12 ene 2017

Lluvia de agosto

Por Ángel E. Lejarriaga



El libro ha venido como anillo al dedo para participar como un actor más en los diversos eventos que se han celebrado durante 2016, en el ochenta aniversario de la muerte de José Buenaventura Durruti Dumange, acaecida el 20 de noviembre de 1936.

La historia de Durruti trasciende lo meramente histórico, para convertirse en un mito con una importante carga épica y romántica, algo que a él hubiera desagradado bastante, de poder ser conocedor de ello. Lluvia de agosto es una novela que cuenta muchas historias sobre él y sobre el momento histórico en que vivió.

Parte de la investigación de una periodista francesa hija de exiliados republicanos, Libertad Casal, sobre la muerte de la carismática e indomable figura de Durruti. Por sus páginas se van a suceder episodios conocidos de los años más dorados y turbulentos del anarquismo ibérico. Las escenas se superponen a lo largo del repaso histórico, guardando una coherencia narrativa digna de reseñar.

Una parte de la novela que me ha resultado emocionante en especial, es cuando el cuerpo de Durruti, ya cadáver, yace en el Hotel Ritz de Madrid, aquel noviembre de 1936; todas sus posesiones se concentraban en una pobre maleta que contenía un par de pistolas, una muda de ropa interior, unos prismáticos, unas gafas de sol y poco más. Algo bastante increíble en alguien por cuyas manos habían pasado millones de pesetas de la época. Pero Durruti era así. Al llegar su cuerpo a Barcelona, la ciudad se colapsó, era imposible dar un paso, a pesar de la lluvia y el frío. El entierro no se pudo realizar el día previsto porque no se pudo atravesar el gentío. El acto se tuvo que celebrar al día siguiente.

Para algunas personas, Buenaventura Durruti fue un delincuente común: atracador de bancos y pistolero de gatillo fácil; para otras, un terrorista al uso, según la concepción actual (ya entonces era definido como tal); y para muchas fue, simplemente, un hombre coherente con sus ideas, que tomó decisiones en función de la coyuntura social que le tocó vivir. Podía haber elegido seguir otro camino, cursar estudios superiores, o participar en un sindicalismo moderado (UGT); sin embargo, eligió el sacrificio, la persecución, el exilio, la lucha sin cuartel y la revolución como único camino para superar las desigualdades sociales, y conseguir para las clases desposeídas la dignidad que les corresponde por derecho propio. La CNT fue el sindicato que eligió para perseguir su idea, y los grupos de acción su instrumento de combate. Cuando Giuseppe Fanelli llegó a Madrid en 1868, enviado por Bakunin, para reunirse en una taberna con algunos tipógrafos de ideas renovadoras, nadie podía imaginar que La Idea pregonada por el italiano iba a convertirse en el horizonte revolucionario de varias generaciones de campesinos y obreros de la península Ibérica, fundamentalmente de Andalucía y Catalunya.

La novela cuenta todas estas cosas, y se lee con fluidez. No puedes parar una vez que la inicias, te absorbe. Si eres conocedor del tema, lo que el autor cuenta ya te es familiar, pero, a pesar de ello, quieres más. Existen pocas obras noveladas sobre la historia del anarquismo y del anarcosindicalismo por lo que Lluvia de agosto es una magnífica contribución a uno de los movimientos sociales más combativos y creativos de la historia de la humanidad, y, por supuesto, a una de sus figuras memorables, una entre muchas otras que también se merecen sus respectivas novelas. Generalmente, al movimiento anarquista, a pesar de su trascendencia, se le silencia, cuando no se le ningunea. Esta novela trata con respeto su memoria, que no está muerta, más bien al contrario, está más viva que nunca, sobre todo en esta época de decadencia moral y de pérdida de derechos.

El autor, Francisco Álvarez, bien documentado, recrea escenarios en los que se desenvolvieron los protagonistas. Por las páginas de la novela pasan Francisco Ascaso, Escartín, Gregorio Jover, Mimi (compañera de Durruti), Colette (hija de Durruti y Mimi), Ángel Pestaña, Juan Peiró, Juan García Oliver, el grupo Los Solidarios, reconvertido en el grupo Los errantes, y finalmente en el grupo Nosotros, el propio Durruti y muchos más. Hay tantas cosas que contar, de vidas tan intensas, que la novela se queda corta; necesitaría el autor bastante más páginas para lograr aproximarse equitativamente a la grandeza de los personajes citados.

Aunque el aparente motivo de la novela es la investigación sobre la muerte de Durruti, herido por una bala de origen desconocido en el frente de la Ciudad Universitaria, este tema se diluye en los avatares narrados que viven los protagonistas directos de la Revolución Española de 1936.
«Si me preguntas como periodista, aunque no se trate de hechos contrastados, yo dejaría caer que los indicios apuntan a que pudo tratarse de un disparo accidental. En cualquier caso, han pasado ochenta años y creo que ya nunca se llegará a saber.»
Francisco Álvarez (Xixón, 1970) es un periodista que combina el oficio con la traducción y la literatura. En su haber posee diversas obras tanto en bable como en castellano: En poques pallabres (1998), Rumbo a la Historia. Navíos emblemáticos de todos los tiempos (2011), La tierra de la libertad. Crónica de los derechos humanos y civiles en el mundo (2012). Lluvia de agosto (2016), es su primera novela que ya ha sido laureada con el Premio Xosefa Xovellanos de novela.

Franciscos Ascaso, Buenaventura Durruti, Gregorio Jover

Juan García Oliver

Emilienne Morin y Buenaventura Durruti

Buenaventura Durruti






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