericano. Sobre todo fue un gran admirador de John F. Kennedy. Se llegó a presentar como candidato a la alcaldía de Nueva York. En algún momento se le llegó a denominar como “conservador de izquierdas”, curioso calificativo.
A lo largo de su carrera obtuvo cerca de veinte premios literarios.
A su obra Los desnudos y los muertos se la considera en EEUU como “la gran novela de la II Guerra Mundial”. Cuando se publicó, Mailer era bastante joven, el éxito le sorprendió; después de todo era su primera obra. Nunca imaginó que pudiera ser recibida de manera tan clamorosa por el público estadounidense.
El texto comienza con la llegada de las tropas norteamericanas a una isla del Pacífico, Anopopei, con el objetivo de limpiarla de japoneses. La novela se desarrolla en el presente y también en el pasado. En el presente los escenarios se centran en la convivencia entre los soldados, relaciones entre oficiales y con oficiales, la vida en el campamento y en la isla, acciones de combate, y la parte más intensa quizá, focalizada en un viaje a ninguna parte tras las líneas enemigas de una patrulla norteamericana. En lo que se refiere a los saltos al pasado, estos giran alrededor de las vidas de los actores que conviven en el frente de batalla. Aunque son muchos los personajes que pueblan la novela, hay tres que determinan la narración: el general Edward Cummings, un individuo frustrado, fascistoide, que se da aires de intelectual, con un talante confuso en lo que se refiere a su sexualidad; el subteniente Robert Hearn no tiene carácter para pertenecer al ejército, la guerra le ha llevado a formar parte de un engranaje que deplora pero del que no tiene escapatoria; es un intelectual fuera de lugar. Luego está el sargento Croft, con toques psicopáticos, el perfecto soldado, obediente, con la suficiente iniciativa para resolver problemas imprevistos, que disfruta matando y siendo cruel con sus subordinados.
La novela, evidentemente, habla de una situación bélica pero contiene elementos que van más allá; por ejemplo el sexo, siempre presente, descarnado, sin ternura, animalizado. El odio, entre los propios protagonistas, visceral, hacia el mundo que los ha llevado allí, que se externaliza hasta el punto que convierte a los soldados japoneses en víctimas que hay que exterminar como a alimañas; una forma consoladora de desahogar su malestar interior de jóvenes frustrados y airados.
La novela, al modo que lo ve el autor, levanta la alfombra de la sociedad norteamericana de su tiempo, permite observar las miserias que oculta la propaganda sobre las bondades y éxitos de su modelo. Mailer presenta a sus personajes, les hace una autopsia aún vivos y nos enseña que ellos no solo son parte de la guerra, del ejército norteamericano, sino que representan también a la sociedad a la que pertenecen. Por momentos es pura psicología de la personalidad, expuesta con crudeza; además de soldados uniformados, simples números en las placas que cuelgan de sus cuellos, son hombres que aman y sienten, sufren, se desangran y quieren seguir vivos, a pesar de la imagen que el Estado quiere dar de la guerra como evento honorable, heroico, digno; cuando no es más que un negocio lucrativo para los magnates de la industria armamentística, y para el resto de comerciantes que quieren expandirse a nuevos mercados y territorios. Nos mienten, les mienten, y nos seguirán mintiendo porque es necesario para que vivamos en paz dentro de una mentira que se oculta dentro de otra, así hasta el infinito. La mentira construye una sociedad basada en el dinero; de riquezas que unos pocos acumulan en detrimento de una mayoría. Es imprescindible que la mentira funcione, de esa manera, desde la ignorancia voluntaria, la esclavitud no elegida es más llevadera. Podríamos, tal vez, ser hombres y mujeres libres pero nos quedamos a medias en ese proyecto porque hemos nacido para cumplir un plan preestablecido: ganarnos la vida, consumir, obedecer. La mayoría de los protagonistas de la novela no quieren ser soldados porque ese atributo les arrebata su humanidad pero no saben qué otra cosa ser si dejan de obedecer. Mailer toca todos estos temas y no da alternativas, al contrario más bien nos deja la sensación de que la única liberación del ser humano pasa por la muerte.
Algo que le interesó mucho desde los años cincuenta fue el periodismo. Escribió abundantes artículos sobre la contracultura norteamericana naciente. Con varios socios creó The Village Voice en la que escribía una columna que se hizo bastante famosa y en la que desarrollaba una filosofía próxima al existencialismo, pero a la americana. En 1957 publicó el ensayo emblemático El negro blanco, en el que promovía la resistencia a la hipócrita y represiva sociedad norteamericana. En 1960 colaboró con la revista Esquire y escribió para ella Superman Comes to the Supermarket, en el que se hacía referencia a la figura de John F. Kennedy y a la convención del Partido Demócrata que se estaba celebrando entonces. Este trabajo es considerado por los estudiosos como un buen ejemplo del nuevo periodismo. Al final se peleó con Esquire y durante años no volvió a trabajar para ellos. Otro hito del periodismo salió de su pluma en la revista Harper, y fue el relato de la marcha sobre el Pentágono de 1967, en la que él participó; este ensayo fue el más largo publicado en una revista norteamericana. Un año después el artículo tomó forma de libro bajo el título de The Armies of the Night, por el que recibió el Premio Pulitzer. En 1968 escribió otro libro titulado Miami y el asedio de Chicago. En 1971 se publicó De un incendio en la luna, sobre el Apolo 11; también en 1971 publicó The Prisioner of Sex, y en 1975 The Fight sobre el boxeador Muhammad Ali.
Con los libros anteriores me he referido al apartado periodístico pero es que Mailer durante todo ese tiempo no dejó de escribir novelas, eso sí, muy espaciadas en el tiempo. En 1951 publicó sin mucho éxito Barbay Shore, sobre la Guerra Fría; una novela con muchos tintes autobiográficos. En 1955 apareció The Deer Park, en la que cuenta sus experiencias en Hollywood. La crítica no la trató bien pero tuvo buenas ventas. En 1964 publicó en la revista Esquire, por entregas, su cuarta novela, Un sueño americano. ¿Por qué estamos en Vietnam? se publicó en 1967. Ya en 1978 publicó Un tránsito hacia Narciso. En 1980 vio la luz The Excutioner’s song; con ella ganó de nuevo el Premio Pulitzer. De las mujeres y su elegancia estuvo en las librerías ese mismo año. En 1983 se publicó Ancient Evening, novela en la que trabajó durante once años. En 1984 publicó Los tipos duros no bailan. Su novela más larga fue Harlot’s Ghost, editada en 1991. Seis años después llegó a las librerías El evangelio según el hijo. Y en el año 2007 publicó la que sería su última novela The Castle in the Forest.
También hizo teatro. En concreto tuvo una obra durante cuatro meses en el Greewich Willag (1967), una adaptación de su novela The Deer Park. En 1968 y 1970 dirigió tres películas, dos el primer año y una el segundo: Wild 90, Beyod the Law y Maidstone. Los tres filmes están considerados como experimentales. En la última actuó el propio Mailer. Además actuó en otras dos películas, en 1981 y 1999. Su carácter polifacético le impulsaba a experimentarlo todo. Bajo ese impulso se marchó a Italia en 1976 donde estuvo colaborando con el director Sergio Leone. En fin, su currículo es inacabable, hubo más documentales en los que participó; también en adaptaciones televisivas de alguna de sus novelas como The Executioner’s Song; en una película experimental de Jean-Luc Godard, y en sus últimos años colaboró o escribió algunos guiones.
No nos podemos olvidar de un género que Mailer trabajó con intensidad, la biografía. En 1973 escribió Marilyn: una biografía; Picasso (1995) y El cuento de Oswald: un misterio americano (1996).
Por supuesto, escribió más todavía: cuentos, poesía, cartas, ensayos… Cualquier ocasión le era propicia para convertir la pluma en testigo del momento.
Hizo sus pinitos en el arte con numerosos dibujos que hoy en día todavía, ocasionalmente, se exponen en alguna galería de Nueva York.
A lo largo de su vida estuvo implicado políticamente en las luchas que se desarrollaban en su país en pro de la justicia social, contra la guerra, contra la política de bloques, contra el racismo o contra el bloqueo de Cuba, por citar conflictos concretos. Por alguna de ellas fue detenido. No era un utópico, políticamente se situaba muy próximo al partido demócrata norteamericano. Sobre todo fue un gran admirador de John F. Kennedy. Se llegó a presentar como candidato a la alcaldía de Nueva York. En algún momento se le llegó a denominar como “conservador de izquierdas”, curioso calificativo.
A lo largo de su carrera obtuvo cerca de veinte premios literarios.
A su obra Los desnudos y los muertos se la considera en EEUU como “la gran novela de la II Guerra Mundial”. Cuando se publicó, Mailer era bastante joven, el éxito le sorprendió; después de todo era su primera obra. Nunca imaginó que pudiera ser recibida de manera tan clamorosa por el público estadounidense.
El texto comienza con la llegada de las tropas norteamericanas a una isla del Pacífico, Anopopei, con el objetivo de limpiarla de japoneses. La novela se desarrolla en el presente y también en el pasado. En el presente los escenarios se centran en la convivencia entre los soldados, relaciones entre oficiales y con oficiales, la vida en el campamento y en la isla, acciones de combate, y la parte más intensa quizá, focalizada en un viaje a ninguna parte tras las líneas enemigas de una patrulla norteamericana. En lo que se refiere a los saltos al pasado, estos giran alrededor de las vidas de los actores que conviven en el frente de batalla. Aunque son muchos los personajes que pueblan la novela, hay tres que determinan la narración: el general Edward Cummings, un individuo frustrado, fascistoide, que se da aires de intelectual, con un talante confuso en lo que se refiere a su sexualidad; el subteniente Robert Hearn no tiene carácter para pertenecer al ejército, la guerra le ha llevado a formar parte de un engranaje que deplora pero del que no tiene escapatoria; es un intelectual fuera de lugar. Luego está el sargento Croft, con toques psicopáticos, el perfecto soldado, obediente, con la suficiente iniciativa para resolver problemas imprevistos, que disfruta matando y siendo cruel con sus subordinados.
La novela, evidentemente, habla de una situación bélica pero contiene elementos que van más allá; por ejemplo el sexo, siempre presente, descarnado, sin ternura, animalizado. El odio, entre los propios protagonistas, visceral, hacia el mundo que los ha llevado allí, que se externaliza hasta el punto que convierte a los soldados japoneses en víctimas que hay que exterminar como a alimañas; una forma consoladora de desahogar su malestar interior de jóvenes frustrados y airados.
La novela, al modo que lo ve el autor, levanta la alfombra de la sociedad norteamericana de su tiempo, permite observar las miserias que oculta la propaganda sobre las bondades y éxitos de su modelo. Mailer presenta a sus personajes, les hace una autopsia aún vivos y nos enseña que ellos no solo son parte de la guerra, del ejército norteamericano, sino que representan también a la sociedad a la que pertenecen. Por momentos es pura psicología de la personalidad, expuesta con crudeza; además de soldados uniformados, simples números en las placas que cuelgan de sus cuellos, son hombres que aman y sienten, sufren, se desangran y quieren seguir vivos, a pesar de la imagen que el Estado quiere dar de la guerra como evento honorable, heroico, digno; cuando no es más que un negocio lucrativo para los magnates de la industria armamentística, y para el resto de comerciantes que quieren expandirse a nuevos mercados y territorios. Nos mienten, les mienten, y nos seguirán mintiendo porque es necesario para que vivamos en paz dentro de una mentira que se oculta dentro de otra, así hasta el infinito. La mentira construye una sociedad basada en el dinero; de riquezas que unos pocos acumulan en detrimento de una mayoría. Es imprescindible que la mentira funcione, de esa manera, desde la ignorancia voluntaria, la esclavitud no elegida es más llevadera. Podríamos, tal vez, ser hombres y mujeres libres pero nos quedamos a medias en ese proyecto porque hemos nacido para cumplir un plan preestablecido: ganarnos la vida, consumir, obedecer. La mayoría de los protagonistas de la novela no quieren ser soldados porque ese atributo les arrebata su humanidad pero no saben qué otra cosa ser si dejan de obedecer. Mailer toca todos estos temas y no da alternativas, al contrario más bien nos deja la sensación de que la única liberación del ser humano pasa por la muerte.
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