Por Ángel E. Lejarriaga
Nacido en Guadalajara en el año 1916, Antonio Buero Vallejo destacó pronto en su pasión por el teatro; a los nueve años jugaba con un pequeño teatro en el que dirigía obras que él creaba. Durante sus estudios de bachillerato descubrió con mucho interés la filosofía y la dialéctica social, siempre en permanente tensión. Un primer y precoz reconocimiento le llegó en 1932 a través de un premio literario específico para el alumnado de enseñanza media y Magisterio. El galardón recayó sobre su relato El único hombre. Dos años después, en 1934, ingresó en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
La Guerra Civil convulsionó su presente creativo. De momento le costó la vida a su padre que fue fusilado en diciembre de 1936. En 1937 fue movilizado y formó parte de un batallón de infantería. Tras la guerra fue recluido durante un mes en el campo de concentración de Soneja. Una vez liberado, participó en la reconstrucción del Partido Comunista, al que pertenecía desde la guerra. A mediados de 1939 sufrió la suerte de muchos españoles desadeptos al régimen, fue detenido y condenado a muerte. La pena capital le fue conmutada por treinta años de reclusión. En su periplo por diversas cárceles se dedicó a realizar retratos de sus compañeros de prisión, entre ellos de Miguel Hernández. En 1946 fue puesto en libertad. Aunque en un primer momento mantuvo su actividad como dibujante, publicando en varias revistas, enseguida se produjo un cambio drástico en su dirección creadora y se centró en la escritura. Fruto de este cambio es Historia de una escalera, que recibió el premio Lope de Vega en 1949. Ese mismo año fue galardonado también por la Asociación de amigos de los Quintero por su obra Las palabras en la arena. A partir de ese momento sus obras de teatro estuvieron siempre presentes en los escenarios madrileños, hasta su muerte.
Naturalmente, no todo le fue fácil, el contenido crítico de sus dramas chocaba constantemente con la censura. En 1954, por ejemplo, se prohibió la puesta en escena de Aventura en lo gris, un drama social en el que se cuenta la huida trágica de unos perseguidos de un país al que no se nombra.
En la década siguiente sus obras fueron estrenándose sucesivamente fruto de la suavización de la dictadura franquista: El concierto de San Ovidio, El tragaluz y Las Meninas, entre otras.
En el año 1963 un centenar de intelectuales, a cuya cabeza estaba José Bergamín, firmaron una carta denunciando la represión policial que sufrían los mineros asturianos en sus luchas reivindicativas; Buero Vallejo fue uno de ellos. Al año siguiente La doble historia del doctor Valmy fue prohibida, y no se representaría hasta 1976; en ella se denunciaba la práctica de la tortura.
Aunque siempre estuvo reconocido por el público y la crítica, hubo tres momentos en su vida literaria que él valoró como muy importantes: su nombramiento como miembro de número de la Real Academia Española, en 1971; el Premio Cervantes, recibido en 1986; y, por último, el Premio Nacional de la Letras Españolas que le fue otorgado en 1996.
Lázaro en el laberinto, como ya se ha mencionado hasta la saciedad por los estudiosos, es una «reflexión sobre el miedo» pero también sobre la soledad en la que vivimos a la hora de enfrentarnos con nuestra conciencia, con el contraste entre lo que pregonamos y lo que llevamos a la práctica. En el interior de nuestra cabeza estamos perdidos entre sombras que nos acechan cuyo rostro unas veces atisbamos y otras no. Si tuviera que sintetizar la obra con unas pocas palabras diría que está llena de sueños, de amor, de deseo contenido, de ambición, de frustración y de miedo, sobre todo de miedo; todos los personajes están dominados por el miedo.
A pesar de haber sido estrenada en 1986, es decir, en plena «modernidad» el tono de los diálogos resulta un tanto plañidero, cargado de un sentimentalismo adolescente; de hecho esa es la impresión que me han producido los personajes, de desenvolverse como tales a pesar de representar papeles de los que se esperaría un mayor énfasis dramático. No obstante, la urdimbre del drama es potente. En particular, presenta un trauma psicológico personificado en la figura de Lázaro; en general, expone al desnudo la constante de la vida: el miedo en sus diversas vertientes y manifestaciones. El autor desarrolla el argumento como un thriller que se desgrana sin piedad hacia un final que el espectador intuye enseguida.
Pasando por encima de las posibilidades del argumento, salvo Fina, los personajes son pusilánimes; parecen perdidos, a la deriva, exhibidos como dependientes unos de otros, sin unas características definidas que les individualice y les presente separados, con sus debilidades y fortalezas. La hermana de Lázaro, Fina, me ha recordado a Bernarda Alba, salvando las inmensas distancias que separan a ambas obras (La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca). Fina podría ser Bernarda pero no tiene poder, es una persona siniestra, calculadora, de un talante despótico que se oculta debajo de una máscara de sumisión repugnante. Buero Vallejo le quita la capacidad para ejercer violencia directa, lo que la convierte en una artista de la manipulación y el celestineo más abyecto, herramientas con las que resuelve su miedo al futuro.
Después de Fina, tal vez, los personajes más fuertes sean Germán y Amparo pero se desdibujan pronto en protagonismos que no acaban de encajar. Germán es el típico listillo, de extracto social bajo, que quiere medrar a cualquier precio, eso sí, manteniendo una postura contestataria que no resulta en ningún momento creíble. Persigue a Amparo, según ella por motivos sexuales, y se codea, desde la época en que eran estudiantes, con el sobrino de Lázaro, Mariano, por simple interés. Por lo demás, su discurso es estereotipado, hueco, no aporta nada, exceptuando tensión ocasional y el desenlace final. Amparo, desde el primer momento en que aparece en escena llama la atención, esperas mucho más de ella, sin embargo poco a poco se oscurece, siendo su apoteosis un mini discurso sobre el miedo en el que, según mi opinión, el autor se pierde o es que prefiere dejar al espectador entre tinieblas. Los dos sobrinos, chico y chica, Mariano y Coral son dos blanditos que practican un buenismo infantil, simples satélites que giran alrededor de su tío.
¿Y Lázaro? Es el eje central de la obra, atormentado por unos hechos que acontecieron hace muchos años. Lo que sucedió o lo que pudo suceder define su derrota moral y existencial. Escucha el timbre de un teléfono que solo está en su cabeza. Aguarda una llamada que nunca se produce. Pero ¿qué pretende escuchar a través del teléfono? Espera, nada más y nada menos, oír la verdad. ¿Es que no la conoce ya? Puede que sí o puede que no. Quiere oírla y la teme a la vez. Teme la voz del pasado, teme que su memoria le abra una puerta acusadora que no pueda cerrar.
Fina quiere a Lázaro por lo que significa de elemento protector, sin cambios, protege a su protector, es su garantía de futuro, al que teme en lo que puede significar de pobreza y desamparo. Ella sabe la verdad y se la niega. Los dos sobrinos bailan al son del tío, sin él no son nada, están dominados también por el miedo a la incertidumbre, al fracaso, a enfrentarse con la vida por sí solos. El miedo les paraliza. El drama o melodrama, según se mire, se perpetúa sin remedio, no pueden ser felices porque para ello tendrían que ser autónomos, y eso significa asumir riesgos, y ellos buscan seguridades que a priori nunca existen.
Obras:
- Historia de una escalera (1949)
- Las palabras en la arena (1949)
- En la ardiente oscuridad (1950)
- La tejedora de sueños (1952)
- La señal que se espera (1952)
- Casi un cuento de hadas (1953)
- Madrugada (1953)
- Irene, o el tesoro (1954)
- Hoy es fiesta (1955)
- Las cartas boca abajo (1957)
- Un soñador para un pueblo (1958)
- Las Meninas (1960)
- El concierto de San Ovidio (1962)
- Aventura en lo gris (1963)
- El tragaluz (1967)
- La doble historia del doctor Valmy (1968)
- El sueño de la razón (1970)
- Llegada de los dioses (1971)
- La Fundación (1974)
- La detonación (1977)
- Jueces en la noche (1979)
- Caimán (1981)
- Diálogo secreto (1984)
- Lázaro en el laberinto (1986)
- Música cercana (1989)
- Las trampas del azar (1994)
- Misión al pueblo desierto (1999)
No hay comentarios:
Publicar un comentario