7 feb 2017

Viento

Por Ángel E. Lejarriaga



El autor de esta voluminosa novela, Viento (2016) es Javi Caballero, nacido en Guadalajara, y que a la hora de publicarse ya lleva cumplidos treinta y seis años. Su experiencia humana es atípica en lo que se refiere a lo que se espera de un escritor al uso. Como si estuviéramos ante un Jack London cualquiera, Javier ha hecho muchas cosas. Sus referencias geográficas son España y Argentina, donde ha vivido los dos últimos años. Ha trabajado como jardinero, en una fábrica, ha sido portero de un edificio, bibliotecario y auxiliar en un geriátrico, entre otros oficios. Ha estudiado la carrera de Psicología. Esta es su primera novela y no va a ser la última porque ya hay otra en ciernes. Escribe también poesía y teatro. Todo su material narrativo se encuentra imbuido de un espíritu de contestación a los males del mundo.

Javi Caballero intenta en su texto hacer una especie de enciclopedia recopilatoria sobre lo sucedido al anarquismo y a la CNT desde los años previos a la Guerra Civil hasta nuestros días. Para ello cuenta la historia de un universitario, anarquista, militante de la CNT, inmerso en las luchas de mediados de esta década. Cómo se vive y cómo se siente en la España de hoy, con una concepción analítica engarzada en la lucha de clases. Simultáneamente, se narra la larga vida de un superviviente de la resistencia antifranquista, anarquista y antiguo militante de la CNT, que salió vivo de un fusilamiento. Esta escena es verdaderamente espeluznante, con las víctimas tiroteadas en una tapia por una partida de militares, luego arrojadas a una fosa común y cubiertos sus cuerpos con cal; después, el despertar, herido, entre el resto de cadáveres y la huida. Este hombre, Alejandro, trascenderá a su tiempo y alcanzará el nuestro, el del presente, a la edad de 95 años y entrará en contacto con el joven universitario de 19 años y con su madre. La experiencia del primero verá la luz desde el exigente dramatismo que aporta la memoria interior, emocional, desgarrada por las pérdidas, pero viva y recurrente.

A lo largo de la novela se habla de anarquismo, de praxis anarquista, de filosofía, con un cierto arrebato, como de algo vivo y fresco que nunca ha muerto a pesar de los silencios interesados. Además, se habla de amor en tiempos de guerra; de esas eternas guerras que nunca cesan, que generan la injusticia y los intereses económicos. También se habla de hermandad entre los seres humanos, de una fraternidad independiente de los cenáculos ideológicos. El centro de la narración será la Guerra Civil Española y la post guerra, mas también se hablará del exilio a Francia, de la heroica guerrilla antifascista, de traiciones, de la Segunda Guerra Mundial, de la guerra del Vietnam, del Mayo del 68, de los golpes de estado en Chile y Argentina, y, por supuesto, de la fallida democracia española actual; la broma de mal gusto mejor montada de la historia contemporánea; una democracia construida por los antiguos genocidas fascistas, que se mantuvieron en el poder después de enriquecerse ilícitamente, pasando por encima de las fosas comunes de sus víctimas. Ahí siguen, atrincherados en las instituciones, gestionando nuestras vidas con mano de hierro.
  
Javi Caballero deja claro que solo podremos avanzar en el progreso si conservamos la memoria intacta, memoria de atropellos, de vulneración de derechos, de fraternidades olvidadas, memoria de luchas, memoria de logros revolucionarios, memora de sacrificios y esperanzas. La memoria conforma los ladrillos de nuestro presente, sobre ella levantamos los esfuerzos necesarios para hacer que las sociedades corruptas e inmorales se vuelvan porosas, y de sus cenizas surjan impulsos transformadores que nos aproximen a la justicia social. No se escapa nada a la mirada inquisitiva del autor. Intenta comprenderlo todo y, también, enfrentarse a todo, con el coste personal que eso supone; sin embargo, él no se detiene, no niega a su conciencia el derecho a resistir hasta el último aliento.
«Asumo mucho de sus males, igualmente como propios, pero al bucear en la historia reciente y pasada uno se da cuenta que la evolución humana es positiva, aunque haya días que por las noticias o las vivencias personales me lleven a dudar de este hecho.»
Su optimismo no tiene parangón hasta el punto que en ciertos pasajes de la novela parece que se entrevé un «viento» místico que airea las mezquindades de nuestras vidas y las colma de confianza.
«Creo que los habitantes humanos del planeta sólo necesitan luz, es decir educación y libertad para poder alcanzar un equilibrio con su entorno.»
Pero su visión no es individualista sino colectiva. La novela lo refleja muy bien. El protagonista, Alejandro, sobrevive porque hay gente que le quiere, que le apoya y que comparte sus ideas. El apoyo mutuo se manifiesta en toda su expresión.
«Sin ninguna duda Viento está vinculado con unos ideales, mis propios ideales, que comparto con muchos compañeros y compañeras, y en esencia con ese conjunto de personas que quieren mejorar no sólo individualmente sino colectivamente.»
Viento es una ficción pero muy real. Los datos que se encuentran en el origen de la misma están documentados en muchas conversaciones y recuerdos, recogidos aquí y allá, que enriquecen el conjunto y nos muestran lo que ocurrió en aquellos tiempos de utopía y muerte.
«La novela está dedicada a mis abuelos. Podría decirse que fueron ellos el nudo de inspiración de la novela, con sus historias y sus enseñanzas. Algunos personajes nacieron en la historia a través de ellos, otros forman parte de mí o de otras personas que conozco o conocí en su día. Mi abuelo Joaquín fue miliciano y soldado en la Guerra Civil, y vivió muchos años el exilio. Él me contó desde bien pequeño cómo fue para él todo aquello. Era una persona dulce, valiente, con una memoria prodigiosa. Cuando murió con noventa y siete años decidí que la mejor forma de homenajearle era compartir sus experiencias. Luego pude conocer muchas otras memorias como la suya. Durante cuatro años me estuve documentando, y viajé a algunos de los lugares que encierran la trama, para empaparme. Podría decirse que Viento es un conjunto de memorias sublimes. Algunos personajes, por tanto, tienen una base de realidad, y otros muchos representan lo que mi propia creatividad traduce como la realidad.»
Un detalle interesante, poco común, es que en la novela los vencidos nunca se rinden ni se resignan, mantienen la dignidad a cualquier precio, y la ilusión por permanecer firmes en un viaje hacia el horizonte nuevo que nunca parece llegar, pero que les dota de una decencia ausente en nuestra historia reciente.
«Luchar por la libertad en cada faceta de la vida, en nuestras relaciones personales, en el trabajo, en nuestro entorno prójimo, mejorando y aprendiendo como personas, nos proporciona dignidad y convicción. Claro que también hay desengaño, entre aquellos vencidos, y entre nosotros, porque también lo somos. Otra cosa es rendirse. Creo que ni aquellos vencidos, que lucharon por sus ideales, ni nosotros, que somos su herencia, nos hemos rendido jamás.»

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