23 dic 2015

Mi madre

Por Ángel E. Lejarriaga


Alguien se preguntará el porqué de mi variopinta elección de lecturas, en ocasiones tan dispares. La culpa la tienen las dos librerías de segunda mano que hay en mi barrio. De siempre me ha encantado husmear entre los volúmenes apilados, con mayor o menor respeto y orden, acumulando polvo y a la espera de que alguien los salve del olvido. Este libro procede de ahí.

El nombre del autor me era muy conocido, —en la universidad tuve que leer algo de él—, Georges Bataille, escritor francés, antropólogo y filósofo, aunque a él este último calificativo le desagradaba sobremanera. De él recuerdo haber leído dos volúmenes, aparte de este que tenemos entre manos: la novela Historia del ojo, publicada en 1928 bajo el pseudónimo de Lord Auch. (Bataille tenía otros pseudónimos como Pierre Angélique y Louis Trent).) Y también el ensayo El erotismo, publicado en 1957. De ninguno de los dos me acuerdo bien debido al tiempo transcurrido y no los voy a releer, así que poco puedo aportar de ellos.

Al ver este libro abandonado a su suerte sobre una mesa sobre la que se amontonaban un par de centeneras, el título no me dijo nada en especial, Mi madre, pero sí el nombre del autor, del que recordé que había escrito sobre erotismo. Lo cogí y leí la contraportada; a partir de ese momento tomé la decisión de adoptarlo. De inmediato me dejó una impronta transgresora. La síntesis de la novela se refería a la «perversión» de un joven cuasi adolescente por su propia madre, «una mujer que se nos muestra como la encarnación misma del Mal; una fuerza todopoderosa que convierte en un dios a quien se deja guiar por ella». Hay que reconocer que el texto poseía magnetismo y, además, estimulaba la imaginación. Luego, la verdad, su lectura no ha sido para tanto, pero eso que cada persona lo considere si decide abordar sin prejuicios sus páginas.

Georges Bataille, francés, nació en 1897 y murió en 1962. Es un escritor del siglo XX, al que se ha llegado a definir como el más provocador de su siglo. Curiosamente, en un primer momento de su vida quiso ser sacerdote pero perdió la vocación pronto y convirtió los burdeles de París en sus iglesias, según dijo. Fue un autor que tocó casi todos los palos de las letras: poesía, novela, ensayo, filosofía… Participó en el grupo surrealista de André Bretón.


Algunos de sus escritos llegaron a ser censurados. No es el primer caso de censura de alguien célebre en Francia, ese país considerado ejemplo de libertad, igualdad y fraternidad. Recuerdo que en 1849 ya fue censurado y juzgado Charles Baudelaire por sus Flores del Mal; cien años después, en 1949, le tocó el turno a Boris Vian con su Escupiré sobre vuestras tumbas.

A lo largo de su vida no tuvo mucho reconocimiento, sin embargo, como ocurre en numerosas ocasiones, fue más alabado después de su muerte, influyendo a filósofos como Michel Foucault o Jacques Derrida.

Se cuenta que, apasionado de los sacrificios humanos, participó en la creación de una sociedad secreta, Acephale, cuyo anagrama o símbolo definitorio estaba constituido por un hombre decapitado. Se dice también que pretendía fundar una religión. Para la constitución de la misma se dispuso el sacrificio de uno de sus miembros; incluso llegó a haber voluntarios, pero al final nadie se atrevió a consumarlo. Su literatura se la ha llegado a denominar como «literatura de la transgresión».

Un crítico literario dijo de él: «Desconfiaba del concepto occidental de conocimiento y saber, y pensaba que el individuo, para romper su realidad dividida, condicionada y limitada por los grandes sistemas racionales de la ética y la estética, debía recurrir al éxtasis para lograr una experiencia interior liberadora (la transgresión).»

Consideraba que el erotismo y la muerte estaban «vinculados íntimamente». En general profundizar en los escritos de Georges Bataille no es nada fácil. Eso de lo que normalmente no se habla, él lo presenta con naturalidad, con muchas palabras, eso sí, que a veces incluso crean confusión porque te hacen preguntarte por el verdadero sentido del autor al escribirlas. ¿Pretende liberar lo reprimido, escandalizarnos, hacernos ver lo que nos perdemos por culpa de la moral represora? ¿Pretender dotar de sentido a nuestras miserables vidas, con prácticas eróticas que están al alcance de nuestras manos?

Su trabajo literario es una especie de «ven y mira» lo que se puede hacer, no solo con la imaginación, sino ahora mismo, físicamente; te deja claro que eso está prohibido por la moral judeo-cristina, y que tienes que tomar tú la decisión de superar el interdicto, y para ello, inevitablemente, debes profundizar en la más absoluta transgresión.

La novela Mi madre, según la traductora de la edición que he leído, «fue encontrada entre los papeles de Georges Bataille a la muerte de este. Aunque se diga que gran parte del texto está listo para imprenta, me atrevo a afirmar que de haber sabido el autor que su libro sería publicado un día, lo habría corregido, o mejor dicho, pulido.» Hay quien dice que la novela la dejó lista para ser impresa y quien afirmó que estaba inconclusa.

Polémicas aparte, la novela cuenta la historia de un joven a punto de superar la adolescencia, que es «pervertido por su madre», es decir, es capaz de practicar sexo en libertad con las amantes que le proporciona su propia madre, incluso ella participa en las orgías.

El argumento es un poco retorcido porque trata de expresar la repugnancia que experimenta Elena, la madre, por la idolatría que le profesa su hijo. De manera insólita busca su desprecio a través de su «perversión»; le hace penetrar, así, en un mundo de placeres que le sorprenden, le obnubilan y, por supuesto, le atrae como la miel a las moscas.
LA MADRE: «—Quisiera que me amaras hasta en la muerte. Por mi parte, te quiero ya en la muerte. Pero acepto tu amor a condición de que sepas que soy repugnante y de que me quieres sabiéndolo.»
Pierre se expresa muy atormentado ante las experiencias que está viviendo, pero se sumerge en el placer con sumo deleite: «Me retuerzo de angustia y me retuerzo de voluptuosidad».

La madre es determinante, fatalista, hace su manifiesto vital, se lo expone al hijo de una manera clara, sin tapujos. Él debe tomar la decisión final.
«El placer es toda mi vida. Sé que no soy nada sin el placer, que sin él nada de lo que espero en mi vida existiría. Tan solo existiría el universo sin la luz, el tallo sin la flor, el ser sin la vida.»
Después de leer el texto, no sé qué pensar al respecto. Da la impresión de que Bataille juega con varios espejos en los que se representan distintos discursos, casi siempre contrapuestos: interdicto, transgresión, represión, culpa, liberación, libertad absoluta, hedonismo, sumisión a la norma, castigo. Contrarios que él manifiesta con autocensuras, sobre todo de Elena, que a nada llevan pues la orgía liberadora sigue su curso de manera imparable una vez se ha iniciado. La madre busca la condena del hijo, iniciándole en los placeres prohibidos. Si lo que busca de él es el descrédito, provoca, precisamente todo lo contrario, aviva su admiración, su deseo y su imparable «descenso» hacia la transgresión absoluta. La madre pretende acabar con el amor filial a través de la «corrupción moral». Al principio Pierre no entiende lo que sucede pero paulatinamente entra en el juego y se deja llevar, participando en un grupo insólito compuesto por Rea, Hansi y su propia madre

Curiosa e interesante novela. Por momentos difícil. Mejor leerla despacio. Que nadie espere que los mensajes de la misma sean claros a lo largo de su lectura, Georges Bataille nunca lo puso fácil en sus escritos.


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