30 sept 2024

El 47

Por Ángel E. Lejarriaga



Película española del año 2024 dirigida por Marcel Barrena y escrita por el propio Barrena y Alberto Marini. Esta es la quinta película del director: "Cuatro estaciones" (2010), "Món petit" (2012), "100 metros" (2016) y "Mediterráneo" (2021). El reparto está encabezado por un magnífico Eduard Fernández en el papel protagonista de Manolo Vital. Este actor tiene un currículo artístico simplemente impresionante: 8 series de televisión, 17 obras de teatro y 43 películas; ha recibido 35 galardones y ha sido nominado a otros en 31 ocasiones. Está acompañado en el filme por Salva Reina como Felipín, Carlos Cuevas como Pasqual Maragall, Zoe Bonafone como Joana, Clara Segura como Carmen, Oscar de la Fuente como Antonio, Lolo Herrero como Matías, David Verdaguer como Serra, Vicente Romero como Ortega, María Morera como Mar y Carmen Sansa como señora Vila, entre otras.

El largometraje narra un drama épico que de tan repetido en este país pasa inadvertido por las generaciones de la desmemoria. Describe el calvario que pasaron miles de familias extremeñas y andaluzas expulsadas de su tierra de nacimiento por la miseria. Llegaron a Barcelona en busca de una vida mejor, una ciudad en crecimiento necesitada de mano de obra barata, que utilizó para levantar una nueva urbe y una  próspera economía, pero sin conceder a sus protagonistas el más mínimo beneficio en forma de calidad de vida: techo, salubridad, sanidad o educación.

La historia comienza en los años cincuenta cuando los emigrantes están recién llegados a la ladera de una montaña de la ciudad de Barcelona en la que compran unas parcelas; a toda prisa, por la noche, tienen que levantar cuatro paredes y un techo, antes del amanecer, momento en que se presentaba la "autoridad competente" y tiraba aquellas construcciones que no estaban finalizadas, con techo; situación terrible y agobiante para los que nada tenían salvo la esperanza de progresar.

Veinte años después han salido adelante como han podido, mejorado sus casas, tienen luz que va y viene, lo mismo sucede con el agua, el alcantarillado es deficiente, carecen de escuelas, de sanidad, de transporte urbano, pero sí tienen que ir todos los días a trabajar a Barcelona.

Manolo Vital, después de patearse muchos despachos del ayuntamiento de la ciudad y hablar con una de sus cabezas visibles, se da cuenta que no va a conseguir nada allí porque los problemas de un barrio de la periférica no son prioritarios para los cargos políticos. En ese contexto toma la iniciativa, y él, que es conductor de autobús, un día rompe con su recorrido habitual y lleva el autobús hasta su barrio, Torre Baró. Las autoridades argumentaban que ningún autobús era capaz de llegar hasta allí pues la cuesta a superar era estrecha y escarpada. La película está basada en un hecho real y hoy en día sigue teniendo vigencia con la diferencia de que en el año 2024 no existe la organización vecinal que había entonces.

Para ponernos en contexto, en aquello años la periferia de Barcelona  estaba formada en gran parte por inmigrantes del sureste de España, trabajaban pero no entraban dentro de los planes urbanísticos del ayuntamiento de la ciudad, condenados a vivir en infraviviendas. El acontecimiento central de la película es la subida del autobús de Manolo a Torre Baró, pero se podría decir que la verdadera protagonista es la miseria. En 1978 se estaba desarrollando la tan celebrada Transición democrática, el dictador Franco había muerto en 1975, se había aprobado una constitución que era la base de la nueva convivencia a la que llamaron democracia, y las regiones tradicionales de la península se convirtieron en autonomías con los respectivos reyezuelos de turno ansiosos de poder. El franquismo no solucionó la pobreza endémica de esos emigrantes, trabajadores incansables, las nuevas autoridades tampoco. Además, en los setenta una gran crisis económica azotaba el país con altos niveles de inflación y de desempleo que afectaba a las clases más desfavorecidas. El desconcierto y descontento social era absoluto.

En Barcelona, lo mismo que en otras ciudades de España, las asociaciones de vecinos desempeñaron un importante papel en la mejora de los barrios periféricos donde se concentraba la clase obrera. La autoorganización de estos barrios surgió ante la falta de servicios básicos esenciales.

Paradójicamente, mientras en la ciudad nacía una nueva cultura rica en contrastes, impulsada por los hijos "progres" de la burguesía catalana, los barrios obreros agonizaban sin escuelas. Fue necesario un gran movimiento vecinal para obligar a las autoridades a emprender proyectos de mejoras urbanas y de infraestructuras que llegaran a estas zonas.

Los movimientos vecinales tomaron forma en las décadas de los 60 y 70. Su surgimiento estuvo basado en la desesperación y en la falta de fe en las autoridades, primero franquistas y luego "democráticas". Los vecinos, para defenderse, formaron asociaciones y comités de coordinación para reivindicar derechos básicos. Las protestas fueron continuas y tuvieron tal relevancia que políticos de un amplio espectro ideológico se interesaron por el movimiento, unos para intentar destruirlo y otros para intentar controlarlo. Hasta tal punto tuvieron importancia sus luchas, que generaron cambios importantes en la administración local, y catalizaron el desarrollo de políticas que favorecieran precisamente a las personas que estaban modernizando la ciudad. Muchos de los logros que hoy se disfrutan en España provienen de aquellas luchas vecinales. Es importante destacar que estos movimientos consiguieron, aparte de mejorar sus condiciones de vida, recuperar la identidad perdida como comunidad y asentar entre la ciudadanía la solidaridad como principio de cohesión.

El asociacionismo vecinal fue un buen caldo de cultivo para el antifranquismo pues supuso el refugio de mucha militancia de izquierda, tanto de partidos como de sindicatos. También contribuyó al surgimiento de una cultura obrera olvidada, en contraposición a la oficial, a través de asociaciones culturales y juveniles. Algunos de aquellos líderes vecinales con el tiempo pasaron a convertirse en cabezas visibles de la nueva clase política surgida de la Transición, y ocuparon importantes cargos en los diversos parlamentos y en las administraciones locales.

Estas asociaciones no lo tuvieron fácil. La represión franquista se cebó con ellas, sus manifestaciones fueron disueltas con violencia, y los organizadores detenidos, torturados y encarcelados. Tras la muerte de Franco la situación no mejoró porque la administración seguía controlada por los mismos franquistas, que obstaculizaban sistemáticamente los cambios.

La película tiene muchas aristas, expone variados puntos para el análisis que viene bien destacar debido a la desmemoria obligada y voluntaria que nos caracteriza. La primera es la relacionada con la guerra civil; sólo al final se habla de ella cuando Manolo Vital cuenta el contenido de la carta testamento que dejó su padre a su familia antes de que le fusilaran miembros de Falange Española y de las Jons. No se dice mucho más de la guerra, si bien, obviamente, todas las familias emigrantes la habían sufrido en sus carnes en alguna medida, se habían ido de sus pueblos a finales de los años 50, la contienda había acabado hacía diecinueve años y ellas tenían una media de edad de entre 25 y 40 años, si exceptuamos a los más pequeños. Manolo menciona en más de una ocasión que le han expulsado de su tierra.

El inicio de la película es bastante emocionante y tenso cuando Manolo y otros compañeros de viaje tienen que construir su chabola a toda velocidad antes del amanecer. La primera vez se la derriban, la segunda no, "hay que actuar con cabeza", dice él. Y lo hacen. En vez de que cada familia construya su casa, deciden que el grupo construya una casa cada noche. Esta decisión es eficaz y evitan el desastre de la demolición.

Los habitantes de Torre Baró tienen poco de todo pero sí mucha ilusión, aunque como suele ocurrir, unas personas se implican más en la solución de los problemas del barrio que otras. No poseen más que el techo que les cobija, el amor de sus familias y su fuerza de trabajo. Para ellos eso es mucho, pero no suficiente para alcanzar unos mínimos de calidad de vida. Por las mañanas abandonan el poblado chabolista, bajan de la montaña y se incorporan a sus respectivos trabajos, pero para la sociedad barcelonesa son invisibles. Algo han mejorado sus condiciones de vida mas siguen instalados en la precariedad y no ven la forma de reducirla a través de las instituciones locales. Tienen una asociación de vecinos que organiza el barrio y realiza peticiones pero los resultados son pobres: carecen de médico, tienen problemas graves de suministro de agua, no hay colegios, la luz no funciona bien y el único cine, al aire libre, que regenta una vecina, pone casi siempre la misma película. El hecho del cine resulta simbólico, como si su mundo estuviera estancado desde hace mucho tiempo.

La represión policial está presente desde el primer momento. La policía, los "grises" como se les llamaba entonces, son los amos y señores de sus vidas, se presentan cuando quieren como una sombra negra que les amenaza de continuo, sólo pueden callar porque si hablan "saben lo que esa gente puede hacer con ellos". Estos policías son también emigrantes, incultos, taciturnos, distantes, obedientes, implacables. Cumplen las ordenes sin piedad. En los años cincuenta eran duros, en los setenta lo siguen siendo. En la Transición continuaban los mismos policías, después también.

Hay un aspecto digno de considerar que destaca durante todo el largometraje, el amor y la dignidad. No se pierde la dignidad en la medida de lo posible, pero, además, la gente se quiere y se ayuda por encima de todo. El apoyo mutuo es un punto básico en la supervivencia del barrio; todo un ejemplo a seguir.

Un personaje entrañable es Carmen, antigua monja, que deja el hábito por amor a Manuel. Ella demuestra con su actitud que en las condiciones más infames se puede construir. Es maestra y crea una pequeña escuela para los más pequeños pero también enseña a las mujeres adultas que lo desean. Su tenacidad, su espíritu de sacrificio, su amor a la humanidad, son un ejemplo más de cómo en un estercolero pueden crecer flores, aunque su cultivo suponga mucho esfuerzo; también podemos concluir de su actitud, que nada está perdido si cada persona pone su granito de arena para hacer mejorar la vida cotidiana, sin esperar que nadie nos salve. La película nos enseña bien lo que es la burocracia funcionarial y la casta política.

Para terminar me queda decir que el montaje me ha recordado a los que hacía el director Gillo Pontecorvo, en los que mezclaba escenas reales con cine de ficción, por ejemplo en su célebre película "La Batalla de Argel" (1966).

En sí, una buena película para debatir y revisar la herencia recibida de nuestros mayores, y lo que estamos viviendo en la actualidad, con problemas parecidos, pérdida de derechos y la precariedad como elemento central de las vidas de una parte importante de la sociedad.

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