9 ene 2024

La historia y su enseñanza


Por Ángel E. Lejarriaga



A pesar de los años acumulados me resulta difícil entender en toda su complejidad al ser humano, incluso a mí mismo. Existen distintas formas de pensar, de vivir, de experimentar el sufrimiento, de amar, de motivarnos a la hora de ejecutar tareas, de estar en el mundo. ¿Qué determina seguir una dirección u otra en la planicie sin sendas de la existencia? No hay una exclusiva variable. No es el estímulo el que provoca la respuesta, o no lo es solamente. Podemos predecir algunas conductas esperadas con la necesaria información que es necesario contrastar. El proceso es complejo pero factible.

La filosofía se ha preguntado y se pregunta por los hechos del “hombre” y la ciencia ha intentado desde sus inicios ofrecer respuestas sobre el tema. Las religiones nos han suministrado un consuelo fundamentado en la fe ciega y en rituales fantásticos alienantes. La sumisión y la ignorancia, o el no querer saber, han colocado al individuo en una posición cómoda, desde luego. Vivir duele, pensar duele, comprender que se vive en el absurdo es aún peor, un lastre insufrible que nos angustia hasta tal extremo que llegamos a pensar en la muerte como salida única para encontrar el anhelado descanso, cuando deberíamos, quizá, pensar o imaginar, si se quiere, una vida diferente plena basada en la fraternidad y en la cooperación. Pero no, “no hay paz para los malvados”; tal vez eso somos, unos malvados por acción o por omisión; malhechores sin empatía, sin capacidad de expiación ni propósito de enmienda, que provocamos agresiones e infortunios en un “eterno retorno” decadente y lesivo. Así se comporta la humanidad porque, entre otras cosas, no aprende de la historia.


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