Jean Genet
Por Ángel E. Lejarriaga
Jean Genet nació en París en 1910 y murió en la misma ciudad en 1986. Su nacimiento no fue precisamente deseado, nunca conoció a su padre y su madre, Gabrielle Genet, lo abandonó a la asistencia pública. Era muy pequeño entonces, había cumplido siete meses, por suerte no recordó nada de aquel tiempo pero sí de lo que le sobrevino después. Aunque todo parecía presagiar un desastre en su vida, no fue así en un primer momento. Fue adoptado por la familia Régnier, con la que permaneció hasta los 13 años. Con ésta gozó de una buena escolarización y estuvo muy protegido por su madre adoptiva. Según sus biógrafos fue un alumno sobresaliente. A pesar de este favorable reinicio infantil, se le obligó a ingresar en un internado de formación profesional, y se le negó el acceso a la educación secundaria. A partir de ese momento comenzó el desastre en su existencia. Se fugaba del colegio, lo encontraban, se volvía a fugar, así durante dos años. Hasta que en 1926, cumplidos los dieciséis, fue detenido, juzgado e internado en la prisión juvenil de Mettray. Fue puesto en libertad con dieciocho años cumplidos tras alistarse a la Legión extranjera. Sin embargo no se adaptó a la vida en este cuerpo militar, eso de cumplir órdenes, de someterse a una disciplina férrea no iba con él y desertó sin más. Lo que sucedió a continuación es fácil de intuir; judicialmente era un perseguido, estaba excluido socialmente, no tenía formación académica ni profesional, tampoco se molestaba en buscar trabajo, así que inició una sórdida vida de delincuente menor y chapero que le condujo inexorablemente a la cárcel durante cuatro años. Tras lograr escapar de la reclusión, comenzó una etapa de vagabundeo por Europa, que es lo que precisamente se describe en la obra que comentamos: Journal du voleur (Diario del ladrón), publicada por Gallimard en 1949.
No adelantemos acontecimientos. En 1937 estaba de vuelta en París y su vida se mantuvo en la misma tónica de delincuencia de baja intensidad por lo que entraba y salía de prisión tras cumplir condenas cortas. En 1942 escribió ―obra que publicó con su dinero― Le condamné à mort, y en 1944 la novela Notre Dame des Fleurs que sería editada en 1948. Su talento para la literatura era sobresaliente, no obstante era incapaz de adaptarse a la vida social convencional. A pesar de ello, llamó la atención de figuras intelectuales del momento, hasta el punto que cuando iba a ser condenado a cadena perpetua por acumulación de delitos, dichas figuras se movilizaron a su favor: Pablo Picasso, Jean Cocteau y Jean-Paul Sartre, entre las más célebres. En 1948 su condena fue revocada.
De alguna manera el hecho de librarse de la temible condena supuso una revulsión en su interior y a partir de entonces su vida se centró en la escritura. Un año después contaba tres obras teatrales publicadas y cinco novelas. La homosexualidad se expresaba en su obra sin ningún tipo de represión por lo que en algunos países fue prohibida o rechazada por las editoriales. En 1952 sufrió una grave depresión que le llevó a abandonar la escritura. Esta etapa de su vida quedó reflejada en el libro de Jean-Paul Sartre Saint Genet comédien e martyr. A pesar de ello, ya entonces su balance literario era inmenso. En 1964 tuvo un intento de suicidio debido a la muerte de uno de sus amantes. También ese año ocurrió un suceso luctuoso que fue conocido entre los más allegados pero no denunciado: la violación reiterada por parte de Genet de Carole Achache, una niña de 12 años, hija de la escritora Monique Lange. El abuso supuso para la criatura una catástrofe vital que la condujo al consumo de drogas y a la prostitución. La madre le pidió a Carole que no contara nada. Del tema nada se supo públicamente, se tapó hasta no hace demasiado tiempo. Marion Cotillard ha comentado al respecto: «Genet se aprovechó de su fama e influencia. La fascinación de Monique por el escritor era tan grande que quitó importancia al asunto y se limitó a destacar lo afortunada que era su hija de crecer al lado de un hombre tan talentoso y poderoso». Terrible. Según la hija de Carole, Mona Achache, Juan Goytisolo conocía los abusos de Genet y los encubrió. Hay que recordar que Lange estuvo casada con Goytisolo a pesar de su homosexualidad. Todo esto lo cuenta con detalle el documental «Little Girl Blue» (2023), dirigido por Mona Achache.
Siguiendo con la vida de Genet, tras Mayo del 68 su compromiso político se multiplicó, participaba en manifestaciones a favor de los inmigrantes, apoyaba a los Panteras negras norteamericanos, visitó los campos de refugiados palestinos, se entrevistó con Yasir Arafat. Fruto de este compromiso fue su novela póstuma Un cautivo enamorado (1986). Genet fue uno de los primeros europeos en entrar en los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila horas después de la matanza auspiciada por Israel y ejecutada por falangistas libaneses. En 1983 recibió el Premio Nacional de las Letras francesas.
En su obra le encanta hablar de sí mismo porque mitifica su vida como si realmente lo que había hecho con ella mereciera ser admirado. Para sí mismo era un héroe y no un «bandido». Como muchas de las personas que le admiraban dijeron «convierte lo más sórdido en una especie de poesía», con la que sólo disfrutaba él y los que se desenvolvían en esa liviana frontera que separa el bien del mal, el interdicto y la transgresión. Pretendía que el horror de la oscuridad humana tomara tintes épicos y se viera como una manifestación de rebeldía creativa en vez de una mera representación de lo abyecto. Por mucho que él lo proyecte en sus textos, cuesta encontrar palpar el amor y la ternura en las imágenes que describe, que presumiblemente vivió. Se ha alabado su talento y malditismo como una de sus señas de identidad; no cabe duda que es una forma de verlo; si bien, en ocasiones lo maligno y pútrido se reduce sólo eso.
Diario del ladrón (1949) está considerada su mejor novela. El estilo es sencillo, sin demasiadas florituras. Cuenta lo que quiere contar; es directo, no se esconde, se recrea en lo sórdido. Nos podemos preguntar si es objetivo, no lo sabemos. Enfoca la narración donde le apetece, con un lenguaje escogido. Su lectura es rápida, no hay nada que entender, el texto no tiene que ser interpretado, es claro, es realista. El lector puede aproximarse a sus páginas con avidez, con una curiosidad que puede oscilar entre el deleite y el desagrado. Su publicación supuso un auténtico «escándalo». De hecho existe una edición de 1948, el texto original de la obra, que no se publicó entonces; la versión de 1949 tuvo cambios que la editorial Gallimard reconoció, y que habían tenido la autorización del autor. El Diario del ladrón carece de fechas; si bien su pretensión expositiva es cronológica existen saltos en el tiempo. En ella nos cuenta que fue un hijo abandonado, su paso por España, describe con sumo detalle su mísera estancia en el Barrio Chino de Barcelona hacia 1934, ciudad en la que vivió del robo y la prostitución. Su relación con los delincuentes la justifica como una alternativa a la sociedad correcta, a la que él denomina la «sociedad del bien». Su opuesto será la «sociedad del mal», que engrandece, dotando de valor a lo infame. Describe relaciones de dominación sumisión, en la que se observa una gran dependencia de sus amantes. Las páginas de libro explican su viaje por Bélgica, Holanda, Polonia y Alemania, para terminar su periplo en la Francia ocupada.
Nos podemos preguntar cómo se llega a esta inmersión en lo grotesco. ¿Es directamente la pobreza y la exclusión social la que impulsa dicha conducta o existen otros factores que desconocemos? ¿De dónde procede tanta bajeza moral, tanta exaltación del mal? La «Divine Gauche» francesa dijo en su momento que lo que hacía Genet, su atrevimiento al poner por escrito sus andanzas transgresoras, trascendía la simple literatura y era puro arte. Desde luego, no cabe duda que encontrar lirismo en los ambientes más pútridos tiene su mérito. «Les reconozco a los ladrones, a los traidores, a los asesinos, a los malvados, a los delincuentes, una belleza profunda —una belleza en bajorrelieve— que no veo en vosotros». Se ha llegado a decir que Genet era la máxima expresión de la valentía y que el resto de los mortales estamos presos de una construcción social que denominamos como «conciencia». De manera resumida se podría decir que la obra está centrada en la homosexualidad, la traición y el robo como pilares de la conducta de Genet y su mundo subterráneo.
Sea como fuere, nos guste más o menos, Jean Genet ha sido un escritor reconocido en Francia y en el mundo, considerado como un intelectual «provocador», que le ha pasado factura a una sociedad que le había rechazado. De manera insólita ha convertido lo «desagradable» en «hermoso», y ese desafío, que está enmarcado en una búsqueda de la propia identidad, y como ya se ha dicho, fue reconocido por importantes intelectuales de su tiempo, que le defendieron, admiraron y aplaudieron. El mismo Juan Goytisolo, amigo de él, declaró que conocer a Genet había sido una experiencia excepcional que le había transformado; destacaba su capacidad para encontrar luz en los rincones más sombríos de la naturaleza humana. Jean-Paul Sartre fue otro de sus defensores a ultranza, y le consideró como un escritor audaz, de hecho escribió el prefacio de su libro Notre-Dame des Fleurs. En la misma línea se expresó Roland Barthes que mostro una gran admiración por la capacidad de Genet para vulnerar las normas sociales. Michael Foucault le ensalzó en su ensayo Las palabras y las cosas (1966), le definía como un resistente a las estructuras de poder. Sobre Foucault hay que decir que en la década de los sesenta estuvo envuelto en un escándalo pedófilo cuando fue acusado por el filósofo Guy Sorman de haber abusado sexualmente de menores en Túnez, algo de lo que él habría sido testigo.
Otros escritores y escritoras le encumbraron a su vez, entre ellas Hélène Cixous, teórica del feminismo; Alain Robbe Grillet, figura destacable del «Nouveau Roman» y Simone de Beauvoir. El reconocimiento de esta última resulta intrigante. Aunque se ha dicho en el documental de Mona Achache que las amistades de Genet conocían la violación de Carole, es posible que no fuera así del todo. Resulta inconcebible la idea de una Simone de Beauvoir cómplice de una violación. Se sabe que ella no fue del todo condescendiente con Genet, incluso le llegó a calificar de «gánster». No obstante, como los célebres personajes anteriormente citados, admiraba su capacidad para «desafiar las normas sociales», aspecto redundante en los juicios de valor recogidos. Siempre le reconoció como un autor de gran talento y le apoyó como escritor para que su obra fuera divulgada, si bien mantuvo con él una cierta distancia.
Para terminar sólo me resta decir que Jean Genet, a su manera, fue un genio que partió de lo más bajó de la sociedad, y debido a sus transgresiones explícitas y públicas consiguió llamar la atención de una intelectualidad francesa provocadora, hambrienta de contestación social, viniese de donde viniese, que aplaudió a autores como el propio Genet, que en otras circunstancias hubieran sido denostados. Nadie le niega su talento, pero queda en el aire si tenemos que regodearnos con la exaltación de lo sucio y deleznable, y convertirlo en belleza. Podemos hacerlo, desde luego, los humanos somos capaces de relativizarlo todo, pero el mundo se debería regir por un código ético universal con el que los seres humanos pudiéramos vivir con dignidad, un lugar en el que lo indigno, sea lo que sea ―algo que hay que definir―, sea erradicado, y lo digno ―también por definir―, sea elevado a la categoría de derecho inalienable. ¿Nos podemos permitir el lujo de obviar una violación reiterada por el simple hecho de que lo hizo «un gran talento de la literatura»? ¿Podemos separar ambas circunstancias?
OBRA
Autobiografía
· Diario del ladrón (1949)
Novelas
· Santa María de las Flores (1944)
· El milagro de la rosa (1946)
· Pompas fúnebres (1947)
· Querelle de Brest (1947)
Teatro
· Las criadas (1947)
· Severa vigilancia (1949)
· El balcón (1956)
· Los negros (1959)
· Los biombos (1961)
· Elle (1989)
· Splendid's (1993)
· Le bagne (1994)
Textos
· 4 horas en Chatila (1983)
· Un cautivo enamorado (1986)
Poesía
· El condenado a muerte (1942)
· La Galère (1944)
· Chants secrets (Le Condamné à mort, Marche funèbre), L'Arbalète, Décines (Lyon), 1945.
· Un chant d'amour (1946)
· Le Pêcheur du Suquet (1946)
· Santa María de las Flores (1944)
· El milagro de la rosa (1946)
· Pompas fúnebres (1947)
· Querelle de Brest (1947)
Teatro
· Las criadas (1947)
· Severa vigilancia (1949)
· El balcón (1956)
· Los negros (1959)
· Los biombos (1961)
· Elle (1989)
· Splendid's (1993)
· Le bagne (1994)
Textos
· 4 horas en Chatila (1983)
· Un cautivo enamorado (1986)
Poesía
· El condenado a muerte (1942)
· La Galère (1944)
· Chants secrets (Le Condamné à mort, Marche funèbre), L'Arbalète, Décines (Lyon), 1945.
· Un chant d'amour (1946)
· Le Pêcheur du Suquet (1946)
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