2 abr 2019

Los dominios del lobo


Por Ángel E. Lejarriaga



Esta fue la primera y precoz novela escrita por Javier Marías Franco (Madrid, 1951), escritor, traductor y académico de la lengua española. Es hijo de otro académico y filósofo, Julián Marías, y de la escritora Dolores Franco. Con esta genética era difícil que no surgiera un individuo con posibilidades intelectuales. Una parte de su infancia transcurrió en EEUU ya que a su padre, tras pasar por la cárcel por ser republicano, se le prohibió trabajar de profesor en la universidad española. A partir de 1951 la familia emigró a EEUU. Regresó en 1964 e ingresó en la Real Academia Española. Javier a la usanza republicana, recibió una esmerada educación basada en los principios de la Institución Libre de Enseñanza. Asistió al Colegio Estudio que seguía los principios antes citados. Terminado el bachiller cursó la carrera de Filosofía y letras, especializándose en Filología inglesa en la Universidad Complutense de Madrid. Hasta que escribe Los dominios del lobo (1971), para ganar algo de dinero, trabaja para su tío Jesús Franco, escribe guiones y aparece como extra en alguna de sus películas. En esos tiempos juveniles conoció al escritor Juan Benet y a Molina Foix que influyeron en él de manera sobresaliente. En 1972 se editó la segunda de sus novelas Travesía del horizonte y en 1978 la tercera, El monarca del tiempo. Habría que esperar a 1983 para que se publicara la que sería su cuarta novela, El siglo.

Entre los años 1983 y 1992 compatibilizó la escritura con la enseñanza, primero en Oxford, luego en el Wellesley College y finalmente en la Universidad Complutense de Madrid.

En 1986 publicó El hombre sentimental y en 1988 Todas las almas, novela cuyo personaje principal es un profesor de español que da clases en Oxford; a partir de esta los protagonistas del resto de sus novelas van a desempeñar papeles semejantes: profesores o traductores. En 1992 recibió el Premio de la crítica por Corazón tan blanco. Antes ya había recibido el Premio Herralde de Novela por El hombre sentimental. En 1994 llegó a las librerías Mañana en la batalla piensa en mí por la que fue galardonado con diversos premios internacionales. Cuatro años más tarde se publicaría Negra espalda del tiempo. En esta obra Marías describe su Reino de Redonda en el que el autor se convierte en rey y toma el nombre de Xavier I. En el año 2002 creó la editorial El Reino de Redonda. En 2002, 2004 y 2007 respectivamente se publicaron Fiebre y lanza, Baile y sueño y Veneno y sombra y adiós, novelas que serían recopiladas en 2009 en un solo volumen Tu rostro mañana. Esta gran trilogía, que en realidad fue concebida como una obra única, mantiene algunos de los personajes aparecidos en Todas las almas. Marías decidió dividirla en tres novelas debido a su número de páginas, 1500. Las tres se pueden leer de manera independiente. En 2011 recibió el Premio Nacional de Narrativa por Los enamoramientos, premio que fue rechazado por el autor. Esta última novela obtuvo un gran éxito de ventas y reconocimiento internacional: fue traducida a dieciocho idiomas. El Premio Nacional de Narrativa lo concede el Ministerio de Cultura y Javier Marías lo rechazó con el siguiente argumento:
“Estoy siendo coherente con lo que siempre he dicho, que nunca recibiría un premio institucional. Si hubiera estado el PSOE en el poder hubiera hecho lo mismo... He rechazado toda remuneración que procediera del erario público. He dicho en no pocas ocasiones que en el caso de que se me concediera no podría aceptar premio alguno.”
Volverá a publicar en 2014 con Así empieza lo malo y en 2017 Berta Isla, que recibió el Premio de la crítica.

Aparte de novela, Marías ha publicado relatos, por lo menos cuatro recopilaciones, la última en el año 2012, Mala índole. También posee publicados unos treinta libros sobre sus textos críticos literarios, artículos periodísticos y diversos ensayos. Sus traducciones son muy numerosas.
  
Como decía al principio de este artículo, Los dominios del lobo fue un experimento literario, por llamarlo de alguna manera. Un bisoño Javier Marías aprovechó un verano en París cuando solo contaba diecisiete años para escribirla, dos años después sería publicada gracias a ilustres amigos como Joan Benet. Aquel verano irrepetible, todos los son, Javier Marías estuvo residiendo en la casa de su tío Jesús Franco, que podía ser considerado de todo menos una buena influencia para un joven inteligente y curioso. Recordemos que Jesús Franco ha pasado a la historia del cine por ser un especialista en películas pornográficas y de terror. Cuando Marías vuelve a Madrid Molina Foix y Benet leen el texto, el primero le pone el título y el segundo se encarga de facilitar su edición.

La novela es un conjunto de relatos o historias, que en un primer momento parecen inconexas y que más adelante, por obra y gracia del autor, se entrecruzan durante un largo periodo de tiempo, entre la guerra de secesión americana y los poco felices años treinta. Hay que reconocerle el mérito a Javier Marías, escribir una novela que no estuviera situada geográficamente en España en los años setenta era un hito que auguraba un fiasco editorial. La narración se centra en la decadencia de una familia de Pennsylvania, los Taeger. Como el mismo Marías dice, la novela está inspirada en las “ochenta y cinco películas” que vio en un periodo de tiempo muy corto. Así, los personajes “surgen de la oscuridad de una sala de cine.”

Carlos Barral durante la presentación de la novela en 1971 dijo:
“La aparición de un libro como el de Javier Marías constituye en sí misma una buena noticia dentro de la conflictiva actualidad de la novela española. Entre la generación del realismo, de la que tanto se ha hablado los últimos meses, y el imprevisible futuro de nuestra novelística, se han venido haciendo lugar últimamente unas cuantas novelas que revelan sobre todo la voluntad de ‘desprovincianizar’ nuestra novelística y se caracterizan por la aclimatación de técnicas y procedimientos recientemente ensayados en otras literaturas. La novela de Javier Marías en cambio tiene todo el aspecto de un brote inclasificable, es como una espontánea manifestación de una generación nueva (¿tal vez también de una literatura nueva?), que no se avergüenza de la parte que en su mundo de referencias ocupan subculturas como la del cine o la de la música de entretenimiento, que, de una manera totalmente incalculada y espontánea, olvida que la congruencia del asunto es una condición para la validez del género. Más que la mayor parte de los experimentos estilísticos más recientes la novela de Javier Marías parece insinuar un camino hacia la renovación de la narrativa española contemporánea, tan vilipendiada.”





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