12 sept 2018

Libertad para los osos



Por Ángel E. Lejarriaga


Esta es la primera novela publicada de John Irving en 1968. El norteamericano John Wallace Blunt, Jr. (1942), más conocido como John Winslow Irving es un escritor de fama mundial, que ha vendido muy bien casi todo lo que ha escrito, ha hecho guiones para el cine e incluso ha ganado un premio Óscar al mejor guion por la película Las normas de la casa de la sidra (1999) basada en su propia novela Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra (1985). No es un mal currículum vitae, además escribe bien.

Nacido en Exeter, New Hampshire, EEUU, tras finalizar sus estudios en literatura inglesa trasladó su residencia a Austria, en concreto a Viena, corría el año 1963, allí transcurrieron los dos años siguientes, en el Instituto de Estudios Europeos. En 1968 publicó Libertad para los osos, que pasó por las librerías sin pena ni gloria. En 1972 le tocó el turno a La epopeya del bebedor de agua, que siguió el mismo camino que la anterior, el ostracismo. En 1974 lo intento de nuevo con Doble pareja, obteniendo el resultado de las anteriores. Habría que esperar hasta 1976 cuando vio la luz El mundo según Garp, con esta sí consiguió el éxito que aguardaba y que, según él, se merecía. La novela fue un best seller en los EEUU y traducida a numerosos idiomas. A partir de ahí, la crítica y, por supuesto, el público han estado con él y todas sus obras se han vendido bien, han tenido numerosos reconocimientos e incluso algunas han dado el salto al cine, como ya he citado.
Libertad para los osos es un libro un poco extraño, que por momentos roza el absurdo; más de un crítico ha llegado a decir que es malo, a la altura ―según estos― de La cuarta mano, yo no me atrevo a tanto, y no voy a decir que es malo, pero sí me ha costado mucho acabarlo y por momentos he tenido ganas de abandonarlo. Cuando digo que es un libro raro me refiero a que los personajes son bastante excéntricos; podríamos pensar que se trata de simple humor pero no sé, a mí no me ha hecho ninguna gracia y me he pasado página tras página a la espera de que ocurriera algo que me sacara del tedio. Podría ser que esa forma de narrar tenga que ver con la personalidad del propio Irving y su estilo de afrontamiento vital, no lo sé. Sus siguientes novelas nos van a contar muchas cosas sobre él que lo van a situar en la desmesura. Esta novela me ha sorprendido porque no tiene escenas de sexo significativas para lo que es la costumbre de Irving, todavía no debía de tener la mente muy calenturienta o simplemente no se atrevía a dar salida a su fogosidad interna.

El protagonista de Libertad para los osos es Siggy una especie de filósofo radical, algo iluminado, que tiene la pretensión ―interesante por cierto― de poner en libertad a los animales enclaustrados en el zoo de Viena. La idea de partida no está mal, resulta excitante y bastante comprometida. Su sombra en ese viaje es Graff, un Sancho Panza cualquiera que pretende racionalizar el radicalismo de Siggy pero sin éxito. Graff podría marcharse y dejarle solo con su proyecto enloquecido pero la amistad para él tiene un valor sagrado y se encuentra por encima de los despropósitos de su amigo. Ambos tienen que tomar una decisión, y que sea buena, eso es lo importante.

Estas ideas tan intensas se enmarcan en el contexto en que fueron escritas. John Irving tenía veintiún años cuando se fue a Viena, imbuido del espíritu transgresor de los años sesenta. Con ese bagaje llega a la capital austriaca donde siguen vivos los rescoldos de la Segunda Guerra Mundial. Quizá entonces quiso plantearse un acto sublime, revolucionario, y se le ocurrió que podía empezar por la liberación animal.

En el libro se cuenta el drama que vive la población austriaca, primero sometida, voluntaria e involuntariamente, por los nazis y luego, de una manera maquillada, por los rusos. En cualquier caso, Irving nos describe bien lo que ve, un pueblo sin soberanía, abandonado por las organizaciones internacionales y la geoestrategia de las grandes potencias que entonces ya se encuentra en todo su apogeo.

Podría decirse que la novela tiene dos partes, una centrada en el viaje de Siggy y Graff por Austria en una moto Royal Enfield de 700 cc a la caza de aventuras. Y otra más íntima en la que Siggy cuenta su vida y la entrelaza con las tensiones servo croatas que se vivieron en Europa a mediados del siglo XX de funestos resultados en los años ochenta. Quizá esta segunda sea más interesante que la primera, no lo sé, eso queda al gusto del lector.

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